Capítulo V

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El hotel que Mateo había escogido era realmente elegante y tranquilo. La habitación de Yolo tenía una bonita vista a la piscina que intentaba ser sumamente reconfortante y cálida con el sol de Los Ángeles reflejándose en ella. Mateo se había preocupado de hasta el mínimo detalle para hacer el viaje de lo más tranquilo que pudiera.


Sin embargo, Yolo sentía todo menos tranquilidad. El silencio de la habitación le estaba resultado abrumador. La calidez que reflejaba la piscina se le antojaba superficial y el confort del lujo no era más que una pretensión falta de cualquier sentido real.


La dirección de su madre descansaba en la mesa de centro; como era costumbre, Filiberto no había tenido la delicadeza de enviarlo en un mensaje de texto como todo el mundo. Él lo había anotado en una simple hoja de papel que cualquier día se confundiría con todo menos con la respuesta a una investigación de meses. Yolo cerró los ojos e intentó serenarse.


Cuando sintió los cálidos brazos en sus hombros soltó en un suspiro toda la tensión que se había acumulado desde que salió del departamento hasta que llegó al hotel. Mateo y Diego le rodeaban con verdadero afecto que termino por hacerle sentir de nuevo algo que ella reconocía como un hogar.


—¿Estás lista? —Yolo simplemente asintió mientras ignoraba las miradas de preocupación de sus dos amigos.


El viaje en había sido tranquilo. Sin una sola palabra emitida por ninguno de los tres. Yolo tenía la seguridad de no recordaría nunca la marca del automóvil que la llevaba a la casa de su madre pero si recordaría el aroma dulzón de la vainilla que se desprendía de los asientos de tela y la sonrisa amable del conductor que no paraba de hablar sobre su esposa que, ante toda la ironía del mundo, le acaba de dar una hija.


Terminaron el trayecto cuarenta minutos después, Yolo también recordaría eso.


El complejo de departamentos era sumamente sencillo, eso fue lo primero que llamó la atención de Yolo. Esperaba el lujo de una zona residencial.


—¿Vamos? —Yolo detuvo a Mateo.

—No. Vayan a... caminar. Les llamaré cuando todo esté terminado.

—Yolo, no tienes porque...

—Pero yo lo quiero así, Diego. Esto, este momento, lo quiero para mí. A ustedes los necesitaré después... —Yolo le dio un abrazo a Diego y luego entró al complejo de departamentos.


El departamento tenía la puerta mercada con el número 26. A Yolo le tomó un aliento poder tocar. De inmediato escuchó la voz de una mujer, un segundo después, Yolo estaba frente a su madre después de tantos años de abandono. La mujer palideció, Yolo sabía que la había reconocido de inmediato.


—¿Qué...

—Hola mamá. Tú sí que rompiste con el cliché del padre yendo por cigarros y nunca regresando —se había jurado no responder así pero no pudo evitarlo.

—Yo... —la mujer bajó la mirada y Yolo se sintió tremendamente ridícula. Estaba tan fuera de lugar.

—De verdad quería hablar contigo —no soporto más ver la perturbación de la mujer y dio media vuelta. Estaba por llegar al elevador cuando sintió a su madre deteniéndole.

Tal vez construir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora