Capítulo VII

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Pepe observó la hora. Pesaba la media noche. El edificio seguía iluminado por la luz artificial. Sin embargo, el área de oficinas estaba a oscuras, a excepción de una oficina donde todavía brillaba la luz. Pepe dio un gran suspiro y esperó unos minutos más para bajar del coche. Tocó la puerta y fue recibido por el guardia que ya lo conocía. Pepe poco iba a la fundación pero siendo uno de los benefactores era fácil que las personas que trabajaban ahí lo reconocieran. 


El guardia lo dejó pasar. El silencio reinaba en el lugar y también la sensación de calidez. Temo se había encargado de que todo fuera luminoso y acogedor. Era parte de su labor. 


Pepe llegó hasta las oficinas y entró sin llamar. Cruzó el pasillo hasta el despacho de Temo y abrió la puerta. Su carnal estaba ahí, absorto en la lectura y con el rostro casi metido en la pantalla de su portátil. 


—Pepe... ¿qué haces aquí?

—Lo mismo te podría preguntar carnal. ¿Ya viste la hora? —vio a Temo quedarse perplejo por un momento y luego desviar la mirada para verificar la hora en su móvil.
 
—Vaya... no tenías que venir a buscarme. De todos modos le había avisado a Mony que me quedaría en un hotel —Pepe asintió. 

—O te quedarías aquí hasta terminar dios sabe qué cosa estés haciendo —Temo apretó los labios en una línea. Parecía avergonzado. 

—Lo siento —Pepe se sentó frente a su hermano y le sonrió. 

—¿Te acuerdas como era el jefe cuando trabajaba en AVON? Siempre se mantenía ocupado. Intentaba estar en casa pero le era imposible apartarse de todos los asuntos de la empresa. Siempre había algún pendiente. El jefe siempre ha sido muy chambeador. Pero no sólo lo fue en su cargo en AVON. Cuando trabajaba en el mercado era igual, bueno, chance y peor. Porque siempre buscaba la manera de hacer más y más para poder alimentar tantas bocas. Todos somos así ¿sabes? Digo, no vamos tan lejos, Ana no ha tocado su país en dos años porque sigue trabajando en sus discos y sus giras. Yo mismo, si la Sirenita no me detuviera me la pasaría en la dirección de AVON perdiéndome lo mejor de mi hijo.  

—Supongo que tengo que ver la forma de cuando detenerme —Pepe asintió. 

—Pero ahora lo haces para ensordecerte y no pensar en el Aris —Pepe vio a su hermano tragarse un nudo en su garganta —. ¿Por qué no has hablado con él? Tienes ocho días sin verle y eso te está matando, carnalito. 

—No puedo evitar pensar en lo que me dijo. Lo que nos gritamos...


Pepe movió su silla hasta quedar a lado de su hermano y le tomó de las manos. Por un momento él también quiso llorar por la mirada de su carnal. Parecía tan vulnerable y dolido. 


—No puedes evitar pensar en el jefe y Rebeca ¿cierto? —Temo bajó el rostro con las lágrimas haciendo más brillantes sus grandes ojos. 


Nunca habían hablado de ello pero Pepe se temía que Temo guardaba un gran dolor por aquel momento de su vida. Temo no había conocido a su madre y en Rebe había encontrado el cariño y la ternura que le había hecho falta cuando niño. Aprendió a amarla y, con el tiempo, el cariño se volvió mutuo y sincero. 


Sin embargo, los problemas entre Papancho y Rebe habían manchado mucho ese tiempo juntos. Temo tuvo que aprender a ser duro por sus hermanitos pequeños. Temo tuvo que ver ese matrimonio desquebrajarse pero sin poder decir nada porque alguien tenía que asegurarse de que Julio y Lupita tuvieran unos brazos en los cuales refugiarse. 

Tal vez construir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora