Salven a Dios. - Parte 2.

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Por alguna razón los recuerdos volvieron a atacarle, aquella vez en que la guerra fue iniciada. Sus manos estaban igual de aferradas que en ese entonces, fue la primera vez que Lucifer le demostró que se preocupaba realmente por él, olvidando todas sus dudas. Castiel se sentía tan a salvo  a su lado como una vez lo hizo cuando sus pies solo tocaban suelo celestial.

Michael les observaba con el mismo desprecio que ahora, y no tuvieron más opción que huir. Jamás fue una opción para Lucifer huir de su hermano cuando era joven y llenó de rencor nada más; pero el ángel a sus espaldas, dulce e inocente, valía más que su orgullo y prefirió mantenerlo a salvo.

Hoy, frente a frente a su hermano mayor, con circunstancias similares, estaba dispuesto a hacerlo nuevamente. Que el universo fuese destruido pero no pondría en riesgo a su familia. Castiel se acercó solo un poco, casi imperceptiblemente al cuerpo ajeno, estaban juntos en esto como siempre.

- Antes de que alguien esperanzado lo intente, no voy a cambiar de opinión. – Fueron las decididas palabras de Michael que cortaron el silencio.

Dios se adelantó hacia él, un reencuentro demasiado esperado.

- Hijo, - Esa palabra hizo dudar a la mirada dura del primogénito. – no es necesario hacer esto.

- Lo es. – Michael apretó los dientes e intento esconder su mirada. – De otra forma no me escucharías.

- Estoy aquí para escucharte. Por favor. -

Fue una súplica por detener una vez más el desastre, el caos entre sus creaciones. Alguna vez imagino el mundo perfecto que todos tenemos en mente, en donde la paz es tan usual como la vida. Su proyecto caía a pedazos cada día, y algunas veces no podía tan siquiera verlo. Cuando te esfuerzas hasta casi desfallecer, pero aun así no lo logras, ¿Acaso estaba tan mal rendirse? ¿Buscar consuelo en la soledad? ¿Sufrir a solas? Sus hijos no lo sabían, pero él sufría a su lado sabiendo que por mucho que arreglara algo, otra cosa estallaría.

- No lo entiendes. ¡No comprendes cuán difícil es! – Gritó repentinamente.

Necesitaba descargarse y su padre lo comprendía, pero eso puso a la defensiva al resto.

- Hora de llamar a los niños. – Apresuró en susurros Gabriel a la pareja.

Lucifer volteó a verlo con energía asesina.

- Cierra la boca, Gabriel, es la última vez que te lo advierto.

Dios dio un paso más hacia su hijo mayor, el mismo que Michael retrocedió.

- Explícamelo entonces. – Sonrió con la paciencia que le costaba tener. – Podemos arreglarlo.

- No te creo.

Una esfera de cristal apareció entre las manos del arcángel, con el interior lleno de un humo espesamente negro.

- Todo este tiempo he tenido que soportar el peso de tus proyectos fallidos, ¡Como si fuese el maldito culpable! – El brillo de gracia en sus ojos se vislumbró lentamente. - ¡Estoy harto de cargar con todo! ¡TE DESTRUIRÉ JUNTO A TODO LO QUE AMAS!

Chuck atrapó las manos de Michael justo antes que la esfera cayera. Detrás, Lucifer soltaba su lazó con su ángel y corría tras su padre. La esfera estuvo a punto de caer un par de veces, en una desesperada lucha de los tres por atraparla.

El silencio duro solo un segundo después del sonido del cristal al quebrarse. Lucifer fue jalado hacia atrás por Castiel, mientras su padre era apartado por el propio Michael. Nadie sabía hacia donde correr, quedándose paralizados, porque no existía adonde ir.

El humo dando al ritmo del viento por unos segundos, volviendo a unirse y convirtiéndose en cristal sólido y azabache. Iba a explotar en cualquier segundo.

Los ojos del ángel del grupo se sorprendieron cuando notó al par de figuras caminar despreocupadamente hacia la oscuridad, seguido por la estupefacción de todos.

Jack y Nathan caminaban sin miedo hacia el fuego, y ni siquiera sus padres podían reaccionar en hacer o decir algo. Los mellizos esperaron a que la cosa explotara, como desafiándola. El cristal comenzó a quebrarse como la primera vez, hasta que estalló.

Solo hicieron falta las manos de los hermanos elevadas hacia el frente para detener el estallido, como si el tiempo se hubiese paralizado. Los cristales rotos flotaban alrededor de la bruma negra de oscuridad, sin moverse ni un centímetro más.

- ¿En serio creías que la oscuridad... - Comenzó Nath.

- ...sería suficiente para detenernos? – Finalizó Jack

La pregunta era obviamente dirigida a Michael, que esperaba junto al grupo que pasaría ahora.

- Nosotros somos... - Esta vez inició el mayor.

- ...la oscuridad misma. – Terminó el menor.

El blanco destellante de sus ojos era como ver el sol directamente. La oscuridad comenzó a elevarse, dividiéndose entre ambos jóvenes y perdiéndose en sus cuerpos, haciéndose parte de ellos. 

El ángel de Lucifer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora