🟔 Todos los caminos conducen a Roma 🟔

5.4K 596 82
                                    

Roma, año 41 d.C

Querido ángel:

¿Te he llamado ángel? Sí, creo que lo hecho y honestamente, no me importa, eres uno, siempre de ahí para allá, haciendo lo correcto. Aunque, sinceramente, ¿Quién puede definir lo que se considera correcto en este mundo?

¿Fue acaso dios, quien condenó a todo aquellos que se atrevieron a cuestionar su apacible mandato? Quien sabe ¿O fue Lucifer, quien arrastró a sus propios hermanos a la pena y el dolor eterno, enfrentándolos como si fueran enemigos? Ni idea. Lo único que sé es que de ahora en adelante me niego a aceptar el mal o el bien en mi vida y me atrevo a vivir sin que nadie cuestione si mis acciones son lo suficientemente perversas o terriblemente bondadosas.

De nuevo nuestros caminos se han vuelto a encontrar, aunque me temo que así será por el resto de nuestra existencia, somos seres inmortales, después de todo, nos encontraremos hasta que este mundo arda y quede reducido en cenizas.

Tengo que decir que siempre es un deleite verte, aunque sea en los momentos más frustrantes de mi eterna existencia, ya sabes lo que dicen por ahí, los peores sitios del mundo se pueden soportar si estas junto a personas interesantes, y créeme cuando te digo que de todas las personas que he conocido (que no es por presumir, pero han sido varias) tú has sido por lejos, la más interesante.

La primera vez que nos vimos no sentí aquello que lo humanos suelen experimentar, no hubo cascadas de emociones en mi estómago ni una brisa golpeándome en la cara como una revelación, tampoco hubo fuego artificiales y ni siquiera me cruzo por la cabeza que los planetas se hubieran alineado a nuestro encuentro... todo eso lo sentí después.

La primera vez que nos vimos sentí curiosidad. Hiciste que fijara mi atención, siempre dispersa, en ti. Eras interesante e indescifrable, eras diferente a los demás ángeles e incluso pude haber llegado a sentir identificado contigo pero me obligue a alejar esos pensamientos de mi mente, eras un ángel, puro y bondadoso y yo un demonio manchado por el pecado.

Te habrás dado cuenta que las primeras impresiones suelen ser equivocadas, eso me ha pasado contigo. La primera vez que te vi pensé que eras un ángel idiota y ahora... sigo pensando que eres un ángel idiota pero que además eres virtuoso, afable, verdadero, eres más de lo que un ángel podría llegar a ser.

Más allá de ser un ángel, eres una buena persona, y yo soy un maldito bastardo, esa diferencia siempre va a estar presente y es algo con lo que tendremos que vivir.

No importa cuánto indagues ni cuanto inquieras, siempre llegarás a la misma conclusión, nunca podremos estar juntos ni mirarnos a la cara sin que aquel sentimiento natural de la enemistad se haga presente en nosotros, como dicen por ahí, todos los caminos llevan a Roma (Y escribo esta carta después de encontrarte en Roma, ¡qué curioso!)

Tenemos que dejar de comportarnos como dos viejos camaradas y más como los enemigos que somos (Para ser sincero, por alguna razón, escribir esto me duele en lo más profundo de mi ser).

Si nos volvemos a ver no me mires, no me dirijas la palabra: ignórame, solo así podremos ser los adversarios destinados a ser. Si no lo haces, me temo que esto dolerá más cada vez que te vea.

No me queda más que decir: Haz lo tuyo que yo haré lo mío.

Atentamente,

Crowley

Memorias de un demonio (O cartas a Aziraphale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora