Capítulo XIV

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—Mateo. Tenemos que buscar ayuda —Diego le dijo haciendo lo posible para sostenerle. La mano de Mateo seguía sangrando copiosamente y Diego estaba empezando a sentirse muy nervioso al respecto —. Estás sangrando, no sabemos si la lesión que tienes en la mano es algo serio.

—No quiero que me vean. Llamarán a mis padres y yo no quiero que ellos sepan...

Diego se apartó un poco del cuerpo de Mateo. Se quitó la camisa e intentó hacer un torniquete por arriba de la herida que seguía sangrando, para su tranquilidad, la hemorragia paró en cuanto logró hacer presión.

—Bien, aún así, tenemos que hacer que un médico te revise. Sólo que yo no conozco a ninguno —Diego cogió su móvil y notó de inmediato la aprensión en los ojos de Mateo —. Ella es la única persona que conozco que nos puede ayudar —la llamada sonó tres veces antes de que Yolo la tomará.

—¿Dónde demonios estás? Te estuve esperando en el salón.

—¿Dónde estás?

—Yo pregunté primero, Ortega...

—Yolo, por favor —tal vez fue el tono, tal vez fue que Diego pidió algo por favor, cualquiera que fuera el motivo, Yolo pareció entender que algo andaba mal.

—Estoy en la cafetería.

—¿Conoces a algún médico? —como era costumbre de Yolo, no preguntó por qué o para qué. Sencillamente respondió.

—Algo así.

—Bien, espérame en el estacionamiento —Diego ayudó a Mateo a levantarse —. Vamos, ¿traes tu coche? —Mateo asintió e intentó buscar sus llaves pero Diego terminó ayudándole también con eso —. Nosotros usamos el coche de Temo para movernos —empezaron a caminar por el campus ocultando la mano de Mateo mejor que podían —, normalmente llegamos los cuatro a la universidad. Cuando salimos, él se lleva a Ari y lo deja cerca del trabajo, Yolo y yo pedimos un Uber —Diego estaba intentando tener esa conversación sólo para distraer a Mateo. Terminaron llegando al estacionamiento en tiempo récord.

Encontraron a Yolo sentada en una de las tantas jardineras que rodeaban el estacionamiento. En cuanto vio a Diego, la rubia se acercó a ellos.

—Es aquel —dijo Mateo señalado su coche.

—Hable con mi amiga. Nos espera en urgencias.

—¿Para dónde? —Preguntó Diego encendiendo el auto y empezando a manejar para salir del estacionamiento.

—Para la Álvaro Obregón...

—No mames, me van a robar el coche —dijo Mateo mientras se recostaba en el asiento de atrás. La mano empezaba a dolerle horrores.

—Pues lo siento, cariño pero es lo que hay. Supuse que querían discreción. Pero, si quieres, podemos llamar a tus papis para que te lleven a la Médica Sur —Mateo no le respondió a la chica. Estaba muy adolorido tanto del cuerpo como del ego para seguir con esa ridícula conversación.

En cuanto llegaron al hospital, Yolo le dio indicaciones a Diego para que entrara al estacionamiento. En la caseta donde estaba el guardia ya los estaba esperando una chica que vestía el típico uniforme de los estudiantes de medicina.

—¿Es una estudiante? —Preguntó Diego algo alarmando.

—No, es una médico interno. Tiene ya seis meses en el hospital. Algo ha de saber de suturas. Creo que se la pasó como dos meses zurciendo borrachos en el área de urgencias —el guardia los dejó pasar y la chica se acercó al coche.

Tal vez construir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora