Capítulo IV

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Aún tenía los ojos cerrados pero no dormía. Había una melodía rondando su cabeza; dando vueltas una y otra vez, al igual que la letra que la acompañaba. En ocasiones eso le pasaba, una canción se atascaba en su cabeza y no lo abandonaba hasta que lograba escribirla. Aunque esa canción en particular le estaba costando bastante.

Ari se giró y vio la hora en su celular. Eran las 8 de la mañana de un sábado y él ya no podía seguir fingiendo que dormía. Salió de la cama pensando aún en la canción que enloquecía su mente. Decidió que necesitaba un café para empezar el día, al final de cuentas, sería un día de trabajo. Justo en la noche tenía una presentación y debía escoger el repertorio para el evento. Caminó a la cocina y se dio cuenta que faltaba azúcar, sin querer rió, era evidente que su madre seguía olvidando esos pequeños detalles.

Aunque estaba teniendo buenos motivos para esos olvidos. Desde esa fatal pelea en el departamento de sus tíos, su madre había empezado a tomar decisiones encaminadas a mejorar como persona, para empezar había decidido estudiar y terminar la preparatorio en línea. Ari no podía estar más orgulloso, pues, además, su madre estaba trabajando en Cklass con Julieta.

De alguna manera su madre se estaba haciendo una mujer independiente y ya no le importaba tanto lo que Audifaz dijera o dejará de decir. Pero... su madre aún no se decidía a separarse de él. Ese seguía siendo un tema delicado que terminaba generando mucha tensión en casa de Aristóteles.

Su padre se estaba haciendo más apegado a la religión, más apegado a las ideas radicales que no daban cabida a nada que no fuera considerado "normal" por la sociedad. Pero ¿qué era lo normal? La relación de un hombre y una mujer era lo normal ¿cierto? Pero lo normal era también que se amarán, que se procurarán, que juntos formarán un vínculo que se basará en el amor y el respeto, eso era lo normal ¿no? Sus padres no tenían nada de eso, sus padres no vivían la realidad romantizada de una relación canónica, entonces, ¿eran anormales?

La gente siempre terminaba por preocuparse más por juzgar que por vivir y sentir.

Ari dejó sus pensamientos mañaneros, al final de cuentas, no podía hacer que su madre tomará una decisión sobre algo para lo que no parecía estar lista. Dejó la azucarera en su lugar y decidió que lo mejor sería bajar a la panadería de sus tíos. Se compraría un café y aprovecharía para comprar algo de pan para su mamá y Arqui.

Seguía pensando en la canción que se le escapaba. Imaginaba en una melodía suave, muy lenta y en una dulce voz cantando la letra; lo imaginaba todo a la perfección, sólo necesitaba completar la canción, Ari rió internamente ante la ironía. Entró a la panadería y el olor a pan recién horneado le hizo sonreír.

—Buenos días, Mary —saludó amable —, me regalas un café por favor.

—Claro Aris

Tomó una charola y empezó a escoger pan mientras silbaba la melodía que estaba en su mente desde antes de que amaneciera.

—Parece que el pan te pone muy feliz —se giró al escuchar la voz de su abuela. Ari estaba de tan buen humor que se decidió a darle una enorme sonrisa a su abuela y aportar a su comentario de una manera amable.

—A quién no, con lo rico que sabe, mis tíos son una maravilla haciendo pan —Imelda asintió.

—Ha sido una tradición familiar —Ari asintió distraídamente —. Deberías pegarte un poco más a tu tío Eugenio para que te enseñe algo de provecho y dejes de perder el tiempo —y justo hasta ese momento llegó su buen humor.

—¿A qué te refieres? —Ari quitó la sonrisa y miró a su abuela a los ojos.

—A qué ya va siendo hora de que te pongas a trabajar en algo y que mejor que trabajar en el negocio familiar. Tu tío Eugenio cada día está más cansado y tu tía Blanca ya no se da abasto en la panadería. Tú eres joven y el único miembro de la familia que no hace nada fuera de estudiar. Trabajar aquí sería algo seguro para ti y podrías ayudar a tu madre con mayor facilidad ahora que se le ocurrió la absurda idea de estudiar ¿no crees?

Tal vez construir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora