Capítulo VIII

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Temo salió de la cama de un salto. A penas y tenía tiempo para arreglarse para el evento que Pepe y Mónica habían organizado.


Después de que vieron el amanecer, Ari y él, se habían despedido para intentar dormir un par de horas por lo menos. En cuanto su cabeza tocó la almohada cayó como un tronco hasta que escuchó su alarma, eran pasadas las once del día y el evento iba a empezar en media hora más.


Tomó una camisa cualquiera y unos jeans. Corrió como loco y justo cinco minutos antes bajó por las escaleras apresuradamente para encontrarse con Mónica y el pequeño Fernando.


—Estábamos a punto de subir por ti.

—Lo siento. Se me pegaron las sábanas —Mony tomó al pequeño Fernando de la mano y empezaron a caminar hacia el jardín que ya estaba completamente listo.

—Supongo que el té de azahares no sirve cuando el motivo del insomnio tiene un hermoso pelo rizado y unos bonitos ojos negros —Temo se detuvo para ver a su cuñada —. Oh, vamos, esas miradas no son discretas.

—No... yo no... nosotros no... —Temo no tuvo tiempo de aclararle nada a Mony porque Pepe la llamó.


Temo dio un rápido vistazo a los invitados, eran más o no menos cuarenta personas, entre familias y parejas. Temo conocía de vista a algunos. Eran empresarios e inversionistas; sólo había un par de amigos cercanos a Pepe y a Mony. Eso era algo extraño. Temo intentó recordar cuál era el motivo del evento pero fue inútil pues, Pepe no lo había especificado y, él tampoco había preguntado.


De pronto, en una de las mesas, alcanzó a distinguir un rostro sumamente conocido. Era Mateo Symanski, junto a los padres de éste y una chica que Temo no conocía. Ver a los Symanski en su casa, sí que era una sorpresa. Temo no tenía idea de que su hermano los conociera. Por la cabeza le pasó la vaga idea de que tal vez le debió decir a su hermano lo bien que se llevaba con Mateo para evitar esa invitación.


Temo se decidió que lo mejor era ignorar a su compañero. Ya después investigaría el motivo de tanta gente desconocida invitada a su casa.


Buscó con la mirada a Diego y a Ari. Estaban junto a la mesa principal hablando; Temo fue con ellos, y cuando llegó recibió una agradable y dulce sonrisa por parte de Aristóteles. Al parecer, esas tensiones de antes habían mejorado considerablemente después de su conversación.


—De amarillo —dijo Ari señalándole la camisa —. Ya sabes lo que dicen... el que de amarillo se viste... —Temo se sonrojó y empezó a reír.

—Hola, buenos días. Digo, no soy parte de sus chistes locales, pero sigo aquí —Diego interrumpió con su peculiar tono.

—Sí, lo siento es que... En Oaxaca, Ari


La explicación fue interrumpida por un el sonido de la voz de Pepe presentando a Ubaldo Ortega. Escucharon los aplausos por parte de los invitados. Ubaldo tomó el micrófono después de agradecerle la presentación a Pepe.


—Queridos amigos, quiero agradecerles el estar aquí, en especial, a mi buen amigo Pepe López y su esposa Mónica quienes se ofrecieron a realizar este pequeño evento para darles a conocer mi deseo por participar en las elecciones para Jefe de Gobierno de la Ciudad de México —Temo miró a Diego que parecía igual de desconcertado que él —. Mi triunfo no se podrá lograr sin el apoyo de ustedes y sin en el apoyo de mi bella familia —Ubaldo hizo subir a Soledad y luego llamó a Diego que fue a su lado casi por inercia —. Mi proyecto será inclusivo, será cercano a la gente y a sus prioridades reales. Quiero también aprovechar esta oportunidad para presentarles a uno de mis colaboradores, alguien a quien quiero como un hijo, Cuauhtémoc López —Ubaldo le dirigió una sonrisa y siguió hablando mientras le veía —. Cuauhtémoc representa la juventud que nos motiva y que nos muestra que en la diversidad hay una deuda social tremenda a la que estamos obligados. Estoy sumamente orgulloso de él, de su forma de pensar y de su increíble talento.

Tal vez construir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora