🟔 Tiempos de Guerra 🟔

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Londres, 1943

Querido ángel:

Pero que locos tiempos estamos viviendo, ¿no es así?

Los últimos años han sido difíciles, ni siquiera he podido verte tan a menudo como quisiera, ya sabes, he estado de aquí para allá haciendo tentaciones y cumpliendo con mis tareas de demonio que no me ha dado tiempo de verte. Cosas del trabajo, supongo.

Si, la guerra es mala, ¿no es así? Bueno, para un ángel como tu, claro que lo es...

¡Ugh! Esta carta es tan estúpida, tu efecto en mí ha llegado a tal grado que ni siquiera puedo escribir algo en una simplona carta.

He escrito esta carta como seis veces ¿Diez, tal vez? Es posible.

Creo que el no verte me hace débil ¡débil! Yo un demonio, uno de los mejores del infierno, no es nada más que un debilucho al verte (O al no verte)

Los tiempos cada vez son más oscuros y me he visto obligado hacer más maldades de las que un demonio común puede hacer, y no sé por cuánto tiempo más podré evadir la tarea de cegar vidas. No quiero convertirme en el mal personificado. No quiero, pero debo seguir fingiendo si es que quiero sobrevivir a esta locura ¿Podrás perdonarme si llegase a manchar mis manos con sangre de inocentes? (Porque yo nunca lo he hecho eso)

Las guerras no son inevitables, son los humanos que piensan que cualquier desacuerdo es irrefutable razón para iniciar una guerra, como si esto fuera un juego, ¡Y no una puta guerra!

Todo esto me ha hecho pensar (Sí ángel, aunque no lo creas ¡yo pienso!) que en algún momento nos tendremos que enfrentar, lo que hemos hecho o que la hayamos sentido no importaran en el campo de batalla, donde estaremos obligados a enfrentarnos y luchar como enemigos y no como amigos (O algo mas)

Y honestamente, no quisiera que me hicieran elegir entre tú y los ideales que estoy obligado a seguir simplemente por ser un demonio. Porque, sinceramente, te escogería a ti sobre todo las demás cosas.

Esta guerra ha durado bastante (Y te lo digo yo, ángel, que vi una guerra de más 100 años con mis propios ojos), incluso ha llegado a abrumarme a mí. Cada vez que despierto sobresaltado por arrepentimientos pasados, sostengo con fuerza tu guante, sí, ese mismo, aquel que pensaste extraviado hace mucho tiempo, algún día te lo devolveré si soy capaz de dejar de pasar las horas muertas oliendo tu colonia en él o trazando con mis dedos tus iniciales bordadas en el reverso.

Pero no puedo negarlo, esto es lo que hacen las guerras, perder la esperanza, con cada derrota, con cada triunfo, una pequeña parte de la humanidad se pierde y ningún poder divino será capaz de hacerla volver.

Yo perdí la esperanza hace mucho tiempo, cuando caí y me di cuenta que nada ni nadie haría que yo volviera a ser lo que fui antes. Y ¡Oh, sorpresa! Todo fue debido a una guerra.

Esto debe ser muy difícil para ti. No quiero que pierdas la esperanza, no, quiero que la conserves, eso es una parte de lo que te hace tan puro, algo tan sublime que solo puedo anhelar tocar.

No quiero que todo lo que eres se vea manchado por la pecaminosidad que existe en el mundo. Quizás yo soy un demonio sin esperanza, pero no quiero que tú seas un ángel sin esperanza.

Sólo espero, que esto termine pronto, que vuelvas a ver la paz, la alegría y el amor, que un ángel como tú siempre debe disfrutar.

Prometo escribirte pronto.

Sinceramente tuyo,

Anthony J. Crowley

Memorias de un demonio (O cartas a Aziraphale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora