Halloween's birthaday stuff

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Emma

El final de octubre se estaba acercando, y con él, mi cumpleaños. No me gusta haber nacido el famoso día de las brujas, pues siempre me causó chistes en la época de la escuela.

Era 30 de octubre. Víspera de mis 22 años. Muchos se preguntarán qué hago yo en la víspera de mi cumpleaños y día de las brujas, y bien, puedo responder así: me quedó decorando la casa con calabazas y murciélagos. Mejor programa que ese no existe.

Mi intercambio de emails con Regina, infelizmente, había disminuido. Nuestros horarios nunca coincidían. Pero siempre que tenía tiempo para comprobar la bandeja de entrada y responder, lo hacía, al igual que ella.

Aunque lo intentara, no podía estar triste. Logré ver todos esos males como un paso para el bien que vendría en algún momento de mi vida. Me siento realizada con todo lo que he alcanzado últimamente. Y cuando digo últimamente, me refiero desde el día en que fui seleccionada para ir a Londres.

Mi relación con mi madre había vuelto a la normalidad, pero siempre discutíamos cuando el tema era aquel que, aunque ella no quisiera, siempre acababa tocando: Regina. Ese nombre le provocaba a mi madre escalofríos, como si Gina fuera alguien que pudiera hacerme daño, a mí o a la familia, cuando ella jamás lo haría.

Mi primera impresión de Regina Mills había sido la de una mujer amargada. Pero desde que puse mis ojos en ella, sabía que aquella postura rígida e imponente era una especie de armadura para protegerse, y eso era típico de la gente que había sufrido mucho en la vida. ¿Y adivinen? No me equivoqué. Regina había pasado por muchas cosas malas, y la peor de todas, había sido intentar adoptar un bebé cuando se sentía sola, y no haberlo conseguido. Lo que ella necesitaba, y aún necesita, es a alguien que haga sus días mejores, que dejen ser sombríos y les dé color. Alguien que la haga reír, que la ayude y que la aconseje. Creo que todo el mundo necesita a alguien así, ya sea un amigo, un hermano, un amor, o lo que sea. Pero puedo afirmar una cosa con todas las letras: yo soy ese alguien para Regina Mills, y ella lo es para mí.

Aunque estaba tan lejos, parecía estar tan cerca, ya que no salía de mi cabeza. No había un minuto siquiera de mi día que no pensara en ella y en nuestro incierto futuro. Solo conseguía visualizar en mi mente el momento en que estaría en sus brazos de nuevo, sin restricciones, sin secretos, sin ninguna preocupación. El momento en que sentiría de nuevo sus manos en mi rostro, cómo me cuidaba cuando me ponía enferma, borracha o incluso congelándome de frío.


Estaba atardeciendo, no hacía mucho frío, y yo estaba terminando de hacer los últimos ajustes de la decoración de Halloween con mis hermanos, que decían que estaban ayudando, pero en realidad estaban solo robando los dulces que había separado para repartir entre los niños del barrio.

―¡Emma, está precioso!―dijo mi madre al encontrarme en el porche y ver la decoración de telas de araña en las balaustradas, los murciélagos y las calabazas al lado de la puerta y otros objetos de decoración ―Solo tú puedes hacer estas cosas. Yo no tengo paciencia―rio ―¿Dónde has tirado lo que sacaste de las calabazas?

―En unos frascos en la nevera. Me imagino de qué vamos a sobrevivir hasta finales de semana―dije revirando los ojos y sonriendo.

―Crema de calabaza, gratinado de calabaza, sopa de calabaza, calabaza rehogada...―dijo Archie acercándose a casa. Subió las pequeñas escaleras de la entrada y abrazó a mi madre por detrás.

―Hola, Archie―saludé con una sonrisa tonta. Siempre encontraría hermoso verlos juntos, aunque aún no fuera oficial.

―¿Entonces? ¿De qué te vas a disfrazar en tu día? Literalmente tu día―siempre decía lo mismo. Me llamaba bruja y cumpleañera ―Serías una hermosa Campanilla―fue imposible no acordarme de Rose y del día que me dijo que Killian le había pedido que se disfrazara de Tinker Bell.

Exchange auntDonde viven las historias. Descúbrelo ahora