Midnight's call

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―Creo lo único que me hace feliz de que estés aquí es que has hecho este pudin. ¡Nadie hace un pudin como el tuyo!―Regina bromeó con la madre.

Ya era víspera de Navidad y Cora Mills había llegado a Londres esa mañana. Todas las Mills estaban en la cocina preparando los platos para la cena que tendría lugar más tarde.

El ambiente era bueno y familiar, cosa que alegraba el corazón de todas las mujeres. Regina se marcharía después de Navidad y del cumpleaños de la hermana, así qué, el día de fiesta sería una especie de despedida.

Cora se rió de la broma de la hija, y manchó su nariz con un poco de harina.

No veían a la madre desde el evento benéfico.


Cora se había mudado a Italia tras el fallecimiento del marido, pretextando que de aquella manera estaría más cerca de él, ya que el hombre tenía descendencia italiana y amaba aquel país más que cualquier otro.

―Si vas a seguir con esas bromitas, me veré obligada a esconderte el pudin y no dejaré que comas ni un trocito―dijo riendo.

Fiona estaba cuidado del resto de comidas junto con Bella, y Katherine fingía que estaba ayudando, pero en realidad estaba allí solo para lamer la cuchara de los postres después de que estuvieran listos.

Regina aún no le había contado a su madre lo de Emma, y la mujer, obviamente, ni desconfiaba. Solo había visto a Emma una vez-en el evento- y ni siquiera se acordaría de ella, pensó Regina.

Siempre había tenido una fuerte relación con su madre, aunque estuviera más unida a su padre. Nunca había tenido una intimidad tal para contarle los hechos de su día a día, pero era su madre, y la morena se sentía en la obligación de contarle lo que viene atormentando, de la mejor manera posible, su vida en esos últimos meses.

―¿Sabes? Tengo que contarte una cosa―empezó a decir bajito, evitando captar la atención de las sobrinas y de la hermana. Estaba removiendo la masa de los biscochos mientras su madre los iba metiendo en los moldes. Cora arqueó una ceja en dirección a la hija, que tragó en seco ― Pues que estoy con alguien. Y enamorada.

La mujer frunció el ceño. Nunca, en su vida, había escuchado a su hija confesando que estaba enamorada de alguien.

―¿Lo estás eh?

―Sí...―Cora no sabía nada de su sexualidad. Ni podía pasársele por la cabeza que a su hija también le gustaban las mujeres ―Es una mujer.

Cora desorbitó los ojos, y su rostro adquirió una expresión de asombro.

―¿Una mujer? ¿Cómo es eso, Gina?

―No sé si este es el mejor momento para contarte esto, mamá. Pero de cierta manera siento que te lo debo. Sí, es una mujer. Y estoy con ella casi un año, para ser sincera. Y quizás te estés preguntando por qué no sabías que también me gustaban las mujeres, pero te puedo responder a eso. Infelizmente tú no estabas presente en mi vida en la época de descubrimientos, y yo nunca tuve la oportunidad para contártelo. Pero no te juzgo por eso, de verdad. Entiendo tus decisiones―dijo suavemente mientras miraba fijamente a su madre a los ojos ―Y como en dos días me mudo, si no te enterabas hoy, probablemente solo lo sabrías el día de la boda, así que...―sonrió tímidamente.

―Espera, ¿vais a casaros?―Cora preguntó sorprendida.

―¿Qué? ¡No!―rió―Es un modo de hablar. Ni siquiera estamos saliendo juntas ahora.

―Hija, ¿por qué no dejamos esto aquí...―señaló los moldes con la masa ―para después y vamos a la sala a conversar?

Regina asintió y caminó hasta la sala de estar con su madre. Cora parecía serena y no parecía estar enfadada o decepcionada con lo que la hija le acababa de contar.

Exchange auntDonde viven las historias. Descúbrelo ahora