XXIV

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—Hola Itzak ¿Necesitas algo? —sonrió la traductora, acercándose a él.

—Estoy bien, gracias.

—Que bueno oírlo ¿Te parece si empezamos con las clases de idioma? Sería muy bueno para ti aprenderlo, de ese modo, podrías comunicarte e integrarte en la comunidad.

—Sí.

—De acuerdo. ¿Sabes leer y escribir?

—Muy poco.

—No hay problema, aprenderás también a hacerlo —sonrió—. Entiendo por lo que estás pasando, estás solo en un lugar completamente nuevo, pero te adaptarás rápido. Aquí todos somos muy amables.

***

—Hola bonita ¿Cómo llegaste?

"—Bien, sólo fueron cinco horas, pero no podía llamarte antes, estaba con mí familia —sonrió—. ¿Cómo estás? Hace un ratito Sonia me envió un mensaje, diciendo que comenzaron hoy con sus clases."

—Sí, me está enseñando el idioma... Pero te extraño tanto, y sólo han pasado unas horas.

"—Yo también te extraño, pero no quiero pensar en eso, porque volveré a llorar —le dijo en un tono tembloroso—. Mejor háblame de lo que hiciste hoy."

—Pues, sólo he fumado cinco cigarrillos, uno por hora —le dijo mientras se acostaba, y miraba el techo—. Comí unas hamburguesas, y conocí al marido de la cocinera.

"—Que bueno que hayas encontrado a alguien con quien hablar."

—Sí ¿Y tú qué haz hecho?

"—Primero fuimos a la piscina ¡Qué es enorme! Después..."

***

—Semanas después—

Sus vacaciones habían terminado hacía tres días, y Zoe finalmente regresaba a su casa. Ya era momento de enfocarse en sus estudios. Si bien tenía aún dos meses para prepararse, la jovencita quería rendir con una nota alta.

Estaba en la puerta del edificio, buscando las llaves, cuando una mujer se acercó a ella.

—Ey, tú.

Levantó la cabeza, y miró curiosa a una mujer de unos treinta años, cabello teñido de un rojo intenso, labios pintados del mismo color, y ojos delineado de negro.

—¿Me hablas a mí?

—Sí, te habló a ti ¿Dónde está Itzak?

La observó confundida y negó con la cabeza.

—Disculpa, no sé quién eres.

—Pues yo sí sé quién eres, pendeja cualquiera —masculló empujándola—. Sé que Itzak se está acostando contigo ¡Y sólo porque tienes dinero!

—No-

—¿Qué acaso no te lo ha dicho? Yo soy su mujer —le dijo con rabia—. Dime dónde mierda está el infeliz ese. Dijo que me ayudaría, y desapareció ¿Acaso piensa que yo me voy a hacer cargo de esto sola? —le inquirió señalándose el vientre.

Zoe bajó la mirada, y observó que la mujer tenía una pequeña pancita, que se veía muy ceñida con aquella chaqueta de cuero ajustada al cuerpo.

—¿Y bien? ¿Dónde está él?

Y era tanto por asimilar, que ni siquiera podía contestar nada. ¿Itzak tenía mujer? ¿Tenía mujer y no le había dicho nada? ¿Ella... Era la otra?

Miró a aquella mujer, y observó que ella llevaba una collar que conocía muy bien. Era uno de los collares preferidos de su abuela. El de la esmeralda en forma de corazón.

—¿D-De dónde sacaste eso? —preguntó en un hilo de voz.

La pelirroja la miró con confusión, y luego notó que estaba mirando hacia su cuello. Sonrió con sorna, y tomó la piedra entre sus dedos.

—¿Esto? Es un regalo que me hizo Itzak.

—E-Eso es m-mío.

—¿Tuyo? ¿Las joyas que robó eran tuyas? —preguntó antes de reír, al ver los ojos cristalizados de la muchachita—. Cuando veas a mi marido, dile que venga a verme. Yo no pienso criar a un hijo sola —le dijo antes de marcharse.

Entró al edificio, con los ojos inundados en lágrimas. Y no hizo más que empezar a subir las escaleras, que comenzó a llorar.

¿Sólo la había usado? ¿Sólo eso había sido para él? ¿Dinero y un boleto de avión?

Llegó hasta su departamento, y escuchó su celular. Y sabía que se trataba de él, porque antes que esa mujer llegara, ella estaba hablado con Itzak.

"—¿Y tú le dijiste que vivías aquí?

—No, él dijo que tú le habías dicho.

—¿Y le creíste? Ya te había dicho que no me agradaba ¿Cómo pudiste creer que yo le diría dónde tú vives?

—No lo pensé en ese momento —pronunció insegura.

—Y yo no sé qué pensar —le dijo serio—. A ti te desapareció el alajero, y éste tipo de la nada se aparece en tu casa, sin que nadie le dijera donde vivías."

Sólo se había burlado de ella, y lo peor de todo, es que le había echado la culpa a Brier, cuando él había sido quien le había robado las joyas.

Había fingido que la quería, mientras estaba con otra mujer. O mejor dicho, ella era la otra en esa relación.

Tomó su celular, y observó el último mensaje que él le había enviado, sin abrirlo.

"Amor ¿Estás bien? ¿Qué pasó qué no me contestas?"

Más lágrimas mojaron su rostro, y buscó el número de Brier, que jamás había borrado. Lo marcó, y esperó a que el muchacho le contestara.

"—¿Hola?"

—H-Hola Brier... S-Soy Zoe.

"—Zoe ¿Estás bien? ¿Estás llorando?"

—Quiero que me digas todo lo que sabes de Itzak —lloró sin poder contenerse más—. Quiero saberlo todo.

***

Miró su celular, preocupado, mientras volvía a intentar llamarla, recibiendo como respuesta una vez más el buzón de voz. Ella tenía el celular apagado.

Y no lo entendía, hacía como dos horas ya había llegado a su casa, si se le había quedado sin batería, ya podría haberlo puesto a cargar.

Dejó su celular sobre la cama, y fue a tomar una ducha. Tal vez ella sólo se había quedado dormida, no tenía porqué ser tan extremista y creer que algo malo le había ocurrido.

Entró a bañarse, y el celular sobre su cama se encendió. De fondo de pantalla estaba Zoe, una foto que le había tomado mientras le "gruñía", y la luz se había encendido por un mensaje de ella.

***

La observó llorar, y le acarició suavemente la espalda. Le había dicho a Christopher que cuidaría de Zoe, aunque ella no quisiera tenerlo cerca, y eso es lo que haría.

Cumpliría a su promesa.

—¿Prefieres que me quede o que me vaya?

—N-No, quédate por favor. N-No q-quiero estar sola.

...

ItzakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora