Wedding and Paris Honeymoon

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Una semana y media después de la tan inesperada petición de casamiento, el día de la ceremonia había finalmente llegado. Hacía frío y los árboles y arbustos comenzaban a verse cubiertos de flores que anunciaban la llegada de la estación favorita de una de las novias del día, de Emma. Al despertarse esa mañana, Swan echó de menos a Regina a su lado en la cama, pero las dos habían llegado al acuerdo de no verse hasta el momento de la firma, así que siendo así, Regina, la noche anterior, se había ido a hospedar a un hotel cercano al juzgado donde se celebraría la boda.

La rubia se despertó lentamente sintiendo la luz del sol entrando por las rendijas de la cortina mal cerradas la noche pasada, y también con los ladridos de Lola-que no había ido al hotel con Regina. Ella se sentó en la cama y se pasó la mano por el cabello corto antes de mirar por la ventana de su cuarto, y ver que la preparación para la "pequeña reunión" ya estaba siendo puesta en marcha. La pareja había quedado en hacer la fiesta en el jardín de la casa de Emma, ya que era un espacio lo suficientemente grande para acoger solo a los amigos más cercanos.

Sarah, con sus gafas de vista, aún estaba en pijama y agarraba una carpeta en sus manos mientras observaba atentamente lo que hacía cada persona. Sí, sería algo sencillo, pero Sarah Swan era algo exagerada.

Emma sonrió al ver los arreglos de girasoles y rosas rojas sobre las mesas, y en una de estas había un pequeño pastel blanco de dos pisos y algunos dulces alrededor.

Sarah miró hacia arriba y vio a su hija por la ventana, y enseguida brotó en sus labios una amplia sonrisa, soltando todo lo que tenía en las manos para subir al cuarto de Emma.

―Buenos días, mi amor―dijo ella suavemente al entrar en el cuarto de la hija ―He cogido hora con un esteticista y peluquero. Vendrá a prepararte antes de salir hacia el juzgado.

―Ah, mamá...No era necesario―Sonrió tímidamente y golpeó la cama, para que la madre se sentara a su lado. De repente, una triste expresión se dibujó en su rostro, preocupando a su madre.

―¿Qué cara es esa? Deberías estar feliz―dijo Sarah.

―Lo estoy―Respondió Emma clavando sus ojos en los de su madre. ―Es solo que...No sé. Es genial estar rodeada de la familia y de los amigos y teneros a todos cerca para mimarme y, ¿sabes? Regina no los tiene. Su familia y amigos están muy lejos. Les contó lo de la boda a Fiona, Bella, Kitty y Zelena, pero joder, no es tan fácil cruzar medio mundo solo para asistir a una boda. Creo que las únicas personas que ella tendrá aquí son aquellas chicas a las que conoció en España, Anna y Mérida.

Sarah se mordió los labios, nerviosa, y encaró a la hija con ansiedad en los ojos durante todo el rato en que ella se estuvo desahogando. A Emma, obviamente, aquello le extrañó, pero enseguida llegó a la conclusión de que podría ser nervios de madre sobre la "fiesta" que tendría lugar más tarde.

―Estoy segura de que Regina estará bien―fue todo lo que dijo antes de cambiar de tema ―Bueno, ya sabes qué ropa te vas a poner, ¿eh?

Sarah caminó hasta el armario de Emma, sacando un traje chaqueta blanco y ceñido que Emma usaría aquel día.

―Sí

―Genial. Te subo un café y vuelvo abajo. Ya vengo.

Sarah salió del cuarto y dejó a Emma ansiosa y feliz para que descansara.


En el cuarto del hotel, a pocos kilómetros de dónde todo sucedería, Regina tomaba una taza de café intentando dejar de lado los pensamientos que tenía a mil. La morena caminaba de un lado a otro, intentando controlar sus pensamientos negativos, su premonición de que algo saldría mal. A fin de cuenta, a Regina le gustaba ser pesimista. Decía que el pesimismo tenía sus ventajas, y de hecho las tenía. El pensamiento negativo puede sorprenderte cuando aquello que tanto deseas finalmente sucede. Bueno, eso era lo que ella pensaba.

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