Venecia, 1519
Querido ángel:
Esta es la primera carta que te escribo en mucho tiempo, desde aquella que te escribí y envié hace años y tú...
Tú no contestaste.
Sé que te prometí que no me importaría lo que hicieras después de leer la carta, pero la verdad es que...
Mentí.
La verdad es que extraño escuchar de ti. La soledad es muy sentimiento muy feo, ¿sabes? Me he acostumbrado tanto a verte y escucharte que el simple hecho de saber nada sobre ti me hace sentir muy mal, casi enfermo.
Todos mis pensamientos son para ti. Es decir, a veces (por no decir siempre) vivo con una (gran) sensación de nostalgia; atormentado, inquieto, indeciso, con mil cosas en la mente, pero siempre termino pensando en ti. Todas mis cavilaciones han sido acompañadas por tu afable y dulce imagen, a veces estática y sempiternamente iluminada por el brillo de tus ojos; y cada vez que apareces en mi mente, no pienso en nada mas en particular, simplemente son momentos donde me siento en paz conmigo mismo, donde me siento revolucionado y tranquilo al mismo tiempo.
Sucede que cuando estoy contigo no siento nada, ni tristeza, ni vacío, la angustia y el desasosiego parecen no haber existido nunca para mí y creo que ni tú mismo eres consciente de los sentimientos que generas. Por eso, cuando estoy contigo, me obligo a añorar la melancolía, porque sé que cuando te vayas, ella volverá irremediablemente causándome un rato amargo.
Eres un ser simplemente extraordinario, y tienes un poder extremadamente intenso en ti, uno capaz de poner a un demonio de rodillas (y créeme, ya lo has hecho) No sé a qué se deba, ¿es quizás la paz que irradias? ¿O probablemente es la esperanza que me das? Si, lo admito, tú, Aziraphale, eres la única esperanza en la vida de este pobre y patético demonio, y seguramente lo que lo mantiene con vida.
Ha sido imposible no sentirme despojado de toda mi oscuridad con el único hecho de tenerte frente a mí; tú, sin hacer nada, provocas en mí la paz y la felicidad que el resto del tiempo no encuentro por ningún lado, y cuando ya no estás más, las crueles emociones vuelven a mi como una triste y constante compañera.
Creo que ya me he sobrepasado, debo hacer caso a mi promesa y dejar de insistir, eso es lo que quieres, ¿no es así?
He estado en Italia y conocí a un buen tipo, Da Vinci creo que se llama. Me recuerda a ti (¡carajo! Otra cosa que me hace pensar en ti), es tan energético y brillante, siempre tan concentrado en su obra que en todo lo demás. Probablemente ya lo has conocido, ¡pero qué diablos digo! ¡es el renacimiento! Todos hablan sobre él y seguramente alguien tan ilustrado e inteligente como tú ya lo debió haber conocido.
Un día terminamos ambos borrachos, uff deberías saber que, a pesar de ser un genio, ese Da Vinci puede ser muy pesado borracho. Vi algunos de sus cuadros y bocetos y le dije: "Oye Leo, tu podrías dibujarme tal como en tu cuadro ese de la Gioconda, ¿Por qué no lo haces?" ¡Y accedió! Es un gran cuadro, algún día te lo mostraré, si es que nos volvemos a encontrar.
Mierda, los más seguro es que te canses de estas cartas (si no es que ya lo hiciste) pero debes saber que te escribo porque quiero hacerlo, necesito hacerlo. No te escribo por obligación, nunca lo he sentido así. Te escribo porque me gusta hablar contigo, porque me gusta escribirte, aunque tu ni siquiera me respondas.
Si quieres, toma mi vida, llévate todo de mí, pero eso nunca va evitar que sienta todo esto hacía ti.
No puedo pelear contra este sentimiento.
Quisiera estar junto a ti...
Pero seguramente sigo siendo un enemigo ante tus ojos.
No lo quisiera admitir, pero eso me duele.
Sinceramente tuyo,
Crowley

ESTÁS LEYENDO
Memorias de un demonio (O cartas a Aziraphale)
RomanceAnthony J. Crowley ha pasado 6000 años de su existencia en la tierra y por supuesto que, para un demonio como él, no han sido nada aburridos. Él mismo ha plasmado todas sus vivencias y sentires aquí, en forma de cartas dirigidas a su ángel. Pero, ¿Q...