🟔 La tormenta antes de la calma 🟔

1.3K 279 54
                                    

Londres, 2007

Querido ángel:

Otra vez estoy recurriendo a este método como son las cartas para recurrir a ti. Creo que es una costumbre que no he podido erradicar; siempre me encontraba con una pluma en mano a punto de escribirte otra carta, solo para recordar que hace tiempo que había renunciado a ti.

Pero supongo que ahora necesitaremos de las cartas para poder comunicarnos. ¿Tratar de detener el fin del mundo? ¿Tú y yo? ¡Que loco! ¿No es así? Ugh, ya sé que vas a decir "No tratamos de detener el fin del mundo, Crowley, solo intentaremos..." ¡Pretextos, pretextos y más pretextos! Intentaremos ir en contra del plan "inefable", por más que te empeñes en negarlo, esa es la verdad.

Lo que en realidad temo es que algún día tú y yo tengamos que enfrentarnos en el campo de batalla. No sé si podría lastimarte de algún modo.

Llámame egoísta si quieres, pero, ¡Eh! Soy un demonio, al fin y al cabo. El que actúa siempre pensando en los demás eres tú, no yo.

Ahora en serio, Azira ¿Y si algún día tengo que luchar contra ti? Preferiría morir antes que tener que levantar un arma contra ti. No obstante, ¿acaso ocurre lo mismo contigo? No estoy seguro; en realidad, ya no estoy seguro de nada. Antes creía conocerte, ahora casi no me reconozco ni a mí mismo cuando me miro en el espejo.

Y eso me lleva a pensar que quizás haya cometido un error involucrándome en toda esta mierda... Siempre he pensado que mi destino era estar justo donde estoy ahora. Ser el demonio de confianza de Satanás, confiar en mi para realizar la misión que definirá el destino del mundo... Lo más seguro es que si tú hubieses estado hubieras enarcado una ceja y puesto los ojos en blanco. Y, si se hubiera tratado de cualquier otra cosa que no fuera esto, quizás hasta hubieras esbozado una pequeña sonrisa de satisfacción.

¿Por qué tienes que ser tan... bueno? Todo hubiese sido mucho más fácil para nosotros si tan solo... no fuéramos tan diferentes.

No puedo estar a tu lado, Aziraphale, porque sé que tratarías de encontrar algo bueno en mí y no lo hallarás.

No puedo estar a tu lado, Aziraphale, porque según nuestros bandos, estamos destinados a odiarnos, no a amarnos. Y aunque me cuesta reconocerlo, pero esa es la verdad.

No puedo estar a tu lado, Aziraphale, porque te amo más de lo que podría decir o escribir, el amor que siento por ti me consume y me está matando. Desearía alguna vez haberte besado y que me correspondieras, pero eso no sucedió ni sucederá.

No puedo estar a tu lado, Aziraphale, porque en algún momento tendremos que tomar caminos separados y no sé si soy capaz de soportar eso.

No puedo estar a tu lado, Aziraphale, y quisiera eliminar esto que siento. Pero créeme, después de más de 6000 años juntos, me he dado cuenta que es imposible, y que tendré con este dolor dentro de mí, de verte, pero no poder tocarte (aunque ya lo he hecho miles de veces en mis sueños)

Sé que no podre enamorarme de alguien más porque es imposible amar a otra persona como lo hice contigo por eso debo olvidarte, porque sé que para ti no soy nada más que un demonio y un cobarde que no fue capaz de luchar tan siquiera un poco.

No puedo estar a tu lado, Aziraphale, porque amarte me hace daño.

Te podre extrañar solo en mis pensamientos porque en mi corazón estarás siempre.

Hasta el fin del mundo,

Anthony J. Crowley

.

.

.

.

.

—Aziraphale...

—¿Si, Crowley? —respondió Aziraphale distraído mientras acomodaba algunos de sus preciados libros en una estantería, dándole la espalda al pelirrojo en cuya cara se imprimía el gesto dubitativo propio de una persona nerviosa.

Crowley no respondió al instante, tan solo estrujó ligeramente la carta en su mano, la cual aún tenía la tinta fresca, recién escrita en aquella librería, cuando el demonio, decidió volver a escribir después de tanto tiempo, inspirado por fin porque por un nada despreciable periodo de 11 años, podría estar al contacto con su ángel, sin que las circunstancias de la vida los volvieran a separar.

Aun sin saber qué decir o hacer, siguió mirando intensamente a Aziraphale, perdiéndose en el momento, poco a poco animándose en expresar sus sentimientos en aquel instante, cara a cara y no por medio de cartas. Pero cualquier tentativa o deseo de hacerlo se truncó al instante en que Aziraphale se volvió a verlo, devolviéndole a una realidad donde aquello era inverosímil.

"Debió haber sido culpa del alcohol" se dijo Crowley, intentado culpar al vino de aquellos anhelantes pensamientos que había durante mucho tiempo había deseado llevar a cabo. Sin decir ninguna palabra se despidió, pero antes dejó disimuladamente la carta en un sillón.

"Espero que por fin la pueda leer" pensó el pelirrojo mientras salía del lugar, optimista de que Aziraphale encontrará la carta y la leyera, respondiendo finalmente a una de sus cartas.

Lástima que aquella carta seguiría el camino de sus antecesoras y no llegaría a ser leída por el destinatario, que las vicisitudes y vueltas que da la vida harían que esa carta se perdiera en la inmensa biblioteca del ángel, incapaz de ser encontrada durante mucho tiempo.

Una verdadera lástima.

Memorias de un demonio (O cartas a Aziraphale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora