Capítulo IV

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La incomodidad subía por su garganta. Era el tercer prospecto que escuchaban en esa semana y eso le estaba volviendo loco.

Este en especial, no era que tuviera una mala voz, el propio Ari sabía que debía educar la suya, era más bien que el chico en cuestión cantaba sin ponerle un mínimo de emoción.

Cuando Paco estaba por sugerirle que cantará si me dices que me quieres, Ari paró todo. No iba a permitir que destrozaran su canción más querida.

—Tenemos que parar. Esto no está funcionando —le dijo a Paco. El hombre asintió. Fue a hablar con el chico y luego regresó con Ari.

—Nadie va a ser tan bueno como tú, creo que ya lo notaste —Ari intentó no apretar los maxilares ante la insistencia de Paco —. Bien, si quieres, Claudia y yo podemos tomar la decisión por ti —Ari intentó no desesperarse ante la perspectiva.

—Sí, está bien —lo que realmente quería responder era que no podía importarle menos. Ese proceso lo estaba destrozando.

—Por cierto ¿cómo vas con las canciones? —Ari evitó desviar la mirada preocupado por el hecho de que su inspiración no estaba funcionando como debería.

—Voy bien... —dijo lacónicamente pero Paco lo miró con cierto escepticismo.

—Aris, no podemos saltarnos los tiempos de entrega. Quiero ver por lo menos dos canciones para la siguiente semana. Ahora, ve al estudio. Claudia te está esperando. Tal vez ella pueda ayudarte para que escribas. El disco no se va a detener. Necesitamos firmar por doce canciones y sólo tenemos ocho.

—Estarán listas. Te lo prometo.

Ari salió del lugar hacia el pequeño estudio que solía usar para ensayar sus canciones. Estaba exhausto. Sólo quería que el día terminara y regresar a casa.

Por fin era viernes y pasaría el fin de semana con Temo. Era algo que realmente anhelaba en ese momento. Su novio estaba trabajando más que nunca. Incluso tenía tres días que ni siquiera llegaba a cenar, así que, la idea de poder pasar un fin de semana con Temo le hacía sentir bien. Era algo que necesitaba, un fin de semana lejos del trabajo, sencillamente pensando en ellos.

Ari sabía que estaba haciendo mal. Sabía que se estaba poniendo una posición estresante con toda intensión. Lo mejor era contarle a Temo lo que estaba pasando con su carrera musical. Pero al mismo tiempo se preguntaba que podía cambiar al hacer eso. Tensaría más las cosas sin necesidad.

Sin embargo, no dejaba de pensar que él mismo le había pedido a Temo nunca ocultarse nada y ahora él estaba escondiendo algo que le afectaba directamente y en cierta medida era más grande que aquel insulso beso robado por Mateo. La culpa volvió a pegar en el pecho de Ari pero intentó no pensar en ello. Tenía buenas razones para esconder todo lo que estaba ocurriendo. Él se lo decía una y otro vez sin terminar de convencerse de todo.

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Paco Lacensip sonrió al ver a Aristóteles marchándose. Estaba seguro que el chico no tardaba en caer ante la presión. Durante toda esa semana lo había bombardeado con cantantes asquerosos destrozando sus canciones. Al último, incluso le había indicado deliberadamente cantar sin ningún matiz.

No pasó desapercibida para él la mirada herida y preocupada de Aristóteles. Paco estaba seguro que la frustración le terminaría pegando tanto que lo haría ceder.

Sólo tenía que esperar y él era un hombre muy paciente.

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Diego golpeo suavemente la puerta pero no espero a que lo invitaran a pasar. Sabía de antemano que Temo estaría ahí seguro revisando sus estúpidos informes o quien sabe que más. Mateo siempre decía que Temo se las arreglaba para mantenerse sumamente ocupado. No era un secreto para todos que Temo era bastante adicto al trabajo.

Tal vez construir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora