🟔 Carta de un amante despechado 🟔

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Londres, 1972

Querido Ángel:

Estoy ebrio.

No te lo puedo negar, estoy ebrio y apenas distingo las letras que escribo entre los mareos y la vista borrosa.

Y te has de preguntar, ¿Por qué te digo esto? Es para que veas el efecto que tienes en mí. No digo que es tu culpa, al menos no totalmente, pero esto es lo que pasa cada vez que me acuerdo de ti y tus rechazos, y mi incesante búsqueda de una señal que me diga que podemos estar juntos, aunque sea solo por una noche.

El licor es mi única escapatoria para evitar la decepción que siento cuando recuerdo que algo entre tú y yo, un nosotros, es imposible. El alcohol me hace soñar, me hace fantasear sobre una realidad donde no haya ni cielo ni infierno, solo existimos tu y yo, y una larga lista de razones para estar juntos. Pero entonces, despierto de mi letargo y me doy cuenta de que la realidad es más dolorosa que antes y ahí vuelven mis mil y un razones para seguir bebiendo.

Pero me niego a decir que soy un despechado, ¡eh! Eso lo lastimaría mi orgullo. Además, no soy tan bastardo como para comportarme despechadamente contigo, a pesar de todos los rechazos que me haces sufrir, no encuentro razón para despreciarte por eso.

Así que nunca notarás el dolor que recorre mi cuerpo cuando pienso en nosotros, de mi parte jamás escucharás una palabra cargada de ira hacia ti, tampoco apreciaras mis falsas sonrisas ni como lucho para no derrumbarme por el dolor que he sentido durante cientos de años. Aun así, hay veces que caigo de rodillas, llevando de nuevo a ese círculo vicioso de alcohol y penas.

Caí. Caí por idiota, por curioso, por arrebatado, o por lo que tú quieras decir, pero eso no es ninguna fatalidad comparada el hecho de enamorarme de ti. Eso sí que es que es trágico.

Quizás debería renunciar a ti, soy atractivo, seguro y sensual, de seguro ahí afuera hay alguien quien está deseoso de estar conmigo. Debería renunciar al ángel de rubios cabellos y sonrisa dulce, capaz de expiar los pecados del demonio más pecaminoso ¿Eso debería hacer? ¿Engañar a la cabeza a base del alcohol y al corazón con alguien más?

Pero renunciar... yo no soy de los que renuncia, y menos a ti. A todo menos a ti. Además, eso es lo que haría un hombre despechado y ya te lo dije, yo no estoy despechado.

El destino es caprichoso y nunca sabremos lo que nos depara; pero lo que sí puedo decirte con certeza es que ...estaré contigo. Soy incapaz de odiarte, eres incapaz de ser odiable, así que, mientras yo viva, estaré contigo, para cuidarte o meterte en problemas, cualquiera de esas dos cosas, pero al final, no buscaré nada más que tu tranquilidad. Te lo juro, palabra de demonio.

Con amor,

Anthony J. Crowley

Memorias de un demonio (O cartas a Aziraphale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora