II

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Observó curioso a uno de sus compañeros, mientras estaban en su descanso para almorzar, la única que comida que tenían hasta las nueve de la noche cuando terminaban la jornada laboral.

El joven pelirrojo tenía una novia humana, que no era muy bonita, pero era tan atenta con él. Solía venir todos los días por la noche, para poder estar con él y hablar.

Y al parecer ahora, la chica se había hecho un tiempo para traerle el almuerzo también. Ojalá él tuviera tanta suerte...

Al principio, el muchacho no se veía muy entusiasmado con la relación, e Itzak sospechaba que el pelirrojo sólo estaba con ella por conveniencia.

Si conseguían una pareja humana, ellas podrían sacarlos de allí, insertarlos de cierto modo en el mundo humano, donde tendrían más posibilidades para mejorar.

Pero ahora, el chico sí se veía emocionado con ella. Hasta había gastado los únicos dólares que le daban los fines de semana, para comprarle un obsequio a ella.

Según lo que él le había dicho a Itzak, aquel día cumplían ocho meses de relación. Entonces, el rubio había estado pensando en eso también.

Si encontraba una joven lo suficientemente inocente, ingenua para engañar, él también podría conseguir salirse de allí. Sólo tendría que fingir que le gustaba y ya.

Estaba distraído pensando, cuando escuchó a sus compañeros hablar entre ellos, riendo y haciendo bromas, y algún que otro "piropo" de más hacia una mujer.

Se apresuró a ir hasta la parte frontal de la obra, con la esperanza de encontrarse con la chica del viernes. Tal vez, ella podría ser una buena salida de la vida de mierda que llevaba.

Pero su ilusión se disipó, incluso borrando la sonrisa plasmada en su rostro, cuando al llegar notó que no era esa chica. Aunque, la que había venido ahora era mucho más bonita.

Se acercó hasta su compañero que cumplía con la función de jefe, sacudiéndose la ropa, y escuchó lo que la jovencita decía, con un acento bastante extraño.

—Su nombre es Bastien, es alto, tal vez como tú. Tiene cabello negro y ojos grises, algo azulados.

—Lo siento, pero aquí no trabaja ningún hombre llamado Bastien.

—Él hablá francés, quizás... Quizás cambió su nombre, pero si lo han oído hablar, notarán que tiene un acento diferente.

El hombre volvió a negar con la cabeza.

—Lo siento, pero no hay nadie así aquí.

La muchachita lo miró afligida.

—Él tiene una cicatriz en al base del cuello, que va hasta sus pectorales. ¿Jamás vieron a un muchacho así aquí? —les preguntó a ambos, al notar que había llegado otro muchacho rubio.

—No.

—Sí —pronunció pensativo Itzak—. Era un chico que no hablaba el idioma, pero se fue hace como un año de aquí.

—¿Tú lo conociste? —le preguntó con lágrimas en los ojos, y una suave sonrisa—. ¿É-Él estaba bien?

—Am... Sí, sí, no estuvo mucho tiempo aquí, un día simplemente se fue.

—¿A dónde? ¿Les dijo si se iría a ese asentamiento de... Ustedes? ¿Pudo conseguir el dinero?

—Pues él no hablaba nuestro idioma, así que no sabría decirte a dónde se fue. Tal vez sí-

—Señorita, no es seguro que esté aquí, lo mejor será que se vaya —le dijo el jefe de los obreros, luciendo serio.

—Sí, muchas gracias, a ambos. Ahora sé, no con certeza, pero que mí Bastien tal vez pudo llegar a un mejor lugar —sonrió con lágrimas en los ojos—. Por favor, tomen esto.

—Oh no, muchas gracias, nosotros-

—Gracias —le dijo con simpleza Itzak, tomando el dinero.

Él no iba a desaprovechar la oportunidad de tener dinero. Después de todo, lo necesitaba más que esa niñita adinerada.

Cuando la muchacha se fue, su compañero lo observó con el ceño fruncido, gruñendo.

—¿Por qué le dijiste aquello? Sabes bien que no tenemos permitido hablar de los nuestros, y mucho menos, a humanos.

—¿No viste lo triste que estaba? Preferí decirle que él tal vez seguía vivo en algún lugar, a revelarle la verdad. De seguro, y ese tal Bastien haya sido uno de los tipos que murieron el año pasado, en el derrumbe.

—Tomaste su dinero mintiéndole.

—Sí, y creo que fue lo mejor. Al menos ella se fue de aquí con una sonrisa y no llorando de tristeza. Piénsalo, Teito, ellos jamás volverían a verse, pero ahora aunque sea, ella vivirá sabiendo que él sigue vivo en alguna parte del mundo. Todos felices —sonrió palmeándo el bolsillo donde había guardado el dinero.

***

—Un mes después—

Miró a su hermana, que se veía tan emocionada, y frunció levemente el ceño.

—¿Por qué tan feliz, Zoe? Ni que fuéramos a Disney o algo así —sonrió.

—Ah, es que... Bueno... Es emocionante ver el nuevo hotel de papá —sonrió nerviosa.

—Aún no está terminado, es por eso que decía que era una pérdida de tiempo que vinieras. Por ahora sólo han terminado la fachada, faltan los detalles más finos.

—Igual creo que será emocionante verlo.

—Sí tu dices —le dijo en un tono bajo—. Yo hubiera preferido quedarme en casa o algo así.

Christopher tenía seis años más que su hermana, y al ser el hijo mayor de aquel gran empresario, a veces tenía que ejercer como encargado y representa de su padre, para controlar que todo estuviera en orden.

Qué se estuvieran siguiendo las instrucciones de su progenitor.

Se bajaron ambos del auto gris brilloso del muchacho, y Christopher se acomodó el saco, abotonado el botón del medio, y su hermana caminó junto a él, mirando sorprendida como habían avanzando en un mes.

El muchacho se dirigió al encargado de la obra, y éste lo saludó respetuosamente, mientras les hablaba de los avances, y el tiempo estipulado para acabar.

Pero los ojos de Zoe, estaba en los obreros. ¿Volvería a encontrarse con él?

Desde casi siete metros de alto, un joven rubio estaba observando a la pareja de hermanos que recién llegaba. ¿Qué chica de su edad se vestía de esa forma?

Tal vez tenía razón, tal vez esa niña era una buena opción para salir de allí. ¿Pero cómo intentarlo sin morir en el proceso? Es decir, su padre era un tipo muy importante, y ellos tenían prohibido acercarse a los humanos que fueran a la obra.

Ni hablar si se trataba de la hija del jefe...

...

Sí, Itzak puede ser muy mentiroso...

ItzakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora