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La acompañó hasta el edificio donde vivía, observando que no era un lugar muy lujoso. Y lo entendía, Zoe le había contado que su papá aún no confiaba en ella.

—Quisiera que subieras conmigo, pero mi papá no quiere que suba a chicos —le dijo con molestia—. Y si lo hago lo sabrá, tiene cámaras en los pasillos.

—¿Y adentro de tu departamento también?

—No, sólo afuera.

—¿Segura?

—Sí —sonrió—. Cuando lo alquilamos estaba completamente vacío, trajimos las cosas luego, y no había nada instalado.

—Mm, entiendo.

—Iré a verte mañana, luego de clases. Podemos pasar la tarde juntos, como hoy —sonrió.

—Por supuesto, hermosa —sonrió tomándola del rostro para besarla—. Sueña conmigo —murmuró contra sus labios.

Se despidió de Zoe, y cuando la jovencita entró al edificio, se alejó un poco, esperando poder ver cuál era su departamento, cuando ella llegara y encendiera alguna luz.

Tal vez no podía entrar por la puerta, pero siempre estaba la ventana. Su padre no contaba con un macho bestia que pudiera trepar.

***

—Sí, su nombre es Bastien. Es un hombre que debe tener unos veintinueve años, ochenta kilos, un metro noventa, ojos grises, cabello negro, y una cicatriz horizontal en la base del cuello. Él sólo habla francés —explicó la jovencita, antes de morder una de las uñas de sus dedos—. ¿Está segura? Él quizás pudo haber cambiado su nombre.

Escuchó lo que le decían del otro lado de la línea, afligida.

—De acuerdo, muchas gracias. Dejé mí teléfono en la información de contacto, si llegan a saber algo sobre un muchacho así, aunque sea una leve sospecha, por favor llámenme. Buenas noches —pronunció abrumada, cortando la llamada.

Ahí iba su última oportunidad para encontrar a Bastien. Se había comunicado con el número del centro principal de las bestias, y el muchacho supuestamente no se encontraba allí.

En el último año, según le habían dicho, no había llegado nadie que hablara francés, ni con las características que ella les había descripto. Entonces ¿Dónde estaba él?

En las últimas semanas había recorrido diferentes puestos de asentamiento bestias, donde solían juntarse para dormir o comer, y nadie había visto al muchacho antes.

Nadie sabía nada de él, era como si jamás hubiera estado allí... ¿Y si era así? Candice tampoco sabía con exactitud qué había hecho su padre con Bastien.

Miró su celular, donde tenía varias fotos del  azabache, y se sintió devastada. Nadie la ayudaría a buscarlo, no era un humano, y ella lo necesitaba tanto a su lado.

"—Te amo.

—Vas a estar bien, amor —le dijo con lágrimas en los ojos, mirándolo con angustia—. A-Ahora, intenta dormir un poco ¿Sí? Yo me quedaré aquí a tu lado, cuidándote —sollozó, dándole un beso suave en los labios.

Bastien cerró los ojos, y Candice lloró en silencio. El muchacho tenía una temperatura muy elevada, incluso estaba sudando, y sabía que aquello debía ser por una infección.

No sabía que le había pasado, pero Bastien tenía una gran herida en la base del cuello, roja, que supuraba un líquido amarillento. Y por lo poco que el muchacho le había contado, llevaba de ese modo hacía más de una semana.

Y su padre no había hecho nada para ayudarlo.

Candice había tenido que realizar un viaje con su mamá, y al regresar y no encontrarlo en el granero, se había preocupado. Ese era su lugar, él vivía allí.

La jovencita lo había buscando desesperada por el campo, hasta hallarlo en un lugar alejado en los campos de siembra, tirado en el suelo.

Ella no sabía qué hacer para ayudarlo, simplemente le había dado antibióticos y un antifebril, con la esperanza de que sirviera de algo, siguiendo las dosis según una página web.

Mojó un paño en agua fría, y lo pasó por la frente de él, el cuello, sus brazos y axilas, bajando por su abdomen y luego muslos y piernas, intentando refrescar su cuerpo.

Le había limpiado la herida, pero no sabía si con aquello sería suficiente para salvarlo. Y no lo entendía ¿Por qué su papá no había hecho nada para ayudarlo?"

***

Estaba tomando un batido, acostada en su cama, cuando escuchó ruidos en su balcón. Miró con cierto temor hacia la ventana, y antes de poder reaccionar, ésta se abrió, aterrando a la jovencita.

Salió de la cama, con la intención de correr hacia la puerta y huir, y vio entonces entrar a su departamento a Itzak, desconcertándola.

—Buenas noches, hermosa —sonrió como si nada, acomodándose un poco la ropa—. ¿Te desperté?

—¿C-Cómo subiste? ¿Alguien te vio?

Sonrió divertido y se acercó a la cama, sentándose junto a ella.

—No, nadie me vio, fui muy silencioso.

—¿Seguro? No quiero problemas...

Zoe dejó de hablar, al sentir que él la tomaba del rostro con una de sus manos, y se acercaba peligrosamente a sus labios.

—¿No querías verme? —le preguntó rozando sus labios.

—Sí.

—¿Sí? —sonrió dándole un beso corto.

Ella lo tomó tímidamente del rostro, y él probó su boca, en el momento en que Zoe se lo permitido, saboreando su delicioso sabor a durazno.

Metió una de sus manos por debajo de la camiseta de ella, y apretó uno de sus pechos, incomodando a la jovencita, que se alejó de él, negando con la cabeza.

—N-No puedo —susurró mirando hacia abajo.

Él la miró confundido.

—¿Por qué?

—Porque no, no quiero... Me da miedo.

—¿Qué te da miedo? ¿Tener sexo conmigo? No es como si fuera a lastimarte, Zoe. Además ¿No es lo que las parejas hacen? ¿Los novios?

—¿N-Novios?

—¿No somos novios? —sonrió tomándola del rostro, para que lo mirara—. ¿O es qué ésta hermosa muñeca no quiere tener de novio a alguien como yo?

—Sí, sí quiero.

—Entonces no tiene nada de malo que hagamos el amor —sonrió intentado besarla de nuevo.

Pero Zoe no quiso, mirando hacia abajo nuevamente.

—Aún no estoy lista, lo siento —murmuró con vergüenza.

—De acuerdo, te esperaré —suspiró dándole un beso en la frente—. Oye ¿Qué comías? Tienes un sabor delicioso.

—A-Ah, un batido de durazno.

—¿Batido de durazno?

Ella se movió en la cama, y sin pedirle permiso, Itzak se recostó a su lado, tomando del vaso que ella le estaba ofreciendo.

—Pruébalo —sonrió—. A mí me encanta.

...

ItzakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora