Itzak

XVII

Ella no se sentía preparada aún para tener sexo con él. Sentía que no lo conocía suficiente, y aunque fuera una idea estúpida y anticuada, su primera vez era importante para ella.

Y con sus reacciones y actitudes, Itzak sólo la hacía sentir más insegura, estúpida. Sin contar con el hecho de que prácticamente él terminó con ella, al decirle que prefería ser su amigo.

Fue hasta la ventana, y la cerró, colocándole el seguro. Volvió hasta su cama, y se quedó acostada allí, sollozando. Su día estaba siendo una mierda.

Había desaparecido su alajero, y ahora perdía a su novio.

***

—Pero miren quién se digna a venir —sonrió divertido un castaño, de ojos verdes—. ¿Te echó la muñeca de su casa?

—Ya quisieras, pero no, estamos perfectos —gruñó con molestia.

En verdad no soportaba a Brier.

—¿Sí? ¿Ya sabe que te acuestas por las noches con Silvana?

El rubio frunció el ceño, apretando sus puños.

—Tú no sabes nada, así que cierra la boca.

Río divertido al ver la expresión de su compañero, cruzándose de brazos.

—Nop, no creo que ella sepa ¿Quién podía soportar eso? Tienes la oportunidad de estar con alguien bonita, que te saque de ésta mierda, y vas y la cagas.

—¿Bonita? ¿En serio?

—¿Te parece fea? Porque a mí me parece bonita.

—No, pero tampoco me parece bonita.

—¿Por qué? ¿Por qué tiene un poco de sobre peso? A mí se me hace muy tierna.

—Como sea —murmuró pasando por su lado.

Brier observó a Itzak con una sonrisa divertida, siguiéndolo.

—Si tú no la quieres, entonces podría acercarme a ella.

—Ella jamás se fijaría en ti, me quiere a mí. Es demasiado... Ingenua para engañarme.

El castaño observó a su compañero marcharse, y luego se giró en dirección contraria. Tal vez, podría hacerle una visita a aquella muchacha.

***

—Luego te llamo, alguien está tocando a la puerta. No te preocupes, Candy, ya me siento un poco mejor —le dijo antes de cortar la llamada.

Se acomodó un poco el cabello, y fue hasta la puerta. Al abrirla, observó sorprendida al muchacho del otro lado.

—Hola.

—Hola ¿Te acuerdas de mí? Soy Brier —sonrió.

—Sí, te recuerdo, el compañero de Itzak ¿Ocurrió algo con él? —preguntó con temor.

—No, nada, sólo pasaba por aquí, y se me ocurrió pasar a saludarte.

—¿Quién te dijo dónde vivía? —le inquirió con el ceño fruncido—. ¿Itzak?