South Downs, 2019
Querido ángel:
¿Tienes alguna idea de lo que había sido para mí vivir cada día contigo, pasar cada día a tu lado, amarte como lo hago sin hacer ni decir nada? Una tremenda calamidad.
Creo que me enamoré de ti desde la primera vez que te conocí solo que entonces no sabía que era amor, o quizás tú tenías razón y me fui enamorando de ti poco a poco, casi sin darme cuenta. Y así pase más de 6000 años, anhelando con tocarte, pero conformándome con verte
Empecé a escribir estas cartas con el propósito de mantener el contacto contigo, pero poco después me di cuenta que solo era una estúpida excusa para poder expresar libremente mis sentimientos, para hablar de aquellas emociones que no me atrevía ni a verbalizar sin negar la verdad.
No quería despertar en un mundo donde aún no hubiera dicho ciertas cosas. Antes, no creí que fuera necesario, pero luego me di cuenta de que lo necesitaba. Si hubiera tratado de suavizar y contener esas emociones, hubiera explotado. Por eso, recurrí a este método, porque ciertamente no podía decírtelas a ti ni a nadie más. Nadie lo hubiera entendido, solo hubiera recibido el ridículo y la condena, así que me conforme con plasmar en papel todo lo que sentía por ti.
Aun así, me temo que todo este tiempo pasé escribiendo una oda al amor que siento hacia ti, desde el inicio del mundo hasta el día de hoy. ¿Puedes acaso culparme? Estoy seguro que con todas las cartas que te he hecho podría escribir novelas enteras sobre tus ojos, tu mirada, tus manos, cada parte de ti.
Y ahora, estoy viviendo mi eternidad. Y estoy feliz, muy feliz de que esté viviendo mi eternidad contigo.
Estoy abrumado, realmente abrumado. Nunca pensé que alguien significaría tanto para mí como lo haces tú.
Te amo con todo lo que soy, Aziraphale. Aunque sé que no hace falta que lo diga.
Mi Zira, ¿Qué tengo que hacer convencerte de que te amo desesperadamente?
Te amo, Aziraphale. E incluso si no te le dijera a menudo, tú lo sabrías. Te amo. A veces te miro dormir y me pregunto qué sería de mí si no fuera por ti y usualmente llego a la conclusión de que estaría muerto o perdido porque eres tu quien me mantiene cuerdo y quien me enseña cómo ser mejor, como ser bueno (¡Sí, Un demonio siendo bueno!)
Por favor, nunca te vayas de mi lado, nunca. Hay tanto que puedo decir, pero sé que ni siquiera 446 palabras nunca serán suficientes (¡Sí, las conté!), pero eso no importa porque tendré toda una perennidad para expresarlo todos los días.
Tú eres mi milagro. Siempre lo has sido.
Siempre tuyo,
Anthony J. Fell
.
.
.
.
.
Aziraphale abrió los ojos lentamente, tratando de acostumbrarse a la luz que irradiaba en su habitación. Como parte de una rutina que se había vuelto inherente en él, estiró el brazo con pereza buscando a tientas el cuerpo junto al que dormía cada noche. Como era usual, no lo encontró.
Con la misma somnolencia con la que estiró el brazo, lo dejó caer pesadamente y se removió entre las sabanas que cubrían la cama que compartía con el demonio desde hace un año. Poco le duro el descanso ya que apenas estaba recuperando el reposo cuando la puerta de la habitación se abrió, dando paso al demonio pelirrojo que, como cada mañana sin falta, llevaba una bandeja con desayuno recién hecho y una carta.

ESTÁS LEYENDO
Memorias de un demonio (O cartas a Aziraphale)
RomanceAnthony J. Crowley ha pasado 6000 años de su existencia en la tierra y por supuesto que, para un demonio como él, no han sido nada aburridos. Él mismo ha plasmado todas sus vivencias y sentires aquí, en forma de cartas dirigidas a su ángel. Pero, ¿Q...