Reino de Wessex, 537 d.C
Querido ángel:
Eres alguien difícil, ¿lo sabes? No creí que los ángeles tuvieran ese carácter tan complicado, a veces creo que debajo de esa fachada de un ángel puro e inocente hay un verdadero bastardo que podría dejar salir hasta los más egoístas deseos de su corazón, pero no quiere, o mejor dicho, no le dejan.
Vamos, se lo estrictos que son allí arriba con sus miles de "reglas" e interminables "trabajos" por hacer que exigen la perfección a cada paso que das, si lo sabré yo que sufro los mismo que tu aquí en el infierno. Lo ves, después de todo, no somos tan diferentes.
Pero te niegas a cambiar tu percepción de las cosas, ¿tienes miedo, quizás? Quizás temes yo tenga un poco de razón, que a ningún bando le interesa que es de nosotros, solo quieren que aparezca algo escrito en los reportes. Con lo felices que podríamos ser si tan solo dijéramos unas pequeñísimas mentirillas y vivir cómodamente vagando ociosamente por la tierra, pero no, eres demasiado bueno para eso.
Tengo que admitirlo, yo era como tú (si, alguna vez hubo algo de bondad en mi interior) cuando era un ángel, y mírame ahora, un fatuo demonio al que el cielo rechazó e hizo caer apenas las dudas erosionaron dentro de su mente y empezó a cuestionar.
Por alguna razón me atraes, pero sé que te repelo, piensas que sigo siendo un miserable demonio que solo se dedica a desgraciar la vida de los demás y a desobedecer a sus superiores, aun así, eso no ha evitado que sienta cierta curiosidad hacia ti que con el tiempo se ha convertido en fascinación.
De una forma me molestas, y eso me hace quererte aún más. Me fastidia tu sentido tan estricto de la moral, me aburre tu rectitud (¡Hey! Soy un demonio, está en mi naturaleza actuar como un cabrón) y me mortifica lo despistado que puedes llegar a ser. Todo eso me hace sentir un instinto de protección hacia ti, quiero cuidarte y velar por que tus deslices no te metan en problemas.
Otra cosa que no soporto de ti son las despedidas, cada vez que nos vemos juramos que será la última vez, pero por alguna maldita razón, nos volvemos a encontrar y eso se ha vuelto un círculo vicioso para mí. Porque se ha vuelto una adicción para mí, no puedo evitar lamentarme por querer decirte sencillamente que no quiero verte luego, que quiero seguir viéndote ahí mismo, desde ese momento hasta el cansancio.
Causas un efecto en mí, muy curioso. En ti hay más pureza y candidez que en cualquier otro ángel y a pesar de haber pasado milenios en la tierra eso no parece haber manchado tu candor en absoluto incluso parece que hay más paz y amor en la tierra cuando tu estas alrededor, el mundo no te merece ángel, en serio.
Tu manera de ser es inexplicable (jamás diré aquella palabra que repites hasta el hartazgo cada vez que nos vemos) y lo es más lo que me haces sentir, me haces temblar y sonrojar como si fuera un chiquillo cualquiera, ¡soy un demonio, por amor de... lo que sea! Por más que lo quiera ocultar, esto amenaza con salir cada vez que te veo.
Bueno, en realidad, existe una palabra para explicar lo que me haces sentir, pero me niego a decirla, es demasiado... ni siquiera sé si los demonios podemos sentir eso.
A estas alturas lo patético se ha vuelto (¡ves lo que causas! Ahora me he llamado a mí mismo patético) parte de mi por lo que creo que será mejor dejar de escribir antes de que empiece a escribir más indiscreciones y cosas que no quiero se salgan a la luz y leas (aun).
Así que... Hasta que la vida nos vuelva a encontrar, o algo así.
Hasta pronto,
Crowley

ESTÁS LEYENDO
Memorias de un demonio (O cartas a Aziraphale)
RomansaAnthony J. Crowley ha pasado 6000 años de su existencia en la tierra y por supuesto que, para un demonio como él, no han sido nada aburridos. Él mismo ha plasmado todas sus vivencias y sentires aquí, en forma de cartas dirigidas a su ángel. Pero, ¿Q...