—Steph, ¿Ya estás lista? —pregunta Sebastián desde el cuarto, yo estoy en el baño cepillando mis dientes.
—Ya, ya estoy lista —digo cuando salgo del baño.
Ya vamos de regreso. Pensé que sería más tiempo, pero sólo fueron tres días. Y estos tres días me encantaron.
Sebastián toma las valijas y las baja hasta el auto. Yo tomo las mochilas y mi cartera. Bajo las gradas y camino hacia el estacionamiento. Subo al auto y pongo las mochilas en la parte de atrás.
—¿Quieres desayunar? Porque aún hay tiempo —pregunta Sebastián.
—No, gracias. No tengo hambre —respondo recostando mi cabeza en el asiento.
—¿Segura? ¿Aguantas hasta llegar a la ciudad? —hace otra pregunta.
—Sí, no te preocupes —respondo negándole a comer algo.
La verdad es que no tengo hambre, no siento nada de necesidad. Y no me preocupo porque esto me pasa muy a menudo.
—Cómo quieras —dice y enciende el auto.
Salimos del estacionamiento y maneja hasta el aeropuerto. Un hombre nos recibe el auto y nosotros entramos al lugar. Se hace todo lo que teníamos qué hacer y ahora ya estamos subidos en el avión después de haber esperado casi una hora.
—Steph, ¿Te sientes bien? —pregunta Sebastián volteando a verme.
—Claro, me siento bien —respondo y le planto un beso en los labios.
Él se recuesta en el asiento y apoya su mano en mi muslo izquierdo. Yo la observo por un momento y luego la tomo. Levanto su mano y la acaricio con mis dedos como si estuviera estudiando cada seña que hay en ella.
Tiene unas manos tan suaves, tan finas, que podria ni yo las tengo así.
Levanta mi mano junto con la suya y besa la mía. Da tantos besos como puede en diferente parte de esta y luego la pone en el mismo lugar.
Hicimos escala en Houston y de Houston salimos para la ciudad. Fue demasiado cansado para mí. Bueno, yo creo que para los dos.
—Me duele la espalda se queja Sebastián cuando nomás bajamos del avión.
—Sí, a mí también me duele un poco —me quejo yo también.
—¿Quieres ir a comer algo? —me pregunta Sebastián cuando sube al auto.
—Sí, por favor —respondo.
Maneja hasta un restaurante que está cerca de mi casa.
—¿La pedimos para llevar? —pregunta antes de estacionarse.
—Como quieras, bueno, sí, mejor —acepto y entramos al auto-servicio del restaurante.
Pide dos hamburguesas con doble carne, dos cajitas de papas fritas y dos sodas.
—Gracias —agradezco cuando me pasa toda la comida.
—¿Ya habrá almorzado tu mamá? —pregunta antes de salir de aquí.
—No lo sé, déjame le llamo —respondo y saco mi celular.
—Hola, mamá. ¿Cómo estás?
—Muy bien, hija. ¿Necesitas algo?
—¿Ya almorzaste... —comienzo a titubear —, almorzaron?
—No, hija, pero déjanos, veremos qué hacemos para almorzar.
—No, no te preocupes, yo llevaré algo para almorzar.
—Aqui te espero —dice y corta la llamada.
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Confusos Sentimientos
Teen FictionTodo es tan confuso, y quien anda queriendo conmigo lo hace aún más confuso. Sólo esperaré. Todo a su tiempo.