XIV

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—Itzak ¿Quieres qué volvamos a mí casa? Entiendo que estés cansado, pero ya está oscureciendo —pronunció en un tono suave, acariciándole el hombro.

¿Qué clase de cita era esa? Él le había propuesto salir, y se dormía. Zoe ya llevaba cuatro horas, sentada en el mismo lugar, con el rubio dormido en el banco, apoyándose sobre ella.

Ya varias personas se habían acercado a ella pregúntale si estaba bien, si necesitaban algo, y con vergüenza, la jovencita les decía que no, que él sólo estaba descansando un ratito.

Un ratito que ya llevaba cuatro horas.

Lo sacudió suavemente, y el muchacho se quejó, frunciendo el ceño. Abrió sus ojos, y bostezó llevándose una mano a la boca, antes de sentarse en la banca y pasarse una mano por el rostro.

—¿Quieres dormir otro rato en mí casa?

Negó con la cabeza, estirándose en el banco.

—No, será mejor que me vaya, antes de que se haga más tarde.

—¿Seguro? Puedes-

—No —pronunció poniéndose de pie.

Se sentía de la mierda, necesitaba fumar, lo que sea. Y con Zoe sabía que no conseguiría nada.

—Itzak... ¿No te vas a despedirme de mí?

Con cierto fastidio, se giró y le dio un corto besos en los labios.

—Regresa con cuidado, adiós —pronunció antes de irse.

La jovencita se quedó observándolo confundida, mientras se iba. ¿Por qué esos cambios tan repentinos de humor? Tal vez, él simplemente se despertaba de mal humor.

O tal vez, aquel malhumor y fastidio eran síntomas de algo más.

***

—Mira quién regreso otra vez ¿Vuelves sólo por las noches, gato callejero?

Rodó los ojos, y le metió la mano dentro de su chaqueta, quitándole un cigarrillo de marihuana, junto un encendedor.

—Sabes que trabajo —le dijo encendiéndolo.

—¿Sí? ¿Y cuándo me pagarás? Aún me debes las dosis de anoche.

—¿Ahora me cobrarás todo, Silva? —pronunció con una sonrisa divertida, antes de darle una profunda calada, y acercarse a la mujer pelirroja—. Creí que la habíamos pasado bien anoche.

—Que la pasara bien contigo, no significa que yo no deba reponer luego todo lo que te consumes.

—Te pagaré, amor —sonrió robándole un beso—. Sabes que me pagan todos los viernes.

—Eso espero.

—Oye ¿Tienes algo para comer?

—¿Ahora también me pedirás comida?

Sonrió y la tomó del rostro, apretando suavemente sus mejillas.

—Te aseguro que en la noche me estarás agradeciendo que haya vuelto.

La mujer negó con la cabeza, sonriendo traviesa.

—Creo que hay un paquetes de papas, o galletas, fíjate atrás.

***

Se preparó un salteado de verduras y arroz en un wok, y luego volvió a su cama, poniendo una nueva serie para ver. Ya había hecho la mayoría de los exámenes finales, y trabajos.

Por unas dos semanas, Zoe estaría libre. Y era un tiempo que estaba dispuesta a aprovechar al máximo, pronto terminaría el secundario, y su vida como universitaria estaba cada vez más cerca.

Tomó el mando, y cambió, eligiendo en la programación que ver. Aunque ya tenía una serie en mente, quería conocer las nuevas películas y series subidas.

Eran cerca de las diez de la noche, y Candice aún no se comunicaba con ella. La jovencita estaba casi segura que su amiga se encontraba bien, pero en ese momento, le preocupaba más Itzak.

El muchacho no tenía donde dormir, se preguntaba si había comido algo, si el lugar donde se quedaría a pasar la noche era seguro, si volvería verlo al día siguiente...

Tener una relación era más complicado de lo que había imaginado. Jamás creyó que pasaría gran parte del día pensando en otra persona, y en el bienestar de la misma.

Si tan sólo tuviera una forma de comunicarse con él, cuando no estaba con ella. De poder hablar o enviarse mensaje.

Él no sabe leer, se recordó con obviedad.

Zoe suspiró suavemente, y se acomodó mejor en la cama. Sólo esperaba que él regresara bien en la mañana siguiente.

***

Sonrió, mientras esa hermosa mujer lo cabalgaba, gimiendo, tomándose ella misma los pechos entre sus manos, y él le daba otra calada a su cigarrillo.

Aquella noche no haría tantas mezclas, se quedaría con la marihuana y el alcohol. Nada de éxtasis, o lsd, o cocaína. Ya bastante le había costado recuperarse en la mañana.

Llevó una de sus manos hacia las caderas de ella, y la sujetó, marcando un ritmo más profundo, viéndola gemir más alto.

Aquella sería una buena noche para dormir luego.

***

—Días después—

—Zoe ¿Te encuentras bien? —preguntó preocupado Christopher, al ver que su hermanita lucía muy distraída, pensativa, hasta afligida.

—Sí, sí, sólo... Estoy algo estresada por los exámenes y trabajos finales —sonrió levemente.

—¿No me habías contado que ya los habías hecho?

—E-Em, sí, pero... Pero me quedan un par de materias aún.

—Ah —pronunció no muy convencido—. ¿Qué te parece vivir sola?

—Bien, me gusta. Y estoy más cerca de la escuela, así qué, está bien.

El muchacho sonrió, tomando su soda. Pronto tendría que salir a hacer un viaje de negocios, y quería pasar algo de tiempo con la jovencita.

Sus padres no estaban en la casa, y ahora que Zoe se había ido del hogar familiar, con mayor facilidad se podían ir de viajes. Si Christopher quería pasar tiempo con su hermana, era porque sabía la falta que le hacían sus figuras paternas a ella.

Su padre se la pasaba haciendo nuevos negocios, y su madre ocupada con Janell, impulsando su carrera como modelo. ¿Y Zoe? Pues, nunca había estado en sus planes.

Para el matrimonio Dankworth, dos hijos estaban bien, era el número indicado, la familia tipo. Pero cuando su hermosa hijita Janell cumplió los dos años, descubrieron que la señora Dankworth estaba nuevamente embarazada.

Christopher sólo tenía cinco años, y sus recuerdos eran muy pobres, pero sabía que la noticia no había sido muy bien aceptada. Ellos sólo querían dos hijos.

Y aunque tuvieron a Zoe, e intentaron criarlos a los tres del mismo modo, el muchacho siempre notó que existía cierto distanciamiento entre su hermanita y sus progenitores.

Para su padre, él era su orgullo, su compañero, y para su madre, Janell era su hija adorada, la perfecta, la modelo... ¿Y Zoe? ¿Qué había de ella?

Pues, simplemente era la hija menor.

A veces, y muy raras, los más pequeños no son los consentidos, caprichosos y mimados. A veces son los olvidados... Los no deseados.

...

ItzakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora