🟔 Pase lo que pase 🟔

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Londres, 1985

Querido ángel:

Cierro los ojos y respiro profundo. Esta es una carta para ti.

No tengo muchas palabras para decir y sin embargo hay tanto que muero por contarte.

Eres tú, tú eres. Eres...una de esas personas que no se olvidan fácilmente. Eres. Solamente eres.

Hay cosas que pasan, inevitables, inexorables. Como tú y yo. Como nosotros, como esto que tenemos. Cuando estoy contigo, de repente parece que mi vida no ha sido vivida en vano, de repente este jodido mundo parece un lugar perfecto en perfecta armonía y todo gira en torno a ti.

Sí, estoy enamorando (¿acaso no le estaba ya, hace muchos soles y lunas?) y jamás te lo he negado. ¿Y cuál es mi motivo para enamorarme? Los motivos que son otra cosa irremediable. Y no hay palabras para explicar porque te amo, solo sé que es así y ya. Quizás esto estaba destinado a ser, ¿Quién sabe?

Vaya, nunca supe que alguna vez podría sentirme así, como si nunca hubiera visto el cielo antes, pero es lo que me haces sentir, la manera en que me haces sentir es tan maravillosa, simplemente divina (Irónico que lo diga un demonio, ¿A que es verdad?) pero es la verdad, quiero desvanecerme en tus besos, que me sostengas fuertemente mientras todo a nuestro alrededor sucede y tomo el coraje suficiente para saber que esto no está mal.

Sí, porque hay veces en que niego a aceptar que esto es amor, me trato de convencer de que esto es una simple atracción, pero entonces, me vuelves a atrapar con tu sonrisa, tu mirada, con todos tus gestos y de repente me doy cuenta que estoy indefenso y cada día que quiero más y más.

Entonces me doy cuenta, la vida y el tiempo puede pasar frente a nuestras narices, pero lo único certero es que te amare hasta que se acabe el tiempo. Pase lo que pase, te amare hasta el último de mis días.

Hay algo que debes saber, aceptar. Tú no me mides. No me mides los sentimientos. Son míos, y yo los guardo, los atesoro o los reparto o me los quedo. Yo decido si regalar de ellos un centímetro o un cielo. Y a ti te los doy todos, a cuentagotas, en pequeñas dosis. Pero todos. Galaxias.

Pero tú... Tú no me entregues lo que no quieres, no me aceptes lo que no buscas. Aquí estoy, de todos modos, de todos los modos. Te me entrego toda, completa, única, inmortal, imborrable. No me olvides.

¿Me olvidarás? Eso no importa, porque de todos modos estaré enredado entre tu piel, el olvido, la memoria y los recuerdos. Soy tuyo. Por siempre. Por siempre soy tuyo.

¿Te olvidaré? Eres mío, ya te tengo grabado en la piel, el pelo, las uñas, la lengua, los dedos, los muslos...en el alma.

Podrán venir un apocalipsis, tormentas y estrellas colapsándose, pero aun así te amare hasta el final.

Este es el final de la carta que te escribo, que te escribí. Me despido con un beso, un abrazo, una caricia y un te amo. Adiós, y tan solo te pido un favor: Sueña conmigo alguna noche.

Te prometo que voy a estar bien. No ahora, pero sí pronto.

Con amor,

Anthony J. Crowley

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Cerró los ojos mientras dejaba que el humo del cigarro se calara en sus pulmones, apretó con fuerza el bolígrafo para tratar de evitar el temblor de su mano dejara en evidencia su nerviosismo con cada palabra que escribía.

Dejó el bolígrafo de lado y leyó la carta, como si fuera la primera vez que la leía y él no hubiera sido el autor de esta. Con cada palabra, cada verso, cada frase dejaba salir sentimientos que nunca tendría el valor de mostrar ante Aziraphale. Las cartas eran la única manera de expresar lo que sentía, las emociones y pasiones que ni el cielo ni el infierno le darían la oportunidad de declarar a viva voz.

Volvió a cerrar los ojos, apretándolos para que las lágrimas no escaparan de estos, le dolía, le mataba lentamente que Aziraphale jamás contestara ninguna de esas cartas, que llevaba milenios siendo escritas, expresando cada uno de esos sentimientos tan... inefables que sólo el ángel era capaz de que surgieran dentro de él.

Volvió a leer la carta, varias de las palabras torcidas debido al temblor de su mano, pequeñas manchas debido a las lágrimas que habían salido en algunos momentos donde escribía la carta, pero cada de los párrafos era una verdad, llena de fuerza y de sentimientos.

Pero, ¿Valdría la pena?

Memorias de un demonio (O cartas a Aziraphale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora