Sin has a name

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Una semana larga e intensa había transcurrido desde el día en que la relación entre Emma y Regina había comenzado a romperse. De cara para afuera las dos estaban bien, pero todas las noches antes de dormir, pensaban la una en la otra. Era inevitable. Swan se pasó todos los días dedicada a las pruebas del curso, que eran muchas. Se encontraba con Rose por las tardes, prácticamente todos los días, y se quedaban hasta la noche hundidas en aquella infinidad de textos, sonetos, poesías...Todo lo que amaban. Regina dedicó toda su semana a las clases particulares de español y a las salidas por las noches con su antiguo grupo de amigas-reunido ahora de nuevo. Aunque su mente cada cierto tiempo volvía a pensar en los labios finos y rosados que tanto le gustaba, quería crear un buen diálogo con Kristin. Quería descubrir si aún sentía algo por esa mujer que tanto la conmovió en el pasado, sin embargo, cuanto más lo buscaba, más certeza tenía de que su corazón y su cuerpo solo pertenecían a una persona.

Era viernes por la mañana y Emma estaba inquieta en el aula acabando una prueba. El ruido de los agujas del reloj, colgado en la pared, la molestaba, y la hacía resoplar con frecuencia. Estaba dispuesta a levantarse y romper aquel objeto en mil pedazos. Entre todas las pruebas que había tenido a lo largo de la semana, esa era con seguridad la más difícil. ¿La prueba sobre la novela? Describir características de los personajes, hablar de sus flaquezas, sus costumbres...Realmente ese no era su fuerte. Y sin contar que estaba cansada después de una larga semana con pocas horas de sueño, y horas dobladas de estudio. A Emma le gustaba escribir sobre el libro, sentir cada párrafo en su alma y poder identificarse con ello.

Incluso con toda la dificultad, Swan fue la primera en entregar la prueba. Volvió a su sitio y pasó la mirada por el reloj que tanto la había irritado, deseando que llegara la hora de salida. Conforme los alumnos iban entregando sus pruebas, Mary Margaret las iba corrigiendo, y eso ponía a la joven cada vez más nerviosa. Cuando se hizo la hora de marcharse, todos se levantaron y fueron saliendo. En la puerta, Emma se vio detenida por la suave voz de Mary que la llamaba.

—Ya me he dado cuenta de que cuáles son tus puntos flacos, Emma— dijo la profesora con una débil sonrisa mientras observaba la prueba en sus manos.

—¿He sacado una nota muy mala?— preguntó avergonzada. Su corazón latía frenéticamente y sus piernas flaqueaban.

—Por debajo de la media— dijo enseñándole la hoja a la joven —Estuviste excelente en todas las otras pruebas, y por eso voy a creer que describir personajes no es tu fuerte y que hoy no es tu día.

—¿Qué quiere decir con eso?— preguntó con el ceño fruncido

—Voy a darte una segunda oportunidad. El lunes harás otra prueba y vas a intentar mejorar tu nota—la joven respiró aliviada y se pasó la mano por el rostro —Tienes talento, Emma. Tu escritura es genial y cautivadora, eres inteligente, sabes asociar las cosas. Eres, de lejos, la mejor alumna de este grupo. Incluso algún día podrías escribir un libro, ¿sabes? Me encantaría lanzar una obra tuya.

—Muchas gracias, señorita Blanchard— dijo, dando énfasis en el "muchas" —Voy a estudiar más para la prueba. Lo prometo.

—No tienes que agradecer, querida. Sé cómo esta nota puede perjudicarte más adelante. Solo quiero ayudarte— dijo

—Ok...Hasta el lunes— sonrió de oreja a oreja a la mujer y enseguida salió del aula

Se sorprendió cuando al salir del edificio se encontró con Regina en el aparcamiento, apoyada en su coche y entretenida con su móvil. Con el corazón casi saliéndose del pecho, Emma caminó rápidamente hacia ella, que ni siquiera había notado su presencia.

—¿Qué estás haciendo aquí?— preguntó sin ni siquiera decir hola. Las dos apenas habían intercambiado una docena de palabras durante toda la semana.

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