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Con la llegada de febrero, Emma estaba más ocupada que nunca. Casi no paraba en casa. Pasaba la mayor parte del tiempo en Goldier, en reuniones con los dueños, acompañando el proceso de publicación del libro o realizando nuevas sesiones de fotos. Swan estaba sintiendo en la piel qué y cómo era la vida de una persona adulta y trabajadora, pero la estaba gustando. La ansiedad ante la publicación era inmensa.

Aquella mañana de sábado, Emma estaba en su cuarto viendo comedias románticas-su género favorito-con su madre, que en realidad no estaba viendo las pelis, sino durmiendo. El libro saldría publicado aquel mismo día, pero llenaría los estantes de las librerías solo el lunes. Aquellos estantes llenos de libros maravillosos que Swan siempre adoró leer, las bibliotecas que siempre le gustó frecuentar, finalmente tendrían una obra suya. La felicidad era tan grande que apenas podía expresarla.

Milah planificó la primera sesión de autógrafos y la presentación para un mes tras la publicación, porque así daría tiempo a que los críticos la estudiaran y la gente la comprara. Y era eso lo que asustaba a Swan: los críticos y las personas. Nunca había expuesto su escritura a mucha gente, y ahora sería analizada por los críticos más renombrados del país. Aunque intentara mantener la confianza, la inseguridad hacía que su estómago se revolviese al pensar en la posibilidad de fracasar como escritora.

―Está sonando el timbre―murmuró Sarah mientras se despertaba con el estridente sonido.

―Ah, pero la peli está en la mejor parte. Ahora es cuando van a la casa de la abuela de él y tienen que fingir todo muy bien―Emma refunfuñó. Estaban viendo La proposición, una de sus favoritas.

―Ve, Emma―Sarah pidió y volvió a dormirse.

Emma se levantó, de mala gana, y caminó hasta la puerta, cuando abrió, vio a un chico del servicio de mensajería con una pequeña caja en las manos. Le extrañó, porque obviamente no recordaba haber hecho ninguna compra por Internet, ni su madre tampoco.

―¿Emma Swan?―el hombre preguntó al leer el nombre en la información de la caja.

―Eh...Soy yo―dijo ella algo desconfiada. Su cara dejaba claro que antes de abrir la puerta había estado descansando.

―Entrega para usted. ¿Puede firmar aquí?―dijo él levantando la caja y un bolígrafo hacia la rubia.

―Ah, claro―dijo y firmó el pequeño papel, devolviéndoselo al hombre en seguida.

Aún extrañándole lo ocurrido, Emma depositó la caja sobre la mesa de la cocina y leyó la información que había en un papel pegado a la superficie. Al leer "Goldier" en lo alto de la hoja, desorbitó los ojos y se abalanzó sobre la caja, abriéndola en pocos segundos. Sus ojos se llenaron de lágrimas ante la sorpresa recibida.

―¡Soy una autora publicada!―vibró de felicidad al coger, finalmente, en sus manos, su libro. La portada oscura con las dos mujeres sentadas lado a lado al piano con copas de vino a los lados la hizo enamorarse aún más no solo de la historia que había escrito sino de la hermosa historia de amor que había tenido en Londres con Regina. Emma agarró el libro en sus manos como si fuera un cristal, y aún no se podía creer lo que estaba sucediendo. Su corazón y cabeza eran una mezcla de felicidad, emoción y entusiasmo por haber alcanzado uno de sus mayores objetivos y haber realizado su mayor sueño.

Dentro de la caja, el libro vino envuelto en un papel de seda rojo, y cuando Swan miró una vez más dentro de la caja, vio un pequeño sobre con una nota pegada a él. Dejó, delicadamente, el libro sobre la mesa y con manos trémulas cogió el sobre, lo abrió con cuidado y se encontró con su primer pago por la publicación del libro. Desorbitó los ojos y sintió que su visión se nublaba ante tal cantidad de dinero. No recordaba la última vez que había visto tanto dinero junto. Sonriendo de oreja a oreja, despegó la nota del sobre y comenzó a leerla.

Exchange auntDonde viven las historias. Descúbrelo ahora