Capítulo XV

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Diego bebió un poco de té mientras seguía con la mirada la marcha apresurada de sus vecinas. A él, en ocasiones, le gustaba inventarse historias sobre ellas. Le divertía ese misterio que les envolvía. Siempre salían a la misma hora, para su gusto, demasiado temprano para cualquier otra cosa que no fuera salir a misa. Eran dos mujeres bastante singulares; amables, reservadas. Tal vez por en eso radicaba la fascinación de Diego.

Sin embargo, justo en ese momento, no tenía ninguna historia graciosa inundado su imaginación. Más bien, pensaba en el tipo que estaba dormido en su habitación. Diego no podía dejar de pensar en la mirada de Mateo. En la forma en la que parecía realmente harto de todo y eso le hacía recordar cuando él también se sintió así. Mateo, le hizo recordar aquellos momentos en los que simplemente quería desaparecer.

—¿Sigues inventándote historias de las vecinas?

—No, sólo me da curiosidad que siempre salgan a estas horas —Yolo se encogió en hombros y siguió comiendo su cereal con una tranquilidad que distaba mucho de sentir — ¿Sigue dormido?

—Como un angelito.

Providencialmente había recibido la llama de Temo diciéndoles que no llegarían a dormir esa noche. Eso les había dado un poco de tiempo para lidiar con la situación de Mateo. Tanto Yolo como Diego sabían que lo mejor para Symanski era alejarse un poco de su familia y sentirse un tanto libre. 

Lo que había hecho en aquel baño no era un evento aislado, más bien, era un grito desesperado de ayuda y, ni Diego, ni Yolo podían ignorarlo.

—¿Por qué nunca me habías contado lo de la abuela de Aris? —Yolo dejó el tazón vacío en la pequeña mesita que tenían en el balcón y luego miró a su amigo a los ojos.

—Supongo que no quería victimizarme. No sé. Ayer, lo que sucedió, removió ciertos recuerdos. Ése en particular resulta ser uno de los más humillantes. Doña Imelda supo pegar donde más dolía. Creo que durante años intente olvidar esa historia y Symanski me la recordó porque en algún momento yo también tuve miedo. También me sentí sola. También sentí que estaba harta.

—La familia de Aris fue una mierda...

—Lo es. Su abuela y su papá sobre todo. Nunca entendieron nada de nada y, lo peor, no creo que quieran entenderlo. Así que no hay mucho que hacer con ellos.

Diego pensó un poco en Ari y en lo que pasó durante esos años. Luego se dio cuenta del paralelismo que se manifestaba en las historias de los cuatro. Yolo lo había resumido muy bien diciendo que cada uno tenía sus demonios que exorcizar. Los cuatro, de una manera singular y sin notarse del todo, eran parte de un complemente que los ayudaba a seguir fortaleciéndose como personas y, al final, terminaban acompañándose en el difícil proceso de arreglarse. Y, justo eso era lo que le hacía volver a su principal problema en ese momento.

—Pero si hay mucho por hacer con Mateo ¿cierto? —Por primera vez en todo lo que tenía de conocerla, notó que Yolo no tenía las palabras justa para ese problema. En cambio, la rubia se recostó en el camastro.

—Habrá un montón de drama y nosotros tendremos que lidiar con eso. Ni siquiera sabemos si valdrá la pena. Ni siquiera lo conocemos tan bien...

—Pero eso no nos va a detener ¿cierto? —Yolo miró a Diego y este asintió.

—Sólo le daremos la opción, de él dependerá si la acepta o no.

Y así tomaron la decisión de ofrecerle a Mateo Symanski que se quedará cuanto él quisiera o por lo menos, hasta que se sintiera capaz de enfrentar todo aquello que le tenía tan preocupado. No era una decisión sencilla, ni siquiera tenían claro si Mateo aceptaría pero, por lo menos querían darle esa opción. Por lo menos querían que él supiera que no estaba solo.

Tal vez construir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora