VIII

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—Sólo nos queda un mes ¿Ya se saben si habrá otra construcción?

—Al parecer no, dicen que se van a tomar uno o dos meses de descanso. Cómo si ellos hicieran algo —pronunció con cinismo Román.

—Si que tuvo suerte Alejandro entonces —bufó Itzak—. Él no tendrá que volver a la calle a dormir.

—Sí —suspiró el muchacho—. ¿Y tú qué vas a hacer?

—No lo sé, supongo que vagar por ahí. No tengo muchas opciones —pronunció con cierta molestia, antes de darle una calada a su cigarrillo.

Román lo miró con el ceño fruncido, cubriéndose la nariz luego.

—¿Cómo puedes consumir esa mierda? ¿Acaso no te afecta el olfato eso?

Lo miró pensativo, antes de darle una a segunda calada, soltando suavemente el humo.

—Sí, ahora que lo pienso, puede ser que haya perdido un poco el olfato.

—¿Y qué esperas para dejarlo?

—De todos modos me voy a morir —pronunció con simpleza.

El otro muchacho negó con la cabeza, y le dio un sorbo a su botella de agua. Itzak necesitaba algo o alguien que lo encaminara en la vida.

***

Miró el monoambiente que su padre le dijo que le alquilaría, no muy convencida. ¿Por qué algo tan pequeño? A sus hermanos les había alquilado prácticamente un piso.

—¿Qué ocurre?

—Nada, sólo... Creo que es algo pequeño —le dijo a su progenitor.

—A mí me parece perfecto para ti sola. Cuando me fui a la universidad, a tu edad, viví en un lugar muy parecido a éste.

—Sí, pa, pero a Christopher y Janell les diste un departamento, no una habitación cómo ésta.

—Demuéstrame que puedas administrarte sola, y quizás me hagas cambiar de opinión.

—¿Por qué no me tienes confianza, papá? —le inquirió molesta.

—No quiero chicos aquí ¿De acuerdo? Es sólo para que tú vivas, o alguna amiga te visite, nadie más. Y tengo cámaras en los pasillos, sabré si me mientes u ocultas algo.

—Okay —murmuró con fastidio—. ¿Y cuándo podré mudarme?

—Pues hay que hacerle algunas refacciones, cambiarle el color, ponerle algún tipo de seguro a las ventanas, unas rejas no estarían nada mal. Hay que traer los muebles, hay que-

—Sólo trae los muebles, el color no está tan mal, y el resto lo pueden ir arreglando mientras viva aquí. No es como si el departamento no fuera habitable.

Su padre la miró a los ojos, luciendo serio.

—¿Cuál es tu apuro para vivir sola, Zoe? En casa estás bien.

—Porque quiero independizarme, no soy una niña.

—Y yo hablo en serio al decir que no quiero ver a ningún chico aquí.

—¿Tampoco pueden venir mis amigos a visitarme?

—Si sólo son visitas, sí.

***

-Una semana después-

Estaba hablando con dos compañeros, riendo de alguna estupidez que estaban diciendo, cuando un muchacho castaño dejó de hablar, sonriendo con cierta picardía.

—¿Y esa muñeca? De seguro está pérdida para entrar a un lugar como éste —sonrió poniéndose de pie—. Creo que Ale no será el único que se vaya.

Itzak rio, girando el rostro para ver a la chica de la que su compañero hablaba, y la sonrisa se borró al ver a Zoe.

—No —gruñó, deteniendo al muchacho—. Te quedas aquí.

—¿Por qué? ¿También te gusta? Pues vamos, veamos a quien elige —lo desafió, con una sonrisa divertida.

—No pienso hacer eso —le dijo molesto.

Pero a pesar de la molestia que le generaba a Itzak, Brier se fue de todo modos hasta la jovencita azabache, sonriendo.

—Señorita, buenas tarde ¿Qué necesita por aquí?

Zoe sonrió tímidamente, mirando sus ojos felinos, verdes. Tenía el cabello castaño chocolate, y sobre su cabeza, podían verse dos orejitas peludas.

—Hola, estaba buscando a un chico, Itzak.

—Sí, a mí —gruñó, llegando hasta ella y abrazándola por la cintura, pegándola a su cuerpo celosamente.

—Oh, bueno, si en otro momento buscas una mejor compañía, mi nombre es Brier —sonrió dándole la mano.

Zoe sonrió suavemente y la tomó, asintiendo con la cabeza.

—De acuerdo, fue un gusto conocerte.

Itzak afiló su mirada, y observó amenazante al castaño, que seguía con esa sonrisa desafiante en sus labios. Tomó la mano de Zoe, con la cual ella había saludado al otro muchacho, y entrelazó sus dedos con los de ella, alejándose de allí.

—¿Qué ocurre? —le preguntó confundida.

—No quiero que te acerques a él, no es seguro.

—No me pareció un mal chico.

—Pero no lo conoces, sé porqué te lo digo.

En realidad, Itzak no quería que viera que Brier era mejor que él.

—¿Y dónde has estado? Hace dos semanas no sabía de ti.

—No podía salir, estaba haciendo una cosas —sonrió emocionada.

—¿Sí? ¿Qué cosas?

Se detuvo, haciéndolo detener a él también, y lo miró sonriendo.

—Hace tres días que tengo mí propio departamento, es pequeño, pero finalmente podré vivir sola, y venir a haberte cuando quiera.

Él abrió los ojos sorprendido.

—¿Vives sola?

—Sí, vivo sola —sonrió.

La miró a los ojos, y luego la tomó del rostro para besarla. Con más razón no podía dejar que Brier se le acercara. Sabía que la jovencita era muy ingenua, y que el castaño también podría conquistarla fácilmente.

Y dudaba volver a tener la suerte de encontrar un "buen partido" como Zoe. Sin contar con que en sólo unas semanas se quedaría en la calle.

—I-Itzak —jadeó sin aire, separándose de él para poder respirar.

—Lo siento —le dijo entre besos cortos—. Es que te extrañé, hacía tanto quería verte.

Lo miró a los ojos, ilusionada.

—¿En serio? ¿Pensaste en mí?... ¿Me extrañaste?

—¿Y cómo no hacerlo, preciosa? —sonrió acariciando sus mejillas—. ¿Recuerdas cuándo te dije que me habías robado el sueño? No era mentira. No he dejado de pensar en ti, Zoe —le dijo en un tono bajo, antes de volver a besarla, y que ella lo abrazara.

Claro, ella no tenía que saber de las mujeres con las que había estado aquellas noches. O de la prostituta con la que había quedado verse esa noche.

Itzak ya no la necesitaba después de todo. ¿Por qué vivir con una prostituta, cuándo podía vivir con aquella jovencita tonta y adinerada?

...

ItzakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora