El Ángel de Lucifer.

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La oscuridad hizo acto de presencia donde le esperaban. Demonios y ángeles le atacaron sin éxito. Gabriel y Michael le siguieron, siendo enfrentados sin miedo y vencidos.

Amara derribó la puerta del recinto, y los cazadores descargaron todo su armamento en la mujer, apenas logrando que retrocediera un paso.

- Me sorprende que me subestimes tanto, hermano. – Dijo Amara, virando su mirada hacia Chuck.

Dios tembló en su lugar, buscando las palabras correctas para arreglar sus desacuerdos con alguien a quien apreciaba tanto.

- Hermana...

La mujer no le permitió terminar, lanzándolo contra el muro tras él repentinamente. Dios no pelearía, no con ella. Además, que si eso pasaba, probablemente el 90% de su creación quedaría reducido a cenizas por el enfrentamiento. Los tacos de ella resonaron en el galpón, acercándose peligrosamente a su hermano.

Sin esperar el siguiente movimiento de la Amara, las luces estallaron una a una, al igual que los cristales. Solo la luna llena lo iluminaba todo por los ventanales enormes. Una figura se adentró por el portal, su gabardina revuelta por el viento y la mirada azul buscando su objetivo.

- ¿Quién eres tú? – Interrogó la dama.

Podía ver perfectamente que era un ángel, pero algo en esa aura oscura a su alrededor no encajaba.

- Mi nombre es Castiel. – Dijo, acercándose a la mujer. – Soy el Ángel de Lucifer.

Lo siguiente que paso, fue un golpe directo a la mandíbula de la oscuridad, enviándola a un lado de su hermano. Amara no podía entender que era eso que hacia especial al ángel, ningún ser que enfrento hasta ahora le había causado más que rasguños, sin embargo, ahora su boca sangraba.

Aplausos y una risa orgullosa se escucharon desde el mismo punto donde había entrado el ángel.

- ¡Tía Amara! – Los ojos carmesí brillaron por un momento en la oscuridad. – Tiempo sin vernos, ¿Eh?

- ¿Lucifer?

El arcángel no se veía como el que había encerrado a la oscuridad, con la lealtad asegurada a su padre. Este arcángel poseía la oscuridad que Amara no podría llegar a ser nunca, él era más que ella misma. Castiel se apartó hacia un lado, dejando espacio a su pareja y sirviendo de escudo a los humanos un poco más atrás de él.

- Veo que ya conociste a mi angelito. Golpea duro, ¿No? – Rio.

Amara se levantó, lista para enfrentarlo, sin saber con lo que realmente estaba lidiando. La mirada y sonrisa sobradora de Satán se posaron sobre ella, esperando su furia salir.

- Veamos que tienes, tía. – Se burló el arcángel.

Chuck supo que era el fin, si su hermana liberaba esa energía destruiría media creación. Llena de ira, Amara arrasó con todas sus fuerzas contra la pareja, haciendo nada. Un invisible escudo les protegía de una de las energías más absolutas, mientras la apaciguaba para que no se convirtiera en un problema para el resto.

La mujer miró a sus manos, pensando que algo estaba mal con ella. Su hermano y ella eran los seres más poderosos del universo, o eso pensaba.

Un par de chicos se hicieron presentes, absolutamente opuestos a simple vista. Gabardina negra y seriedad por un lado, dibujos animados estampados en una camiseta y sonrisa tímida al otro lado. Lucifer pasó su brazo por encima de los hombros del rubio joven y Castiel dio un paso más cerca del morocho. Amara descubrió la similitudes, además del obvio vinculo visible entre sus gracias.

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