Compromising question

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Regina Mills, por favor

Al escuchar, en persona y no por teléfono, la voz ronca y baja después de tanto tiempo, Emma sintió cómo su corazón se aceleraba y tuvo la certeza de que sus latidos se escuchaban más que la música que salía fuertemente de los altavoces.

Ella no alzó la mirada. No podía creer que fuera real.

Swan encaraba el libro y las manos cubiertas por los guantes negros de cuero mientras sentía que las lágrimas se acumulaban en sus ojos.

Cuando finalmente alzó la mirada, las lágrimas de la morena brillaban tanto como las de la rubia.

―Tú...―dijo Emma en mitad de los sollozos. Sonrisas nerviosas brotaban de su boca ―Tú estás aquí―Se levantó y saltó la mesa, lanzándose a los brazos de la mujer, que la rodeó en un fuerte abrazo cargado de añoranza ―¡No me lo puedo creer! ¡Realmente estás aquí!―Decía nerviosa abrazándose cada vez más fuerte a la morena, palpando su espalda, brazos y cabeza para estar segura de que todo aquello era real.

―Lo estoy, Emma―dijo Regina con voz de llanto. Ella acariciaba con una de sus manos el cabello rubio que tanto amaba mientras el otro brazo rodeaba la espalda de la mujer ―¡Es real! Se terminó la distancia, mi amor. ¡Estamos juntas!―dijo ella apartándose un poco, quedando cara a cara, el momento en que Swan vio que Regina también lloraba de emoción.

Las dos se quedaron largos segundos analizándose mientras lloraban e intercambiaban sinceras miradas. Emma pasaba las manos, trémulas, por el rostro de Regina, que no podía dejar de sonreír pegando su nariz a la de la rubia.

―¿Cómo...?―Emma iba a preguntar, pero Regina la interrumpió.

―Calma―dijo Regina sonriendo antes de unir su boca a la de Emma en un beso sereno y de pura añoranza.

Emma, rápidamente, concedió paso a la lengua de la mujer y rodeó su cuello con sus brazos. Regina la agarró por la cintura y unió aún más sus cuerpos. Tras un largo beso lleno de mordiscos, las dos se apartaron con la intención de recuperar el aliento que habían perdido ante las ganas de recuperar ese tiempo perdido.

―¡Cómo lo he echado de menos!―dijo Regina con los ojos cerrados y ceño fruncido, haciendo reír a Emma.

―Tengo miedo de que esto no sea más que un sueño. No quiero despertar y que la realidad me muestre que no estás aquí.

―Estoy aquí de verdad, mi amor―dijo Regina sonriendo agarrando el colgante de un pájaro que le había regalado a Emma el día que se había mudado de casa de Fiona ―Aún lo llevas―sonrió ampliamente.

―Me da suerte―respondió Emma agarrando la mano de la mujer ―Regina, ¿qué está pasando?

La morena sonrió y le dio un piquito en los finos y rosados labios que tanto amaba.

―Quiero explicártelo todo. ¿Por qué no vamos a una cafetería a conversar?

―Créeme, quiero ir contigo a otro lugar ahora mismo―dijo Swan con una maliciosa sonrisa y cálida mirada, cosa que hizo que Regina riera y se humedeciera los labios.

―Deja eso para más tarde―dijo echando hacia un lado el cabello de la rubia―Primero, vamos a tomar un café.

Caminaron dadas de la mano hasta salir de la librería en total entusiasmo. Finalmente estaban juntas y felices. Nada más importaba. Al lado de una tienda, Regina sacó del bolsillo de su chaqueta unas llaves y destrabó las puertas de un bonito coche negro.

―¿Es tuyo?―preguntó Emma con la ceja arqueada.

―Sí. Lo he alquilado al llegar―explicó abriéndole la puerta a su novia, y entraron enseguida en el coche.

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