El Franco dejó besos locos en mi clavícula, mientras yo echaba mi cabeza hacia atrás, dándole más espacio en donde besar. Me acomodé mejor en la mesa del comedor de mi casa, nerviosa.
Después del latero primer día de clases, con el Franco decidimos venir a mi casa, tenía la casa sola y lo había invitado, aunque no con las mismas intenciones que él tenía.
Tomó mi camisa y comenzó a desabrochar los botones.
Tragué saliva, tratando de distraerme dándole besos.
No entendía por qué no estaba emocionada, o candente si era mi andante y se suponía que debía sentirme así, ¿no? Pero lo único que lograba sentir eran nervios, sobre todo porque no estaba segura de dar ese gran paso.
Sin embargo ya todos en mi colegio pensaban que yo ya no era virgen, porque cuando le inventé a la Gaby que yo y el Franco ya habíamos tirado, se encargó de esparcir el rumor por medio colegio, y en parte eso no me molestaba, porque era lo que quería que pensaran, aunque no era para nada cierto.
Terminó con el último botón y se quedó mirando embobado.
Sólo quería terminar con esto, en serio.
—¿Tenís condones? —Le pregunté de una, sin filtro. No andaba ni ahí con rodeos, ni hueás románticas, no me nacía con él ser tan mamona.
Quitó la vista de mi lencería para después llevarse una mano a la nuca.
—Déjame ver...
Se metió la mano al bolsillo trasero de su pantalón, sacando su billetera y revisando en cada uno de los bolsillos, sin embargo no había nada en el interior de ninguno, a excepción de algunos billetes.
—No.
Suspiré irritada. ¿Era una broma, cierto?
—Pero tomai pastillas. ¿Verdad? —Preguntó mirándome con sus ojos cafés llenos de esperanza.
Negué.
—No po.
Tiró de su pelo rubio, alejándose un poco de mí.
—Puta la hueá. ¿Qué hacemos? —Esta vez no me miró, tenía la vista fija en el piso, como si estuviera pensando en alguna hueá, como si por arte de magia apareciera el hada del sexo y nos diera un par de condones. —¿Y si me corro afuera? —Se le iluminó la cara.
Lo miré horrorizada.
—Ni cagando—Lo chanté al toque. Lo que menos tenía era una pizca de hueona, por lo que ni muerta aceptaría una hueá así, ni aunque estuviese en llamas de lo caliente.
Me miró sin entender mi reacción, como si le estuviese hablando en chino.
—Ya po, mi amor. Si sabís que podís confiar en mí, no me voy a correr dentro tuyo—Se acercó. Tomó con sus manos mis mejillas, haciendo que lo mirara fijamente—. Te lo juro.
Me dio un beso en la boca.
Cuando nos separamos volvió a preguntar.
—No y punto, es mi última palabra. No estoy ni ahí con mandarme una cagá sólo por culpa de tu calentura.—Le aclaré.
Abrió sus ojos más de lo normal, sorprendido.
—¿Mi culpa? —Se apuntó—¡Como si yo nomás estuviese caliente! —Se ofendió.
No sabía que decir, bueno sí, lo sabía. Quería que se fuera de mi casa y dar por finalizada toda esta hueá, no quería nada, no estaba preparada y no podía soportar más esta estúpida discusión por algo que yo ni siquiera tenía ganas de hacer.
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Condiciones
Teen FictionDonde la Denise actúa como alguien que no es y el Damián la descubre.