Capítulo 42

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Sebastián

—No sé qué haces, pero no puedo creer que así de fácil te quitaras el peso de encima. ¿Cuánto dinero diste? Dime —me viene persiguiendo desde que salimos de la sala del juez.

—No he dado nada. Yo no soy corrupto y deberías saberlo. ¿Por qué haces todo esto, mujer? ¿Qué te ganas? Ya debes rendirte, arregla esto, estás... No quiero decir algo que puedas usar en mi contra —camino hacia la salida y ella me detiene jalando la manga de mi traje.

—Este caso no puedes ganarlo, no puedes —me señala con su dedo índice mientras lo dice.

—¿Y qué crees? ¿Qué esperabas? Ahora sólo falta checar que ese niño sea mío y no lo es, pero ni modo. Hasta donde llegas, Briana, me das pena —me volteo para dirigirme a mi auto y dejar a Briana ahí parada con cara triste. Fingida, claro.

Qué mujer tan loca Dios mío. ¿En qué estaba pensando cuando me fui a meter con ella?

Eres un pendejo, Sebastián. 



—¿Hola? —le marco a Marcela en lo que voy de camino a la empresa.

Hola, Sebastián.

—¿Todo bien, hermanita? ¿Pasa algo?

No, no pasa nada, sólo que estoy un poco cansada.

—Te escuchas muy mal, ¿Estás llorando?

No, Sebastián, no estoy llorando. Dime tú cómo te fue en el juzgado.

—Bien. El juez dijo que hay que esperar a ver si el bebé es mío y si es mío debo hacerme cargo y todo eso que te dicen cuando no quie...

¿Pero él no es tuyo, verdad?

—Claro que no. No fui tan tonto como para meterme a la cama con Briana. Sólo una vez, pero había protección.

Recuerda que eso a veces nos traiciona.

—Cállate, Marcela. Ese bebé no es mío.

Okay. Me callo. ¿Ya sabes algo de el hackeo de la cuenta monetaria?

—Nada, nada, ¿Qué me dices tú?

No he tenido tiempo de investigar, pero puse a alguien. De confianza, claro.

—¿Dudas de alguien conocido? Porque, ¿Cómo alguien desconocido va a venir a hackear una cuenta monetaria cuando yo no he tenido ningún problema con ningún cliente? Pero ni en el tiempo de mi papá hubo algo parecido.

Briana no lo creo.

—Ni yo, no puede ser ella. Lo hubiera hecho hace mucho tiempo. Además, ella no es de las que necesiten dinero.

¿Mi madre? No, ella no llegaría a ese extremo.

—Opino lo mismo.

Llego a la empresa y bajo del auto para que lo estacionen y yo me dirijo a la entrada del gran edificio que está frente a mi.

Es misterioso, pero ya sabremos quién fue. Recuerda tener cuidado con las demás cuentas monetarias. Haz algo, baja la cantidad de dinero en ellas o algo así. Ten mucho cuidado.

—Sí, hermanita, ya estoy en eso.

Bueno, bueno. Y dime, ¿Cómo está Stephanie?

Saludo con movimiento de cabeza a las personas que andan en la planta baja y me adentro al ascensor.

—Ayer estuvimos hablando y pues creo que todo se arregló, está un poco distante. La entiendo, yo tengo la culpa, a veces suelo actuar de la forma más estúpida posible y aún así estando enojado no tiene porqué aguantarme y...

Confusos Sentimientos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora