Capítulo X

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Epílogo

Yolo dejó el iPad en el escritorio. Había estado leyendo el extenso artículo que TIME le había dedicado a Temo después de su primer año como presidente de México. Destacaban de sobremanera el 69% de aprobación de la que gozaba, una economía saludable, un sistema de salud que no estaba colapsando y, sobre todo, un gobierno humano que se preocupaba por la población.

Llegar a eso había costado tanto. Temo se había esforzado por conseguir el apoyo de la gente y que todos vieran en él algo más allá de su orientación sexual que siempre había sido lo de menos.

Su primer cargo público lo obtuvo tocando puerta por puerta y hablando con la gente. Viéndola a los ojos, escuchando sus problemas y sus inquietudes. Temo no tenía un partido político, no le respondía nadie más que a las personas que lo habían elegido como diputado independiente. Llevó a la mesa leyes que no siempre avanzaron pero que promovieron la seguridad social. No sólo para la comunidad sino para todos. Para cuando Temo llegó al senado, todo mundo estaba esperando que se lanzara a la presidencia de la República.

Y lo hizo tres años después habiendo cumplido con su labor como senador. Viajó por el país escuchando a todos. Nunca hizo promesas; no hablaba de ilusiones, ni de metas que no pudiera cumplir. Iba delante de todos la verdad de antemano. No sonreía falsamente, no hacía tratos fuera de la ley.

La gente sabía quién era Temo López por su política y porque no se venía, muchos decían que no lo necesitaba, después todo, él era rico. Y entonces sucedió, las encuestas fueron dándole un margen sobre sus competidores, poco a poco fue ganando terreno. Mateo lo dijo una vez, si había alguien que pudiera ganarse la presidencia de México sin importar que fuese gay o no, ese era Temo López.

Y lo hizo. Él ganó.

En su gabinete no había un solo miembro de la familia López. Todos eran personas capaces y dedicadas a lo suyo. Mateo se había quedado con la secretaria de gobernación como era obvio. Después de todo, Symanski se había vuelto la mano derecha de Temo. Ellos era una mancuerna excelente, Temo era, en su mayoría, puro corazón y Mateo siempre le ponía los pies en la tierra cuando Temo estaba yendo más allá de lo que podía para ayudar.

Yolo no se había querido meter al mundillo político pero, Temo sabía cómo seducir masas, y ella fue una víctima más. Fue parte del todo el proceso hasta terminar como secretaria de relaciones exteriores. Paty, siendo médico de carrera, pasando por todas las vicisitudes de ello y conociendo las carencias de la salud publica en México, terminó haciéndose cargo de la secretaria de salud. A ellos se unieron dos piezas fundamentales del gobierno de Temo; Eduardo Ruiz, un economista cabrón que cuidaba las finanzas del país como un fiscal de hierro.

Su familia se había ido a la ruina en la debacle del 94 y después de esos nada fue igual para los Ruiz. Conocía a Temo porque eran de la misma generación, se acercó a él antes de que incluso se volviera diputado. Llegó a la fundación con un plan de crecimiento y desarrollo sin demasiado desgaste financiero. Mateo y él se habían hecho amigos de inmediato, a Temo le llevó más tiempo pero una vez que confió en él se volvió en un gran aliado. Por eso le llevó a la secretaria de economía.

La última pieza había llegado justo en medio de la senaduría de Temo. Carolina Moctezuma, miembro de otra familia prominente de México pero que odiaba que nadie la tomará en serio porque sólo era un rostro bonito en una familia adinerada. Temo la conoció en una de las múltiples cenas a las que era invitado. Hablaron de microeconomía, de planes de inversión, de crecimiento económico. Carolina se quedó maravillada por la capacidad de Temo para entenderla y entonces se añadió al amplio grupo de seguidores de Cuauhtémoc López Torres.

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