Capítulo XX

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Ari vio las sonrisas de Juan Pablo y Julieta. Ellos habían sido parte fundamental de su historia con Temo. Julieta fue la primera en darse cuenta que algo había cambiado en él cuando conoció a Temo López y Juan Pablo había sido una inconmensurable fuente de serenidad cuando las cosas se habían puesto particularmente duras para ellos.


Aún recordaba cuán desgarrador había sido el llanto de Temo cuando pretendió que Juan Pablo era su padre y salió del armario con él. Ari no había entendido en ese momento porque su pecho se había sentido encogido y porque había tenido la enorme necesidad de abrazar a Temo y consolarle. Fue después... fue hasta que Temo ya no era parte de su vida que, Ari entendió qué era aquello que sentía.


Él amaba a Temo.


Tal vez lo suyo no fue tan a primera vista. A él le llevó un tiempo... tal vez porque nunca se sintió particularmente atraído por nadie. Aunque, siendo honesto, su interés por Max y Bruno había rayado bastante en el enamoramiento platónico pero él nunca se dio la oportunidad de profundizar en ello.


Pero con Temo todo fue diferente.


Al poco tiempo se sintió emocionado de ser él quien recibía esas miradas llenas de admiración. Se sintió sumamente atraído al cariño y la devoción que Temo mostraba por él. Nadie, ni siquiera sus padres, habían sido así con él. Temo lo enamoró tanto y tan profundamente que, Ari ni siquiera se dio cuenta, ni le puso nombre, ni etiquetas... porque él sencillamente se había limitado a sentir.


Era raro, tal vez estúpido, pero él se había enamorado aún sin saber lo que era realmente estar enamorado.


Fue hasta que Temo se marchó que él pudo llegar el autoconocimiento perfecto de que se había quedado sin el amor de su vida.


Por mucho tiempo pensó que no le volvería a ver. Se resignó a vivir sin sus miradas llenas de admiración, sin sus palabras que le llenaban el alma, sin sus abrazos tranquilizadores, sin su amor sin restricciones... se tuvo que resignar a vivir sin Temo López.


Y estuvo bien o todo lo bien que se podía estar sin él. Pero fue hasta que se encontró de nuevo con Temo que se dio cuenta que la felicidad seguía estando a su lado.


Muy en el fondo pensó en darle gusto y salir con cuento tipo le presentara pero nada daba resultado. Sus ojos, su cuerpo, su corazón entero seguían desviándose hacia Temo y todo lo que se había quedado inconcluso entre ellos.


Besarlo por primera vez había sido estar en la gloria porque en aquel momento había derramado años de frustración, de deseo, de amor que había guardado y que pensaba perdido para siempre. Y con él, también llegaron nuevas sensaciones; el deseo, la pasión, la intimidad llena de compresión, armonía y amor.


La felicidad con Temo era reluciente, brillante y maravillosa. Él lo hacía sentir único, deseado, fuerte, valiente; Temo despertaba en él las ganas de ser la mejor versión de sí mismo. Siempre pensó que eso era una exageración pero no; cuando te enamoras de verdad y la felicidad es tal, que terminas dando la mejor de ti para la persona con quien estás y para los demás.

Tal vez construir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora