Capítulo 33

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Hoy es sábado y no salí de fiesta con Rose como lo habíamos planeado.

—Lamento mucho lo sucedido —se acerca a mi una señora que es dermatóloga igual que mi mamá.

Tomo asiento de nuevo y veo a Sebastián entrando por la puerta de casa. Me ve por dos segundos y pasa saludando a todos los presentes.

Carga puesto un smoking negro. Se ve hermoso, como siempre.

—Buen día —saluda llegando a donde estoy. Me abraza y susurra: —Aquí estoy, para ti.

—Padre —saluda a Ricardo asintiendo con la cabeza.

Toma asiento a su lado acomodando su corbata y su saco. Me miraba de reojo y sonríe.

Le correspondo con una media sonrisa y me levanto diciéndole a Ricardo que saldré al jardín a tomar aire.

Salgo de ahí y deslizo la puerta que da al jardín. Cierro y tomo asiento en una banca. Apoyo mis codos en mis rodillas y hundo mi rostro en mis manos.

¿Por qué te fuiste? ¿Por qué ahora? Mi vida está en hilos por aceptar estár con Ricardo y para nada porque te fuiste. ¿Qué puedo hacer? Yo quiero estár con Sebastián, no con Ricardo. ¿Quién te ha intoxicado? ¿Qué sucedió en realidad? ¿Por qué lo hicieron?

—Te traigo esto —habla Scott en frente mía con una taza de saber qué —. Es un té que va a relajarte.

—Gracias —agradezco tomando la taza. La pongo en el suelo y limpio las lágrimas que se deslizan por mi mejilla.

—Ven acá —extiende Scott sus brazos y sin pensar lo abrazo con fuerza.

Lo necesitaba. Un buen abrazo, de alguien que yo sé me quiere bastante.

—¿Quieres hablar? Puedes hacerlo conmigo —me dice y posa su mentón en mi coronilla.

—Me odio —le digo sin parar de llorar —. No me despedí de mamá, al contrario, me enojé con ella. Estabamos hablando sobre sus clínicas que dijo que las quería poner a mi nombre y...yo me negué y cerré de un portazo.

Dejo de hablar y susurro: —Scott, no te vayas aún.

Me abraza con más fuerza y me responde: —No me estoy yendo, sé que me necesitas.

Se agacha a tomar la taza y me la da. Agradezco de nuevo y bebo de ella. El líquido caliente me soba la garganta hasta llegar al estómago.

—Hola, chicos —llega Marcela a pararse a nuestro lado —. Steph, lamento mucho lo sucedido.

Me levanto y la abrazo con mucha fuerza.

—Estamos para ti en todo momento, quiero que lo sepas —besa mi mejilla y se separa de mi.

–Steph —llama Sebastián entrando al jardín.

Me lanzo sobre él y lo abrazo. Me da miedo mi reacción, pero necesitaba abrazarlo.

—Te amo, te amo, te amo —susurra en mi oído.

Alza mi barbilla con sus dedos y acerca su boca a la mía –. Te amo como nadie lo ha hecho, Steph. Me tienes a mi, tienes a mis hermanos y tienes a nuestro hijo —dice antes de comenzar a besarme.

Necesitaba sentir sus labios sobre los míos, necesitaba que él me dijera esas palabras. Necesitaba su abrazo. Necesitaba su calor, su cuerpo junto al mío. Lo necesitaba a él.

—Tú y esta pequeña personita que está aquí dentro —dice posando sus manos sobre mi estómago —, son todo lo que amo y todo lo que necesito para estár en este mundo.

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