Capítulo III

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Mateo entró al departamento y se encontró a Diego rodeado de carpetas. Al parecer el investigador de Ubaldo Ortega no estaba muy familiarizado con la era digital y le era más sencillo atiborrarles de papeles llenos de información sobre la madre de Yolo. Tenían una semana en ello, aunque, para ser completamente honesto, Diego era el que se había comprometido al cien por ciento en ello.


Mateo tenía sus reservas y no podía apartarles de su mente.


—Alguien le debería de abrir un correo al señor Filiberto Rodríguez ¿no crees? Pronto esteremos nadando en reportes y carpetas —Diego estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada en el sofá. Su cara era una muestra de concentración extrema. Mateo se sentó a su lado mirando de reojo el reporte que tenía entre las manos. Era más que obvio que el investigador estaba dando tumbos sin mucho éxito.

—No confía en los dispositivos electrónicos, ni en la internet —Mateo asintió distraídamente. Está genuinamente sorprendido de ver a Diego tan concentrado en algo que no fueran sus videos para sus clases.

—¿Y tiene que mandártelos diario? Supongo que este reporte dice lo mismo que el de ayer y el del día anterior a ese.

—Yo le pedí que me los enviará diario —Mateo soltó un prolongado ok y eso fue todo. Vio a Diego dibujar una línea con los labios apretados —. Bien, basta. Estás siendo terriblemente descortés. Muy idéntico al bruto Mateo Symanski que conocí al inició del año pasado. Deja eso, por favor. Es exasperante.

—Diego...

—Sé por qué lo haces. Yo también tengo miedo pero no por eso voy a dejarla sola —Mateo miró a Diego. Quería discutir con él y decirle que estaba equivocado pero era evidente que no iba a poder mentirle.

—Sólo que esto se me hace absurdo. ¿Por qué exponerla de esta manera? Esa mujer se fue, les dejó y encontrarla ahora no hará un cambio. Tal vez hasta la rechace. ¿Cuál es el punto de ponerla en una situación semejante? Yolo no se lo merece.

—Pero ella necesita cerrar ese ciclo, Mateo. Eso es algo positivo para ella. Cerrar esos círculos viciosos suele sanar almas. Mírame a mí, cuando por fin hablé con mi papá fue tocar fondo. Él supo cómo me sentía pero lo mejor fue deshacerse de esos sentimientos al decírselo. Ahora mi relación con papá ha mejorado muchísimo.

—No creo que esto vaya a resultar así para Yolo.

—Para eso vamos a estar con ella. Para todo lo que pueda o no pasar. No la podemos dejar sola —Mateo evitó soltar un suspiro frustrado. Sabía que estaba siendo un imbécil. Yolo no era una princesa a la cual cuidar. Era realmente todo lo contrario. Yolo era brillante; una mujer fuerte, independiente y capaz que quería enfrentar su pasado con una entereza realmente abrumadora. Y Diego estaba siendo un gran amigo ayudándole con todo; mientras él... bueno, estaba siendo el cobarde de siempre pero ya no era sorpresa. Él seguía dándole vueltas a la idea de salir del armario con sus padres.

—Tienes razón. Estoy siendo un idiota —Diego le sonrió encantadoramente y le pasó tres escritos enteros del patético Filiberto Rodríguez. Estaba seguro que si Diego, Temo y él se pusieran realmente a investigar ya hubieran encontrado a la mamá de Yolo.


Pasaron los siguientes veinte minutos analizando las tonterías del investigador o por lo menos Diego lo seguía haciendo mientras Mateo no podía dejar de desviar su mirada hacia su amigo. De vez en cuando se mordía el labio inferior mientras leía algo que le causaba curiosidad. Lo vio haciendo anotaciones en su móvil y luego seguir leyendo.

Tal vez construir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora