No lo sé.

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Nathan se había marchado de la casa a una realidad hecha por el mismo que pudiese destruir con sus propias manos. Grito, golpeó y arrasó con todo a su paso. Sentía tanto dolor que en su corta vida no había experimentado, que su reacción era aislarse para no lastimar a su familia.

Lucifer tendría la misma respuesta a una situación así en otro entorno, pero ahora solo podia hacer círculos con su mano en la espalda del mayor de sus hijos, procurando que no volviese a llorar. Jurándole que todo estaría bien aunque no sabía si eso era cierto. Jack terminó por dormirse y su padre le arropó en su cama.

Castiel no tenía idea del daño que había causado.

- Gadreel, informa a Michael. – Pidió al ángel apostado en la puerta. – Y paso por McDonald's de regreso.

El soldado desapareció de su vista y Lucifer volvió a entrar a la casa. El ambiente era depresivo en una casa que fue hecha para ser hogareña y familiar. Cuando se dirigía a su habitación, Nathan regresó.

Estaba agitado, había heridas por todo su cuerpo, más notables en sus puños y el pulcro traje era un desastre. Había gastado hasta el último aliento de su gracia. Cayó sin fuerzas en brazos de Lucifer, quien lo llevó a la habitación que compartía con Jack.

Cuando Satán se decidía a relajarse en la privacidad de su habitación, Castiel se dignó a aparecer.

- ¿Vienes a que te mate? – Rio Lucifer, demostrando que tan borracho estaba.

- Solo... necesitaba saber cómo estaban. – Dijo avergonzado.

- ¿Los niños? Jack es un mar de lágrimas, Nathan gastó todo su poder en descargar su furia y herirse a sí mismo. ¿Yo? Aún quiero matarte. – Quitó importancia, dejándose deslizar en la silla.

- No era mi intensión...

- Los vendiste. – Su voz se tornó repentinamente seria. – Como si fuesen ganado, los vendiste.

- Era un contrato temporal, serviría para que se detuvieran. – Se defendió el morocho. – No quería herirlos, solo que me escucharan.

- Te escuchó, ¿Qué querías? – Apremió. - "Salvemos al mundo, Luci" – Imitó con una voz demasiado aguda para ser la de Castiel. – "Hazlo por mí, Luci"

El ángel se hincó ante Lucifer, sosteniendo su mano izquierda entre las suyas.

- Entiende que no puedo permitir que dañes al mundo que amo. – Buscó la piedad en sus ojos. – Nathan y Jack no iban a escucharme si se los pedía.

Satán se libró de su agarré y a duras penas, se alejó del menor. Otra botella del alcohol más puro apareció en su mano, y comenzó a vaciarla.

- ¿En verdad creías que lo dejaríamos así? – Rio con ganas. – Tú maldito mundito de mierda iba a volver a ser el mismo en cuanto Daddy Imbécil apareciera. Lo sabrías si pasaras más de una hora en esta casa.

Eso cambiaba el panorama mucho. Castiel sopesó esas palabras, dándose cuenta de su error.

- Lo siento por esto, Lucifer, yo...

- ¿"Por esto"? ¿Lo sientes solo por esto? ¡¿Y toda la mierda de antes no?! – La botella estalló contra el suelo, paralizando al ángel. – He soportado desde que volvimos tus idas y vueltas, ¡¿Crees que me divierto?! ¡¿Tienes ideas de cuantas veces al día mis hijos me preguntan dónde estás?!

- Sé todo lo que pasamos, pero eso no significa que no podamos superarlo. Te amo y me amas, y eso...

- No lo sé, no sé si te amo.

Cinco simples palabras que cortaron en pedazos pequeños el corazón de Castiel. Sonaban tan sinceras como dolorosas.

- Lo dices porque estas enfadado y lo entiendo. – Intento justificarlo.

- ¡Lo digo porque estoy harto de amarte y amarte, y que tu ames a cualquier cosa que se te cruce menos a mí! – Sentenció. - ¡ME DUELE Y NO TE IMPORTA!

Lucifer grito y la ventana estalló en fragmentos diminutos de vidrio. El rubio terminó de ventilar toda su frustración y se sentó en la cama, agotado.

- Vete, vete y déjanos en paz.

Castiel no podía hacer eso. Se acercó y lo contuvo entre sus brazos. Más allá de exponer su ira y demostrar fortaleza, Lucifer necesitaba llorar y Cas estaría allí para él.

- Tú y yo reinaremos juntos eternamente, ¿Recuerdas? – Susurró contra el oído de Satán.

- Dueles demasiado para seguir con ese plan. 

El ángel de Lucifer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora