La luz de las velas lo ayudaban a discernir lo escrito en la carta, pero él no tenía fuerza alguna para volver a leerla. Ya la había leído más de 100 veces y ya no podía una vez más.
Aziraphale se quitó los lentes y se talló los ojos, rojos por las lágrimas que había soltado a penas el demonio se había ido arrastrando los pies.
Sentía una fuerte opresión en el pecho y la culpabilidad dominaba todo su ser. Le dolía, le dolía en sobre medida como había destruido las esperanzas de un demonio que lo único que había hecho era amarlo desde hace 6000 años, pero tenía miedo de saber que significaría corresponder esos sentimientos.
—Yo no... yo no quería... —sollozó. Dejo la carta a un lado y comenzó a juguetear con una de las rosas del ramo que el demonio había dejado antes de irse con el gesto apesadumbrado y diciendo que estaba bien, que entendía completamente la respuesta de Aziraphale.
"Mentira" pensó Aziraphale. Miró al lugar donde hace unas horas había estado sentado el demonio, con el rostro lleno de esperanza, esperando por una respuesta positiva a sus sentimientos, a que todo acabara bien entre ellos. Lástima que no fue así.
Cerró los ojos, tratando de evitar que más lagrimas fluyeran por sus ojos. Hirió a Crowley. Debería hablar con él, pero no ahora, no hasta que esté seguro de lo que siente. Sería injusto ir a él y prometerle algo que no es real.
"¿A qué le temes?" preguntó una voz en su cabeza. "A lo que puede pasar" le respondió. "Mientes" dijo la voz como respuesta.
Había desafiado al mismísimo cielo e infierno y ahí estaba él, sentado, temiendo en el futuro, temía más allá de cualquier fuerza celestial o infernal. No quería arruinar todo lo bueno entre ellos dos.
"Pero, ¿Si no arruinaste nada durante 6000 años, por qué esperas arruinarlo ahora?" le cuestionó su voz interior. Eso fue todo lo que necesitó Aziraphale, se levantó y se dirigió a su escritorio. Saco pluma y papel y empezó a plasmar todos sus sentimientos. A escribir su propia liberación.
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Londres, 2017
Querido Crowley:
Perdóname, en serio, perdóname por todas las palabras duras y todo lo malo que pude haber dicho o hecho. Nunca, nunca y nunca, quise decir todo eso porque la realidad es que... tenía miedo.
Sí, tenía miedo. Todas las dudas, temores, incertidumbres y recelos se mezclaron en mi cabeza, haciéndome pensar que eso no era real, que solo era un modo de jugar con mis sentimientos, que eres un demonio y que siempre lo serias y que jamás me amarías del modo en que yo lo hago, porque si, Crowley, yo te amo.
Te amo de un modo que nunca pensé que un ángel podría sentir por alguien más. Pensaba que estaba mal, que no podía sentir amor, deseo y cariño por algo más que el cielo, pensé que era un pecado, ¡Que ridículo! ¿No? El amor no es ningún pecado, nada malo. Pero, aun así, temía de... ellos. Temí que sería juzgado, que sería considerado un traidor, pero ahora que mi mayor temor se ha vuelto realidad, me doy cuenta de algo. No me importa en lo absoluto.
Pensé que mi vida no tenía sentido alguno, que toda mi existencia se resumía a hacer milagros y a esperar el fin del mundo, pero tú me demostraste todo lo contrario. Tu cambiaste todo, me diste una razón de ser, me dabas la seguridad y protección cuando temía, me salvabas sin pedir nada a cambio, ¿Te imaginas cuanto fue eso para mi pobre corazón enamorado? Temía que no sintieras el amor que sentía hacia ti, pero esa carta que me escribiste, me hizo darme cuenta que incluso podías amarme más de lo que yo te amo a ti y me duele haberte rechazado duramente en varias ocasiones, solo por miedo.
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Memorias de un demonio (O cartas a Aziraphale)
RomanceAnthony J. Crowley ha pasado 6000 años de su existencia en la tierra y por supuesto que, para un demonio como él, no han sido nada aburridos. Él mismo ha plasmado todas sus vivencias y sentires aquí, en forma de cartas dirigidas a su ángel. Pero, ¿Q...