Aun cuando regresaron a casa, en medio de la habitación, no dejó de aferrarse a él. Con la irracional idea de así se quedaría a su lado para siempre, se negaba a soltar al rubio.
- Cas, es suficiente. – Suplicó el más alto, pero aun así no se alejó.
- No. – Pronunció contra la piel ajena.
Lucifer apretaba los puños con fuerza, negándose a corresponder el gesto, una lucha demasiado difícil.
- Por favor, Cas. – Buscó librarse del agarre.
- Me dejaras si te suelto. – Lamentó el ángel. – Lo se.
- Esto se terminó hace tiempo. – Sentenció, apartando a Castiel con brusquedad. – ¿Es por eso? ¿Te desapareces para llamar mi atención ahora?
- No, yo vi... yo te vi siendo feliz. – Admitió avergonzado. – No pude soportarlo.
- Claro, porque tengo que vivir hundido en la miseria. – Sonrió con ironía.
- No es lo que dije.
Lucifer dio media vuelta, apenas unos pasos, retornando con más fuerza en su discurso.
- Lo que vez son mis intentos desesperados por seguir sin ti. Discúlpame si eso te molesta. – Objetó. - No tienes absolutamente ningún derecho sobre mí. ¡¿Qué demonios quieres?! ¡¿Quieres que me suicide por ti o algo por el estilo?! – Sus palabras odiaban, pero sus ojos sufrían.
- ¡No! ¡Necesito que me ames! – Suplicó Cas, deshaciendo los pasos del otro. - Como antes, cuando todo estaba bien. Ámame como solo tú sabes.
Logró romper esa distancia, el ángel se acercó lentamente al rostro ajeno, quedándose a centímetros mínimos.
- ¿Por qué me haces esto? – Suspiro Lucifer, uniendo sus frentes.
- No quiero perderte.
Un beso casto en labios esquivos. Una lágrima rodó por la mejilla del rubio, justo antes de que cayera en los encantos del ángel una vez más. Profundizaron el beso tanto como fue posible, rememorando cada sensación perdida. Eso que añoraban, eso que tanto necesitaban estaba sucediendo. Las peleas, los insultos, el dolor y la furia se perdieron en alguna parte de la pasión.
Las capas de ropa caían como pétalos de una flor marchita, mientras el nuevo contacto sacudía. No importaba si el tiempo les alejaba del camino, retornarían por sus propios medios, forjando con sus propias manos el amor que se esfumaba a su alrededor.
Como aquel recuerdo lejano en la historia, Castiel se volvería repentinamente tímido de su desnudez, y Lucifer juraría que, por encima de todo lo existente, era el ser más hermoso que sus ojos verían en esta y todas sus vidas.
Amalgamando sus gracias, acoplando sus alas entre sí y uniendo sus cuerpos, lograron salvar un amor que se sentía perdido, desahuciado, abandonado en un oscuro rincón de los recuerdos, rodeado de peleas y torturado por la distancia. Ese amor que un día unió la rebeldía con la lealtad en una extraña danza, enfrentando al mundo solo por ello.
- Solo tú puedes corromper al mismísimo Satanás. – Rio Lucifer, abrazado por detrás a la cintura ajena.
Castiel giró entre los brazos del arcángel, buscando su mirada.
- ¿Cree que soy digno de servirle, mi señor?
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El ángel de Lucifer.
FanfictionCastiel despierta de su eterno sueño, listo para cumplir las órdenes de Lucifer. Es su soldado, su sicario, su ángel. Lustiel