¿Dios sí? ¿Dios no?

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- ¡¿Bromeas?! ¿Vas a hacerle caso a Michael después de todo? – Reclamó Castiel.

La cena había finalizado, pero la disputa pasaba a otro plano más personal.

- Dije que lo iba a pensar, no cambies mis palabras. – Se defendió Lucifer, sirviéndose más vino.

- No hay absolutamente nada que pensar. La vida de nuestros hijos no se pone en duda, Lucifer.

- Lo sé, pero no tenemos por qué sacar conclusiones apresuradas. Quizá no vaya tan mal.

- Prometiste protegernos. ¡Si algo le pasa a Jack y Nathan, no voy a perdonarte!

El ángel desapareció frente a los ojos del rubio, dejándolo con la palabra en la boca. Luci despeinó su cabello, harto de tantas idas y vueltas, reclamos y discusiones.

Salió de la oficina para ir a buscar chocolates al cajón de la sala, allí donde Cas los guardaba. Nathan estaba recostado en el sillón, a todo lo largo, viendo una película. Mientras, el hermano mayor, comía palomitas sentado de lado en el sofá individual.

- ¿Mamá sigue enojado? – Interrogó Jack en cuanto vio entrar a su padre.

- Últimamente solo se dedica a discutir todo lo que hago. – Rezongó.

No era algo que le dices a tus hijos, mucho menos cuando no poseen ni un año de edad mental. Pero se le escapó en medio de la furia. Rompió una tableta de chocolate, dándole un trozo a cada niño y quedándose otro él. Terminó por sentarse en el reposabrazos del sofá y mirar un poco de la película.

- Acepta lo de Michael. – Dijo Nathan como si nada.

- ¿Qué?

- No tengo miedo del anciano todopoderoso. – Se burló. – Jack y yo nos encargaremos si quiere venir a dar órdenes y creerse mucho. – Hablo con esa superioridad que Lucifer solo había visto en su reflejo.

- ¿Quieres que tu madre me mate? – Bromeo, divertido por el carácter de su hijo menor.

- Para eso nos va a servir el pequeño Jacky.

El rubio se volteó hacia la conversación, asustado de ser parte del plan de esos dos. Pues su padre y Nathan eran algo así como... malévolos.



Jack no tardó demasiado en encontrar a Castiel. Sentado en un parque cualquiera, el ángel disfrutaba de la brisa y el aroma a flores. Sus hijos no tenían autorización de salir solos de casa, por ello le resultó insólito que su hijo mayor se sentará a su lado como si nada. Lucifer, seguramente.

- ¿Amas a papá?

Ese no era el tema que se supone debía tratar, pero a decir verdad, tenía esa duda desde que su madre se había marchado por primera vez frente a sus ojos.

- ¿Por qué preguntas eso, cariño? –

- No quisiera que siguieran discutiendo solo para mantenerte cerca de Nathan y de mí.

Jack era sobre todo sincero y directo, por mucho que sus palabras dolieran. Y es que, desde que él y su hermano llegaron a la casa, las cosas parecían empeorar. Obviamente que no sabía que ese dilema en la pareja de sus padres venia de mucho antes.

- Papá dice que solo quieres discutir con él por cualquier cosa. – Confesó. – Pero entiendo que te preocupes por Dios.

- Es cierto que discutimos más seguido, pero solo es porque las cosas se complican más y más, y nunca parecemos estar de acuerdo. – Tomó las manos de su hijo y conecto sus miradas para hablarle con sinceridad también. – No quiero que nada malo les pase a ninguno de los tres.

- No debes temer, Nathan y yo podemos enfrentar a Dios sin problemas. – Sonrió el joven.

- ¿Nathan dijo eso? – Sonaba perfectamente como algo que el menor diría. – No es cierto, Jack.

- Somos fuertes e inteligentes, ¿Por qué no confías en nosotros?

- Son solo niños, y...

Jack no le dejó terminar, haciéndole lo mismo que él usaba con Lucifer, dejándolo con la palabra en la boca y marchándose. No eran niños, y al par de hermanos no les gustaba ser subestimado; cortesía de la genética de Satanás.

Esto era aún peor que antes, Cas estaba enfadado con Lucifer, y Jack con Cas. Lo que no sabía es que Nathan había espiado la conversación, y también se ofendió al ser minimizado. Él y su hermano podían poner a Dios de rodillas si se les antojaban, eso de ser niños quedo enterrado el día que su familia fue separada. 

El ángel de Lucifer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora