🟔 Siempre tuyo 🟔

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—Léela.

—Crowley...

—¡Por favor!

Aziraphale rodó los ojos antes de bajar el libro que estaba leyendo. Conocía de sobra el carácter impetuoso y exaltado de su pareja, pero simplemente no entendía su insistencia por leer aquella carta.

—Querido, todos los días me escribes una carta, no veo por qué esta es especial...

—¡Todas las cartas son especiales! —exclamó el demonio con indignación y Aziraphale no tardó en rectificarse.

—Lo sé, querido, solo que... —calló un momento buscando las palabras correctas que decir —Actúas más extraño... de lo usual.

Crowley bufó ofendido, aunque rápidamente recompuso su rostro en una sonrisa, era difícil para él estar enojado con su ángel, oh sí, Aziraphale lo tenía completamente embelesado, por no decir embobado.

Extendió la carta hacia Aziraphale, quien la miró como si fuera un objeto extraño con el que nunca tuvo contacto alguno —Léela, por favor. —pidió tratando de ocultar la súplica de su voz para así no levantar sospechas.

—¿Es tan importante para ti? —inquirió Aziraphale divertido, pero al ver que Crowley asintiendo rápidamente con seriedad en su rostro se dio cuenta de que en verdad era un asunto de extrema importancia para el demonio.

Tomó la carta y comenzó a leerla, de repente sintiendo como su corazón martillaba contra su pecho con intensidad.

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Londres, 2018

Querido ángel:

Ya no quiero ser tu novio.

Porque ahora quiero ser tu esposo. Quiero casarme contigo. Sé que pensarás que después de 6000 años, esto no es necesario, pero quiero ser tu esposo, hacerlo oficial y tener un pedazo de papel firmado y archivado en una estúpida e inútil oficina en algún lugar aburrido que diga que tú eres mío y yo soy tuyo, que nunca me dejarías porque estamos casados. Quiero poner un anillo en tu dedo para que así el mundo entero, toda la galaxia, y todas las estrellas puedan mirarnos y saber que eres mío, para siempre, que tú eres mi marido y que tú me escogiste a mí.

Solo hay una cosa de la que estoy absolutamente seguro y es que quiero pasar el resto de mi vida donde tú estás. Quiero que esta sea nuestra eternidad, tú y yo juntos, que nuestras vidas estén entrelazadas, más de lo que están ahora y cuando miremos atrás nos riamos y pensemos que todo lo que vivimos juntos valió la pena para llegar a este momento. Quiero una oportunidad de pasar el resto de mi vida con el amor de mi vida.

Espero que no pienses que voy demasiado rápido para ti, pero si lo hago, ¿Qué importa? Solo sé que no quiero pasar otro día sin ti, hemos estado separados por mucho tiempo, así que, ¿Para qué esperar? Eres tú, Aziraphale, siempre has sido tú. Si quieres ser llamado Aziraphale Z. Crowley por el resto de tu existencia, vamos a hacerlo entonces.

Aziraphale, ¿Te das cuenta que mi mundo se acabaría si ya no estuvieras en él? ¿Qué no puedo vivir sin ti? Creo que... estaría perdido sin ti. Te necesito en mi universo, ángel. Eres mi hogar.

Estoy listo para hacer nada más que amarte por el resto de nuestras vidas.

¿Me dejarías llamarte mío, Zira?

Siempre tuyo,

Anthony J. Crowley

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Aziraphale terminó de leer tratando de contener sus emociones de la mejor manera posible, pero cayó en cuenta de que aquello era imposible cuando volvió su vista hacia el demonio y en lo encontró arrodillado con un anillo en la mano y sin sus gafas oscuras, agregándole más intimidad al momento.

—Aziraphale, te amo —empezó a hablar con seguridad, aunque el nerviosismo que sentía era evidente —Te amo tanto que me asusta. Nunca he amado a nadie tanto y siento que eso podría destruirme en cualquier momento. Sé que podría. Que tu podrías hacerlo. Y sé que te dejaría hacerlo.

Aziraphale no sabía cómo sentirse ante aquellas palabras, así que dejo a Crowley continuar.

—No te preocupes, esto va a mejorar —le tranquilizó Crowley y Aziraphale se sintió culpable de que el pelirrojo haya notado su estado de perplejidad —Pero, aunque podrías hacerlo, no lo harías. Por eso te quiero. Quiero estar contigo por el resto de nuestras vidas, quiero besarte, quiero darte los buenos días y las buenas noches, quiero tus brazos rodeándome cuando estemos durmiendo, quiero sentir tu aliento en mi cuello y mis manos en tu cabello, quiero compartir mi cama, mi vida y mi todo. Todo, quiero todo Aziraphale. —Y dejo de hablar, porque ya sentía los ojos húmedos por las amenazantes lágrimas y sentía que en cualquier momento se derrumbaría.

—Crowley, ¿Estás llorando?

—No, se me metió algo en el ojo, nada más —orgulloso como siempre, Crowley se negaba a admitir que dejaba a flote sus emociones. Aziraphale rio y se dio cuenta de que, si tenía que soportar a Crowley por el resto de su existencia, lo soportaría felizmente.

—Demonio estúpido...

—¿Eso quiere decir que sí? —preguntó tratando de sonar neutro cuando en el fondo de se moría de nervios por conocer la respuesta.

—¿Tú que crees?

Esa fue toda la respuesta que necesito el demonio. Crowley lo miró a los ojos, mudo. Fue solo un momento, antes de que la emoción lo dominara. Con felicidad casi palpable, lo envolvió de improviso en un abrazo tan fuerte que lo levantó un palmo del suelo y lo hizo girar como si se tratara de la escena romántica de uno de sus libros, provocando su risa.

—Estamos hechos el uno para el otro, ¿Sabes? —le dijo el demonio como si le estuviera revelando el secreto mejor guardado de la creación.

Eso solo aumentó los deseos de Aziraphale por besarle, y por supuesto, lo hizo.

Memorias de un demonio (O cartas a Aziraphale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora