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—Te dije que todo iba a estar bien —sonrió.

—¿Bien? ¡Estuviste casi dos horas con ese tipo! —exclamó Candice, conduciendo hacia su hogar—. Ya no sabía que más inventarle a mí mamá para que dejara de llamarme. Te lo advierto, Zoe, no volveré a hacer esto. Si quieres volver a verte con él, no cuentes conmigo.

—Estás siendo muy exagerada, no me pasó nada —le dijo con calma, quitándose el maquillaje.

—¿Se cuidaron?

—¿Qué?

—Que si se cuidaron ¿Lo hicieron?

—N-No tuvimos sexo, apenas lo conozco —le dijo avergonzada.

—Pues como tardaste tanto, creí que estarían teniendo sexo. En serio, Zoe —suspiró, ya a muy pocas calles de su casa—. Lo que hiciste hoy fue una locura, ni siquiera-

—Qué yo salga con alguien mayor es una locura ¿Pero lo tuyo con Bastien no lo fue? —la interrumpió en un tono molesto.

—Sabes que es completamente diferente, yo no fui tras Bastien al poco tiempo de conocerlo. Nosotros nos enamoramos.

—Tú tenías quince y él veinticinco cuando tuviste tu primera vez, Candy ¿Cuánto tiempo llevaban de conocerse?

—Casi un año, y estuvimos dos años de novios luego, hasta que mi papá nos descubrió y lo echó. ¿Ahora crees qué es lo mismo? Por supuesto que no, tú ni lo conoces.

—¿Sabes qué? Mejor déjame aquí, me iré sola a mí casa.

—Zoe.

La jovencita se bajó del auto, y dejó hablando sola a su amiga, sin querer escucharla. ¿Por qué la juzgaba? Candice debería estar de su lado, entenderla.

Aunque dijera que no, la relación que ella había tenido, era muy parecida a la actual de Zoe. Aunque... Zoe no sabía si tenía una relación o no con Itzak.

Qué la hubiera besado, más de una vez, no significaba nada.

***

Se quitó el casco, y se pasó una mano por la frente, secándose el sudor. Estaban entrando en verano, y la temperatura comenzaba a aumentar rápidamente.

—¿Y Alejandro? —preguntó curioso el rubio, colocándose nuevamente el casco.

—Le dieron permiso de salir hoy.

—¿De salir? ¿A dónde? —inquirió confundido, dejando de hacer su trabajo.

Román terminó de asegurar un estante, y luego tomó unos tornillos, mirando a Itzak.

—Parece que su novia está embarazada, y hoy le iban a hacer una ecografía. Es por eso que no está, le dieron permiso para acompañarla.

—¿Embarazada? Vaya que lo hizo bien —sonrió divertido—. Ahora sí que sale de aquí ¿Qué mujer querría cuidar a un hijo sola?

El castaño negó con la cabeza, e hizo una marca en la madera, donde debía colocar el tornillo.

—Te equivocas. Él no buscó al bebé para que su novia lo sacara de aquí, y se lo llevara a su casa. Fue un descuido, y él está muy preocupado, ya que la chica estaba con pérdidas.

—Bueno, no es como no pudieran buscar otro luego —le dijo despreocupado, tomando una tabla de una tarima junto a él.

—¿Sabes por qué dices tanta mierda? Porque no tienes hijos ni nadie a quien ames —gruñó molesto—. No tienes idea del miedo que se siente poder perder un hijo, y más si viene de la persona que amas. ¿Pero para qué hablarte de amor a ti, Itzak? Para ti no existe.

—Sí existe, yo me amo.

—Imbécil —le dijo colocando el tornillo sobre la madera.

Sabía que no tenía sentido hablar de algo así con el rubio, siempre terminaba siendo un estúpido insensible.

Itzak le restó importancia, y también se puso a amurar aquel panel de madera. No era su culpa no ser un emocional como ellos dos. O tal vez Román tenía razón, él no amaba a nadie.

***

Era de noche, y estaban reunidos en el primer galpón, intentando sintonizar una vieja radio que uno de los jóvenes machos había encontrado en un basural.

Solían juntarse antes de dormir para hablar y comer algo, entre todos podían juntar algo de alimento, para que alcanzara.

—¿Saben qué necesitamos? Una de esas mujeres con dinero, como las que hicieron el asentamientos allá en occidente —pronunció un rubio, comiendo un trozo de pan—. Alguien que tenga el poder de hacer algo por nosotros.

—Pues para eso necesitas ser guapo, y tú no lo eres —acotó otro, haciendo reír al grupo.

—Tal vez tengas razón —rio el muchacho—. Pero necesitamos buscar la ayuda de alguien, que nos escuche. O, buscar la forma de poder viajar hasta aquel asentamiento.

—Eso es imposible, necesitaríamos mucho dinero, que obviamente no tenemos. Lo mejor es simplemente buscar una mujer aquí, y conformarnos con lo que nos toque.

—Escuché que Celsio está con una viejita —pronunció un moreno, haciendo una mueca de asco—. En serio, podría ser la madre.

—Pues, vieja o no, Celsio de seguro ahora tiene una cama caliente, ropa y buena comida —dijo otro, rodando los ojos.

Itzak los observó en silencio, mordiendo un trozo de pan. Era patético tener que depender de una humana, para poder salir de aquella vida de mierda.

Ni que fueran perros de la calle, esperando a que alguien los adoptara.

Vio pasar a un chico pelirrojo junto a él, y le palmeó uno de sus muslos, llamando su atención.

—Ale ¿Todo bien? ¿Tu novia está bien?

—Sí —sonrió suavemente—. Ella y el bebé están muy bien. La doctora nos explicó que es normal que exista una especie de pérdida en el primer mes. Sólo fue un mal susto.

—Que bueno, hermano. Y felicidades ¿Ya sabes cuándo te irás de aquí?

—Jenny hace meses viene pidiéndome que me vaya con ella a su departamento, pero yo no me siento cómodo con eso.

—¿Por qué? ¿No la amas?

—Es por eso, no me parece justo que ella tenga que costear los gastos que yo generaría. Y más ahora con lo del bebé.

—¿No se supone qué para eso la elegiste? ¿Para sacarte de aquí?

El muchacho desvió la mirada, afligido, y luego negó con la cabeza.

—Itzak, por favor, no vuelvas a decir eso ¿De acuerdo? No quisiera que ella escuchara algo así.

—¿Pero no es la verdad?

—No ahora —pronunció serio, antes de irse.

El rubio se encogió de hombros, y le dio una mordida a su pan. ¿Por qué se ofendía? ¿Ahora se hacía el decente? Todos sabían muy bien porque había buscado a esa chica.

...

ItzakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora