Londres, 2017
Querido ángel:
Uff, ¡Pero qué día el de ayer! ¿Verdad? Parece que han pasado milenios desde entonces, cuando tan solo han pasado horas. Bueno, evitar el fin del mundo no es cosa fácil, es cansado, ¿A qué no?
Ahora somos libres, ángel, ¡Libres! Ya no tenemos que responder ante nadie, no estamos obligados a hacer nada que no queramos, nada de obligaciones, reprimendas, ¡Nada! ¿Cuántas veces hemos deseado esto? ¿Cuántas veces has deseado esto?
Yo no voy a extrañar nada del infierno, espero que sea lo mismo contigo y el cielo. Estuve ahí, ángel, odié como te trataron, como si fueras un sucio criminal, llenos de odio, ¿Cómo pueden odiar a alguien tan bueno y puro como tú? Tú, tan bueno, noble, bondadoso, lleno de amor, tuve que hacer un tremendo esfuerzo para evitar abalanzarme ante Gabriel y golpearlo, ¡¿Cómo pudo tratarte así?!
Afortunadamente, ya no tienes que volver ahí, jamás.
Debo ser honesto, totalmente honesto, casi me muero cuando pensé que te habías ido, nada hubiera sido lo mismo sin ti. No más cenas en el Ritz, largas conversaciones, paseos en el parque St. James, nada. Había renunciado a todo, no tenía nada por lo que luchar, nada que hiciera mi longeva vida valer la pena.
Temí que toda mi vida se resumiera en eso, a vivir sin ti, a haberte perdido para siempre. El perderte, me volvería loco, casi me vuelvo loco.
Estoy feliz de que todo haya vuelto a la normalidad (Bueno, lo más normal que puede ser para nosotros) Estoy feliz de que estés aquí, conmigo.
El tiempo en que te fuiste, en el que no supe nada de ti, fue un verdadero báratro y todo eso solo me confirmo una cosa, que estoy muy enamorado de ti, lo suficiente para enfrentar y desafiar al mismísimo cielo e infierno solo para que tu estés bien. Pero eso no es nada, porque mataría por ti, moriría por ti, y también resucitaría por ti.
Hasta el día de hoy no entiendo el efecto que tienes en mí, ángel, te necesito tanto como la noche necesita las estrellas. Te necesito terriblemente.
Ahora que somos libres, que ni tu ni yo tenemos nada que temer, estoy decidido a amarte, como te dije, somos libres y ahora voy a cortejarte, voy a enamorarte y a demostrar cuanto te amo. Quiero tomar las cosas lentamente porque pienso que esto puede ser algo grande.
Por favor, no quiero gastar más tiempo. Te amo.
En serio, no estoy jugando, yo jamás jugaría con esto, realmente estoy enamorado de ti, completa e irremediablemente enamorado de ti, te amo con cada fibra de mi ser, con todo lo que soy, te amo.
Siempre te he amado, y soy tan estúpido por no habértelo dicho cara a cara.
Pero ya no más.
No puedo perderte.
No puedo arriesgarme a perderte otra vez.
Tú eres el más hermoso sueño que alguna vez he tenido, tan perfecto, tan hermoso, tan... Aziraphale.
Sé que no soy muy bueno con esto de los sentimientos, pero tú eres la más gloriosa cosa que alguna vez me haya pasado y tan solo quiero decir que no importa que pase, sigo aquí. Incluso si necesitas a alguien para hacer algo estúpido o si tan solo necesitas a alguien para hacerte reír, estaré ahí para ti, seguiré aquí.
Siempre tuyo (Si tú me lo permites),
Anthony J. Crowley
.
.
.
.
.
Aziraphale despertó con la poca luz del sol que se filtraba por su ventana se calara en sus ojos. Parpadeó un par de veces para acostumbrase a la luz y se levantó, listo para empezar con las labores del día.
Él no era muy fan de dormir, pero después de detener el fin del mundo y casi morir en el intento, hasta un ser inmortal y celestial como él necesitaba un descanso. Pero él no era muy flojo y necesitaba volver a sus actividades cotidianas lo más pronto posible para sentirse útil.
Pasó casi toda la mañana en su librería, desayunó, acomodó algunos libros, bebió el té y se entretuvo con una nueva lectura. Cuando abrió una de las cortinas, vio como el cielo se había tornado gris, lleno de nubes y como pequeñas gotas empezaron a caer, chocando contra el cristal de su ventana y deslizándose sobre este.
Estaba a punto de volcarse en otro libro cuando sintió una tremenda necesidad de dirigirse a la puerta y abrirla. Cuando lo hizo vio que en la entrada de su librería estaba agazapada una figura vestida de negro.
"Crowley" pensó inmediatamente y apenas había terminado de pensar eso, cuando la figura se levantó abruptamente ante él y lo miró intensamente. Ahí estaba su demonio favorito, totalmente empapado por la lluvia, en una de sus manos llevaba un sobre, que sorprendentemente estaba seco a pesar de la lluvia y en la otra mano, ¡¿Un ramo de rosas?!
—Crowley... —farfulló completamente anonadado.
—¡Ángel! —le interrumpió el demonio —Tan solo... —y le extendió el sobre que tenía en su mano. Aziraphale permaneció estático donde estaba, sin saber qué hacer ni decir.
—Léela, por favor —le imploró. La suplica estaba presente en sus ojos y Aziraphale no pudo evitar sentir cierta ternura hacia él, quizás contribuía el hecho de que estaba totalmente empapado, el ramo de rosas y la mirada lastimera que le recordaba un cachorro.
—Entra, Crowley —indicó, dirigiéndose a su pequeña sala de estar. Tomó el sobre y lo abrió. Era una carta. Una carta con hermosa caligrafía, tenía que admitir. Miró hacia el demonio, quien lo miraba totalmente ansioso, algo poco típico de él.
—No me quiero ir —le dijo —No hasta que leas la carta, creo que tenemos mucho de qué hablar después de eso.
Aziraphale no dijo nada más, se sentó en el sillón y comenzó a leer la carta. El demonio, por su parte, empezó a caminar por el lugar, nervioso.
Aziraphale, leyó y releyó cada parte de la carta, sin poder creer lo que decía este, sin creer como el demonio volcó todos sus sentimientos hacia él en forma de cartas. Sintió el deseo de llorar en algunas partes, no sabía por qué. Era demasiado para él, no lo entendía y todo le daba vueltas a su alrededor. Le habían revelado una gran verdad y él no sabía cómo reaccionar.
Cuando consideró que era suficiente de leer la carta, le temblaban las manos y su corazón latía demasiado fuerte, chocando agresivamente contra su pecho.
Sentía un nudo en la garganta que no le permitía hablar, tan solo miró en dirección al demonio y él pelirrojo dejó de caminar en círculos. Como si le hubieran dado una orden, se sentó frente a él y lo miro fija e intensamente, esperando lo que fuera a decir.
Cuando por fin el nudo en la garganta le permitió hablar, dijo tan solo dos palabras que destruyeron toda la esperanza del demonio:
—Vete, Crowley.

ESTÁS LEYENDO
Memorias de un demonio (O cartas a Aziraphale)
RomanceAnthony J. Crowley ha pasado 6000 años de su existencia en la tierra y por supuesto que, para un demonio como él, no han sido nada aburridos. Él mismo ha plasmado todas sus vivencias y sentires aquí, en forma de cartas dirigidas a su ángel. Pero, ¿Q...