La última vez que sus pies tocaron esos suelos, era un inocente ángel de alas blancas disfrutando de la brisa primaveral. Tan inexperto e inocente como un soldado libre de obligaciones podía ser después de la guerra. Algunos de sus hermanos le admiraban por quien había logrado ser, y él solo deseaba que su padre estuviese conforme con sus pasos. Gastaba su tiempo libre en el Edén, vació de humanidad, pero tan hermoso como el día en que Dios elevó la luz de la vida en esa parte.
Y allí estaba él, apostado contra un árbol observándole. Cada momento libre que tenía, Lucifer lo sabría e iría a buscarle. El inocente ángel no tenía idea de quien era realmente hasta que estaba demasiado enamorado para odiarle por el caos creado. El rubio le extendió su mano y no dudo en traicionar a su familia.
El cielo se volvió un recuerdo del hogar que un día tuvo. Pero Lucifer prometía que crearían su propio hogar un día, sin necesitar de nadie nunca más. Cas le creía con toda su fe. Y le creyó con más fuerzas cuando supo de su embarazo.
Tendría su propia familia, su propio hogar y serian felices por siempre. Ese era el plan desde el primer momento en que sus miradas se cruzaron, aunque no lo hubiesen concebido en ese entonces.
Su padre le había concedido volver a su primer hogar con parte de su familia. Jack y Nathan le recordaban tanto a sí mismo, ojos hermosamente celestes intentando recordar cada flor y color a su alrededor.
El cielo no había cambiado en nada, incluso el árbol en que Lucifer y él pasaban las tardes estaba allí. Se acercó a aquel lugar, imaginando a un joven Lucifer de grandes alas, sonrisa pícara y mirada dulce, esperándole. Castiel se sumergía en la sombra del follaje, a un lado del arcángel, sin poder quitarle la mirada de encima por mucho que lo intentase.
La imagen de ese joven Lucifer desapareció, dejando al ángel en la soledad de la realidad, junto a un árbol que representaba el comienzo de una historia fallida. Rozó con sus dedos la áspera corteza, cerrando los ojos y ambicionando rememorar la risa divertida del arcángel y sus largas charlas.
Los niños le llamaron para mostrarle algo y se alejó de los recuerdos una vez más. Todo era tan perfecto como en tiempos lejanos, pero su arcángel ya no le esperaba observándole a la distancia.
- ¿Qué se supone que haga? ¿Fingir que todo está bien para sacarle información? – Interrogó, dándole otro trago a su cerveza.
- No suena mal. – Alentó Michael.
- ¿Y el psicópata soy yo? – Se burló. – No me jodas.
- ¿Tienes una idea mejor, genio?
No, no la tenía. Su hermano había llegado prácticamente corriendo, las noticias vuelan más rápido que los ángeles y Michael ya sabía que Castiel frecuentaba a Dios. No había un porqué o un cómo, pero según el primogénito eso eran buenas noticias. Si podían encontrar a Dios a través del ángel, solo sería cuestión de tiempo para que sus objetivos fueran cumplidos.
Pero Lucifer no estaba de humor para jugar a la casita solo por manipular al ángel, mucho menos extorsionarlo con perdonarlo si le decía todo lo que sabía. Sinceramente, ya no deseaba ni tan siquiera imaginar volver a verlo.
- Siempre ha sido tu juguete, no seas caprichoso y sigue jugando un poco más con él. No pido mucho. – Simplificó el mayor, sacando de quicio a su hermano.
- No fue mi juguete. – Aclaró con mala cara. - Y no quiero volver a lo mismo, ¿Puede tu pequeño cerebro entender eso?
Michael insistió e insistió hasta hartarse y se marchó finalmente. Luci bufó cansado de tanta charla.
La casa estaba vacía, Cas se había llevado a los niños. Seguramente Dios estaba implicado en eso, y el ángel no le había contado palabra. Lucifer era el último idiota en enterarse como siempre.
Hablar sobre esto con el ángel solo traería una nueva discusión a su ya destrozada relación, los niños probablemente estarían de su lado y al final terminaría perdiendo Lucifer. Por ello, al demonio con todo.
Buscó olvidar toda esa mierda de nuevo y ahogarse en música alta, algo de alcohol y golosinas.
Jack y Nathan se la pasaban charlando de lo genial que era el cielo, y si alguna vez podría ir también a visitar el infierno, pero ya era hora de volver a casa. La música alta fue lo más llamativo cuando ni siquiera habían entrado. Cas dejó las bolsas de comida que había comprado y permitió que los hermanos fueran a su habitación en lo que servía la cena.
Se adentró al lugar de donde provenía la música, la habitación de Lucifer. Pero antes de que tocará a la puerta, Gadreel salió de allí, tornando el ambiente bastante incómodo.
- Con permiso. – Dijo el más alto, siguiendo su camino sin permitir preguntas del otro.
La puerta quedo abierta, y Cas se tomó el atrevimiento de entrar. La cama era un desastre y un millón de teorías nacieron en la mente del ángel. Sin embargo, no tenía derecho alguno de reclamar nada, ya no. Escuchó a Lucifer cantar desde el baño, parecía bastante más animado de lo usual, y eso dio pie a otro millón de teorías. En todas ellas, Castiel dejaba de ser el único ángel en la vida de Satán.
Lucifer salió con una toalla en su cintura, sorprendiéndose de encontrarlo allí y bajando un poco el volumen de la música.
- Hey, no pensé que llegarían tan temprano. –
Había una sonrisa, una sonrisa que no estaba allí desde hace un tiempo, y Cas deseaba dejar de imaginar porque era.
- Traje algo para cenar. – Dijo el ángel, tentado por la cercanía del desnudo cuerpo frente a él.
- Bien, voy en un minuto. – Aceptó sin problemas, buscando algo que ponerse.
No le molestaba que estuviese más animado, al contrario. Pero el solo pensar que esas nuevas ganas de vivir se debían a...
Pensar que ya no era absolutamente suyo dolía.
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El ángel de Lucifer.
FanfictionCastiel despierta de su eterno sueño, listo para cumplir las órdenes de Lucifer. Es su soldado, su sicario, su ángel. Lustiel