Capítulo XI

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Yolo salió de la ducha secándose el cabello. Al entrar en la habitación se encontró a Diego en su cama, viendo un capítulo más de la nueva temporada de sex education. Durante la madrugada habían tenido una conversación sobre la distribución de la habitación. Diego había llegado a la conclusión de que la cama de Yolo estaba mejor ubicada algo que, era completamente cierto, pero ni de broma le iba dejar su cama a Diego.


Se dejó caer lánguidamente a lado de Diego apoyando la cabeza en su hombro. Diego distraídamente empezó a peinarle el cabello sin despegar la mirada de la pantalla.


—¿Crees que ya estén despiertos? —Diego negó.

—Después de la faena que se aventaron ayer, dudo mucho que estén despiertos —mientras ellos discutían sobre la mejor ubicación de las camas, escucharon los gemidos amortiguados de Temo y Ari, un material valioso para la próxima convivencia.

—Vamos a molestarlos ¿cierto? —Yolo rió al ver la maldad reflejada en el rostro de Diego.

—Por supuesto que vamos a molestarlos. Será un poema ver la cara de Temo cuando le diga que seguro se estaba tendiendo en sus tarea —Yolo soltó una carcajada.


Realmente estaba feliz por Ari. Si alguien se merecía ser feliz, era él. Había luchado demasiado por todos y se había olvidado de ser feliz; siempre antepuso el bienestar de su mamá y de su hermano, incluso pensó en renunciar a su idea de ser cantante para poder seguir protegiéndoles. Ari se merecía tener a alguien que le moviera el piso, que le hiciera feliz, que lo apoyará en el camino y que lo amará por todo lo que es. Y, la verdad, nadie mejor que Temo López para esa tarea.


—¿Crees que algún día nos pase?

—¿El qué? ¿Follar? A ti te pasa casi todos los días. Pero ni creas que voy a dormir en la sala. Vamos a poner un horario —Yolo le dio un amistoso golpe en el pecho y Diego soltó un pequeño grito.

—No, me refiero a enamorarnos. Digo, es evidente que ellos están enamorados. Parece cosa de magia pero creo que desde aquella noche en la que Temo se le declaró a Ari, ellos estaban enamorados y sólo pospusieron ese sentimiento hasta que se reencontraron.


Diego no dijo nada por unos minutos, se limitó a acariciarle el cabello y ver al infinito. Por un momento, Yolo pensó que había ofendido a Diego por el comentario pero después el chico soltó un suave suspiro.


—Supongo que eventualmente nos pasará. Un día vamos a encontrar a alguien que nos haga sentir así.


Yolo asintió imperceptiblemente y siguió en su posición, disfrutando las suaves caricias de Diego. Yolo sabía que no era una persona sencilla de entender, sabía que, en ocasiones su ironía podía asustar a la gente pero agradecía haberse encontrado a Diego, Temo y Ari. De alguna extraña y poco común manera, ellos empezaban a complementarse y estaban formando una sólida amistad.


****


Ari despertó primero y se sintió algo avergonzado al estar rodeando completamente el cuerpo de Temo con sus brazos y sus piernas. Pero en su defensa pensó que la cama era muy pequeña para los dos y tenían que optimizar el espacio. Cerró los ojos y los recuerdos de la madrugada le hicieron sonrojarse, sonreír, sentir que se ponía semi duro; todo eso en un microsegundo. Todo eso le provocó unas ganas inmensas de acercar más a Temo, así que, lo hizo. Apretó su agarre y enterró su rostro en el cuello de su amante.

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