tres

3.5K 296 162
                                    

Me levanté en la mañana pensando en que todo había sido un mal sueño, que el nuevo jamás me había visto y que tampoco era amigo de mi hermano. Incluso era mejor pensar que estaba loca, que todo había sido producto de mi imaginación psicosiá... Pero no po, porque apenas puse un pie en mi sala, me encontré con su sonrisa culiá.

Cayendo en la cuenta de que no había sido producto de mi imaginación lo que había pasado ayer.

Por lo que en cuanto tocaron, salí echa un peo de la sala en busca del susodicho.

—Ya po, péscame—Le pedí al ahueonao de nombre Damián, cuando lo divisé en los pasillos del colegio. Él se encontraba muy tranquilo escuchando música sentado en el piso del patio, sin embargo ni se inmutó ante mi presencia, ya que seguía con la vista fija en la cancha y con la música al cien, porque desde la distancia a la que estaba de él, podía oírla.

—¿En serio me vai a ignorar?

De nuevo nada, y así fue durante todo el primer recreo.

No logré que hablara...

—Ya, ahora sí. Quiero hablar contigo—Le hablé nuevamente en clases, sentándome al lado de él. Me dedicó una mirada de reojo para después seguir mirando su celu. Estábamos en inglés, pero no había ido el profe, así que aproveché mi oportunidad, acercándome para asechar a mi presa.

—¿Pa qué mierda tenís la boca si no hablai? —Le pregunté perdiendo la paciencia, con una mano en la frente de lo frustrante que era.

Volvió a mirarme, tenía cara de poker.

Se me hacía irritable no saber interpretar sus expresiones.

—¿Qué querís, pesadita?

Me quedé callada ante lo repentino de su voz, luego aclaré mi garganta y me acomodé mejor en la silla junto a él.

—Quiero pedirte que por favor que no le digas nada a nadie—Susurré. En volá ayer andaba de malas y por eso había sido tan poco considerado, quizás ahora lo pillaba de buen humor, hablando como personas civilizadas.

Me dedicó una sonrisa falsa.

De las típicas de él.

—No le hago favores a nadie... ¿Qué te hace pensar que tú vai a ser la excepción? —Preguntó irónico. Me quedé en blanco ante la frialdad de este ser, no me calzaba cómo podía ser amigo de mi dulce Félix.

Bajó el cierre de su polerón, acalorado.

—Puedo darte algo a cambio, lo que quieras—Me ofrecí con la frente en alto.

Su sonrisa se ensanchó aún más con diversión.

—¿Qué me vai a poder dar tú?

Puse los ojos en blanco.

—¿Siempre erís tan antipático, hueón?

—Sí, en especial con las minas como tú—Respondió pasándose una mano por el pelo.

Su tono de voz y expresión volvieron a ser las mismas de siempre, sin mostrar ni un poco de flexibilidad.

Arrugué la frente.

—¿Y cómo son las minas como yo según tú? —Me crucé de brazos a la altura de mi pecho. Crucé mis piernas y lo miré con rabia.

Sabía de antemano que lo que me diría no me iba a gustar para nada.

—Las que juran que hacen y deshacen porque son lindas—Dijo irritado, volviendo a poner la vista sobre su celu.

No pude evitar sonreír, alzando una de mis cejas.

CondicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora