Un favor.

290 39 15
                                    

Un día más amanecía a su lado, y puede que fuese el último. No habían hablado más luego de la negativa del arcángel, solo se quedaron allí, mirándose hasta que el amyor cedió al cansancio.

Lucifer mantenía la distancia, sin embargo, tenía suerte de que le dejará quedarse esa noche porque estaba demasiado vulnerable para echarle. Enterrando su cara en la almohada, el cabello rubio y despeinado caía sobre la cara del arcángel, dejando a la vista solo sus labios. Castiel sabía muy bien que ya no volvería a probar sus besos, ni su cuerpo, ni su calor, por mucho que lo anhelará ahora mismo.

Al menos, desearía volver a esos tiempos en que solo eran un amo y su súbdito, órdenes y misiones era todo lo que los unía al principio. En aquel tiempo, no tenía idea de cuán lejos llegaría y desde cuan alto caería para perderlo todo.

No se atrevió a acercarse y romper los límites impuestos por el mayor, solo se deslizó fuera de la cama como siempre. Le dolió, pero camino hacia la puerta, alejando esa lagrima rebelde de su mejilla. Intentó guardar cualquier pequeño detalle de esa imagen justo allí donde coleccionaba cada sensación que el amor le había entregado. Castiel cerró con cuidado la puerta de la que había sido su habitación, obligándose a no dañar más a lo que amaba.

Era muy temprano, Jack y Nathan descansaban. El menor ya estaba casi curado, excepto por la pequeña línea sobre su mejilla. Las mantas cubrían por completo al rubio, quien prefería no respirara que volver a la realidad. Cas tampoco se atrevía a romper esa ficticia distancia entre los niños, quizá les dañaría más saber que había vuelto a por ellos.

Recorrió la casa hacia la salida recordando los momentos vividos allí, aunque por poco tiempo, su memoria estaría repitiéndolo durante siglos.

Gadreel le saludo cuando salió de la casa, pero decidió no contestar.

Solo se alejó.

Caminó sin rumbo fijo durante horas incontables. Lloraba a ratos, se maldecía en otros y suspiraba en desgano al final. Siempre girando en ese círculo vicioso de sentimientos. El sol le dio de lleno en alguna parte de su recorrido, y como notando una señal, miró al cielo.

- Te ayude y lo perdí todo. Por favor, ayúdame, padre. – Suplicó con la voz quebrada. – No sé qué hacer solo.

Silencio.

¿Por qué iba a escucharle? Era un ángel caído, el Ángel de Lucifer aunque el susodicho le quitase el título. Su error fue no poner antes a su familia, y ahora se lamentaba por no tener la frialdad de Lucifer para obviar a todo lo demás.

- Es cierto.

La voz de Chuck tomó por sorpresa al ángel que perdía su esperanza con cada segundo que pasaba.

- Te debó un gran favor, ¿Qué es lo que quieres? – Animó Chuck.

Los ojos de Castiel volvieron a adquirir ese brilló. Existía una posibilidad de recuperarlo todo, de volver a casa con su familia. Una efímera y mínima posibilidad de volver a ser el Ángel de Lucifer.

El ángel de Lucifer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora