Capítulo 43

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—Lo haré, debo, Lucía —cierro los ojos y suspiro cuando el masajista pasa sus manos hacia mi cuello.

—Lo que no quiero es que te diga algo que vaya a lastimarte. No quiero verte triste —me dice y estira su mano para que yo la tome.

Le doy un leve apretón y luego la suelto para acomodarla nuevamente bajo mi cabeza.

Se forma un silencio como por cinco minutos y luego hablo: —¿Sabes en dónde está?

—Vi que se dirigía a la piscina del hotel cuando iba saliendo del ascensor.

—Vaya, se fue a relajar de esa manera —sin abrir mis ojos lo imagino nadando por abajo del agua mientras con movimiento de brazos va a salir hasta del otro lado y se pasa las manos por el cabello.

Un escalofrío de deseo me recorre la espalda.

—Relájese, por favor —me dice el masajista.

Quiero saber por qué me besó, y lo voy a saber. Cuando lleguemos al hotel lo buscaré y le preguntaré.

Espero no me dañe.




—Mañana, a las ocho con treinta, en mi empresa. Quiero todo bien organizado, Lucía, por favor.

—No te preocupes, todo lo tengo bajo control —responde elevando los pulgares.

Le agradezco y le doy un fuerte abrazo.

—Cualquier cosa me llamas. Te amo, mejor amiga —se me monta encima de un brinco y luego se baja para subirse a su auto.

La veo alejarse y luego entro al hotel.

Me dirijo al ascensor y marco para el último piso. Al llegar las puertas se abren y justo veo a Peter saliendo del ascensor de enfrente.

—Hola, ¿Ya estás relajada? —pregunta y se pasa la toalla por su cabello mojado.

—Mucho, ¿Y tú?

—Igual. Ya lo necesitaba —se ríe y empieza a caminar hacia su habitación.

—Oye, Peter —lo llamo acercándome a él.

—Dime —se voltea antes de abrir la puerta de su habitación.

—¿Por qué me besaste hoy así de la nada?

—Oh, eso. Disculpa, fue algo... No sé.

—¿Tú sientes algo por mi? —pero qué carajos ando preguntando.

—No, Marcela, no siento algo por ti. Sí siento algo, pero es cariño, es amistad y el beso fue una de las pendejadas que siempre cometo, porque para mí no significó nada y espero para ti sea igual —se pasa una mano por el cabello de manera confundida como si quisiera decir algo, pero no dice nada y abre la puerta de su habitación para luego adentrarse en ella.

Sus palabras retumban por toda yo. Las sigo escuchando y más fuerte de cómo se escuchó.

Pero es que qué tonta fui yo también. Bien ilusa, soy tan ilusa. En qué estaba pensando.




Steph

—¡Hey! ¿Pero qué le pasa? —le pregunto al joven que topó mi auto por atrás.

Él se baja de su camioneta y se acerca a hablarme y yo también bajo de mi auto.

—Suba a la camioneta. Ahora —me ordena mientras mira hacia todos lados.

—Pero cómo...

—¡Qué suba a la camioneta! —grita y le pega a mi auto pasando su puño cerca de mi rostro.

Confusos Sentimientos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora