Checkmate

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Londres definitivamente siempre había sido el mayor sueño de Emma. Poder visitar la ciudad, conocer cada uno de sus hermosos y famosos monumentos, aprovechar cada noche fría y oscura. Su sueño, de verdad, se estaba haciendo realidad. En la ciudad de sus sueños, en la casa de sus sueños y con su familia de acogida de sus sueños. A aquellas tardías horas de la mañana de un frío domingo, la joven observaba desde la ventana de su cuarto las nubes grises en el cielo y a los niños forrados de arriba abajo jugando a la rayuela en la calle. No había bajado a desayunar, pues además de haberse despertado tarde, aún no sabía cómo y qué decirle a Regina después del incidente de la noche anterior. La rubia se preguntaba el motivo de Regina para haberla besado.

En la sala de estar, Regina sujetaba entre sus manos un libro de antropología, sin embargo su mirada estaba totalmente direccionada hacia la pequeña puerta de la estancia donde se encontraba el piano. La morena no podía dejar de mover los pies mientras imágenes de la noche anterior pasaban por su cabeza. Mills estaba decidida a olvidar lo que había hecho y a enfrentar los próximos meses al lado de Emma como si nada hubiera sucedido. A fin de cuentas, según su modo de ver y de pensar, no había significado absolutamente nada para Swan. Ahora, el libro que agarraba estaba totalmente marcado por sus uñas ya que la morena las había clavado en la portada.

—De esa manera vas a agujerear el libro. Tus uñas están enormes— dijo Bella entrando en la sala y sentándose al lado de la tía, sacándola de su pequeño trance.

—¿Vas a salir?— preguntó Regina tras analizar las ropas de su sobrina. Bella llevaba puesto un vestido floreado con un abrigo rosa bebé por encima y zapatillas del mismo color.

—Voy a lleva a Kitty y a una amiga al centro comercial. Aprovecharé para dar una vuelta y comprar algunas cosas que necesito. Le pregunté a Emma si quería venir, pero me ha dicho que no se encuentra muy bien. ¿Quieres venir tú?

—Oh, no, querida. Tengo que preparar mis clases de mañana. Divertíos.

Cuando las sobrinas dejaron la casa, Regina decidió ir a la cocina y prepararse un café. El café le calmaba más que cualquier otra cosa. Fiona entró en la cocina junto con Emma. Las dos estaban charlando y riéndose. Cuando las miradas de Regina y Emma se cruzaron, una gran tensión se hizo en el ambiente, pero rápidamente la morena volvió a concentrarse en su café.

—¿Queréis café?—preguntó Regina mientras se servía su taza sin mirar a las otras dos

—Yo quiero— dijo Emma algo avergonzada empujando su taza hacia la morena

—Yo no tomo café a estas horas— dijo Fiona —Creo que voy al super a comprar algo para la cena. Estaba pensando en hacer hoy algo diferente.

—¿Por qué? ¿Vas a traer a otro invitado sorpresa?— preguntó Regina con la voz cargada de ironía

—Nunca más. Después de lo de ayer, prefiero no invitar a nadie sin consultarte— dijo Fiona mientras movía las manos en el aire, arrancando algunas risas de Emma y Regina —Bueno...Emma, ¿quieres venir conmigo?

—Hum...Creo que no. Hoy no me encuentro muy bien. Me duele la cabeza.

—Entonces te traeré algún remedio— dijo mientras se ponía el abrigo y el bolso —Ciao a las dos. Hasta luego.

En cuanto Fiona dejó la casa, volvió a instalarse en la cocina el tenso clima de antes. Regina estaba apoyada en uno de los armarios, mientras Emma se encontraba sentada en uno de los taburetes de la gran isla en el centro de la cocina. La morena golpeaba, lenta y nerviosamente, con la punta de sus uñas la porcelana de su taza, provocando un sonido extremadamente irritante.

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