XVIII

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Zoe estaba pensando en lo que Itzak le había dicho, cuando él la tomó del rostro, y la besó suavemente.

—Lo siento amor, lo siento —le dijo entre besos cortos, tomándola por sorpresa—. No quise decir todas esas cosas hoy, lamento mucho haberte herido.

—Está bien —murmuró, sin corresponderle y mirando hacia abajo.

—No quise herirte, bella —pronunció en un tono bajo, abrazándola—. En serio estoy arrepentido.

—Itzak, no hablemos más de eso ¿De acuerdo?

—Está bien —sonrió suavemente, antes de entregarle una cajita de forma rectangular, envuelta en un papel blanco brilloso, con un moño rosa.

Zoe la tomó, mirándolo curiosa.

—¿Qué es?

—Sé que esto no compensa en nada tus joyas, ni vale tanto, pero quería darte un presente. No sé si vuelvas a conseguir tu alajero... Pero tal vez, podrías empezar uno nuevo.

Ella rompió el papel, y sacó una caja color negra, dentro de ella, había un collar de una fina cadena oro, con un dije con la forma de una letra I.

—Para que me lleves siempre contigo —sonrió.

Los ojos de la jovencita rápidamente se cubrieron de lágrimas, y se abrazó a él.

—G-Gracias, Itzak. Es el regalo más precioso que me han dado.

—Que bueno que te haya gustado, bonita.

***

Miró el techo, luego de haberse despertado por una pesadilla. Se pasó una mano por el rostro, suspirando, y luego giró su cabeza, observando a la joven azabache dormir, acurrucada.

La miró, y luego se giró hacia ella, abrazándola, acercándola a su cuerpo. Zoe lo había dejado quedarse a dormir con ella, y ni siquiera hizo falta que él se lo pidiera.

Al hacerse la una de la madrugada, después de una película, la jovencita le había ofrecido que se quedara, porque ya era muy tarde y temía por su seguridad.

Le dio un suave beso en la mejilla, y cerró los ojos, para intentar dormir también. No era lo mismo tener una de aquellas pesadillas, y despertar en la calle o la bodega, a despertar en la cama de ella, sabiendo que estaba seguro.

Se aferró al cuerpo de Zoe, y lentamente recuperó la calma, cediendo al sueño.

***

Tenía clases a las ocho, y al tener la secundaria más cerca, Zoe se levantaba un poco más tarde. Observó a Itzak dormir, mientras se vestía, y depositó un beso en los labios de él, que ni se inmutó.

Tomó su bolso, y se fue de su departamento, cerrando la puerta con llave. Sabía que el muchacho si quería salir podía hacerlo por la ventana.

Habían quedado de reunirse con Candy luego de clases, por lo que tendría que volver a su departamento para avisarle al rubio, y luego irse.

Salió del edificio, y como iba viendo su celular, se llevó por delante a un muchacho.

—Lo sien-

—Hola —sonrió el castaño, al verla—. Buenos días, Zoe.

—H-Hola Brier —pronunció incómoda, insegura.

—Veo que tienes el uniforme de tu escuela ¿Te molesta si te acompaño?

—Yo... Yo no sé si sea buena idea —le dijo en un tono bajo, desviando la mirada.

Brier la miró curioso, sin comprender porque ella actuaba de ese modo. La noche anterior, cuando se había ido de su casa, ella había sido muy amable.

—¿Qué pasa? ¿Itzak te dijo algo de mí?

—No —le dijo comenzando a caminar.

Y el castaño la siguió por detrás, luciendo serio.

—Sí, él habló contigo ¿Qué te dijo, Zoe? ¿No quieres que hables conmigo? ¿Te dijo algo sobre mí que no te gustó?

—Brier, te pido por favor que te alejes de mí, no me pareces un mal muchacho... Pero tampoco te conozco.

—De acuerdo, lo haré porque yo sí te respeto. Pero si alguna vez necesitas de mi ayuda, tienes mí número. Y ten cuidado con Itzak, porque no por decir que es tu novio, es seguro para ti —le advirtió dejando de seguirla—. A él sí que no lo conoces.

La jovencita lo ignoró, y se apresuró para cruzar a la vereda de en frente. Al parecer, ninguno de los dos se soportaba, pero si debía creerle a uno de ellos, sería a su novio.

***

—Lo conseguí y ya, no te pongas cargosa, Silva —pronunció con cierto fastidio, mientras se preparaba unos huevos batidos.

"—¿Y por qué no viniste anoche? ¿Dónde estás?"

—Ocupado, realizando un trabajo.

"—Pero vendrás ésta noche ¿Verdad?"

—No lo sé —le dijo revisando la alacena, buscando un plato—. Si hago tiempo de volver, te aviso.

"—Itzak... Sé que me dijiste que no me preocupara, pero no lo sé, todo éste tema me tiene muy paranoica. ¿Y si no me baja?"

—Déjate de estupideces, no estás embarazada, y es imposible que lo estés. Y si lo estuvieras, conozco a alguien que nos puede ayudar.

"—¿Y es seguro?"

—No conozco a nadie que se haya muerto, es una enfermera, sabe lo que hace.

"—De acuerdo, te espero ésta noche."

—Ya te dije que no sé si iré, no me esperes.

"—Si vienes, te preparé algo rico de cenar. Y además, compré-"

—Silva, luego te llamo —pronunció con molestia, cortando la llamada.

Odiaba cuando se ponía así de fastidiosa y cargosa.

Se sirvió un vaso de jugo, y tomó algo de pan. Qué bien se sentía poder desayunar de verdad, y no agua y galletas, o sólo un trozo de pan.

Abrió el chat que tenía con Zoe, e hizo lo que ella le había explicado, para enviar un audio, ya que escribir no sabía.

—Buenos días bonita, no me dijiste a la hora que salías de clases. Avísame cuando puedas, así paso a buscarte. Te quiero —le envió, antes de continuar desayunado.

Tomó el mando a distancia, y encendió la televisión. Si lograba controlar su temperamento, y ser más paciente con Zoe, tal vez podría seguir disfrutando de aquella vida.

"Buenos días, Itzak. Luego de clases saldré con Candy, iremos a almorzar. Volveré a casa por la noche, porque debo pasar después a ver a mí hermano. Lo siento, yo también te quiero."

—De acuerdo, te veo en la noche, cuídate —le dijo despreocupado.

Si ella no estaba, no tenía que andar fingiendo nada, y además, tendría el departamento para él sólo. Sí, definitivamente sería un buen día para él.

...

ItzakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora